Estados Unidos

El carca bloquea

Los Castro Ruz mantienensu bloqueo. Ellos no levantan

La Razón
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Que dice Fidel que Obama se ha quedado corto y que Cuba nunca pedirá limosnas. Que dice Fidel que le parece bien que Obama levante restricciones a los viajes de cubanoamericanos a la isla, pero que le parece mal que no dijera una palabra sobre el bloqueo. Este Fidel siempre habla en nombre de Cuba porque le aterra que llegue el día en que Cuba hable por sí misma. Pero va llegando el día, va llegando. Por más redadas que hagan los hermanos dictadores y por más retórica anticuada y vacua que derroche el Jueves, digo el Granma, la Historia avanza. Gracias a Obama, los cubanoamericanos que deseen viajar a la isla podrán hacerlo. Gracias a los hermanos dictadores, los cubanos que deseen viajar a Estados Unidos –o a cualquier sitio– seguirán sin poder hacerlo, salvo que unten de pasta al régimen para obtener un salvoconducto. Los Castro Ruz mantienen su bloqueo. Ellos no levantan. Tiran de la coartadas permanentes del «Cuba resiste» y «la revolución se reforma a sí misma». Milongas de ancianos carcas uniformados. Fidel bajó de la Sierra Maestra prometiendo el regreso de la Constitución y partidos politicos plurales «porque sin ellos», dijo entonces, «no existe la verdadera democracia». Le cogió gusto a mandar –y a fusilar– y fue aplazando los cambios con cuentos diversos: la estabilidad, la seguridad, el riesgo de invasión, el enemigo americano. Hasta hoy. Sesenta años han pasado. Aunque en la tele cubana, incansable en el revival guerrillero y asfixiante en la misión lavacocos de su «Mesa redonda», el tiempo nunca haya pasado. No hay televisión, hay arqueología televisada. Ahora llegó el comandante Obama y mandó avanzar. Dinamitando coartadas. Los partidarios del régimen, recalcitrante y anacrónico, asumen como verdad indiscutible que el cambio en Cuba ha de ser lento. «Poco a poco», dicen, «es complicado». Más milongas. Si Fidel palmara y Raúl quisiera, había elecciones mañana. El viento de la Historia sopla obámico. Los hermanos Castro Ruz ya están muertos, aunque se resistan pistola en mano –y haciendo purgas– a ser enterrados. El funeral ha comenzado. Y un lacrimoso Hugo Chávez, falsamente desolado, bailará feliz sobre sus tumbas.