Los Ángeles

El vestido más sexy del mundo

El vestido más sexy del mundo
El vestido más sexy del mundolarazon

Llegó a vender 2.000 vestidos al año, pero hoy no puede utilizar su nombre. Es la gran contradicción de Hervé Léger, el hombre, frente a Hervé Léger, la marca, responsables ambos de un objeto de auténtico culto: el «bandage dress». Aunque otro nombre entra en la escena: Max Azria, para algunos «el malo» de la película y, para otros, «el bueno». Y es que la historia de este célebre vestido, que en los dos últimos años han lucido cientos de «celebrities», protagoniza una de las historias más emocionantes de las últimas décadas en el mundo de la moda. ¿Los ingredientes? Éxito brutal, compra-venta traumática, «robo» y «expulsión» de su propia marca y, finalmente, reaparición con un éxito de nuevo rotundo. Y todo en menos de 20 años. Un estudiante de arteCorría la década de los 80; los volúmenes exagerados, las hombreras, los peinados cardados y la laca eran la estética imperante, y creadores como Jean Paul Gaultier, Christian Lacroix y Thierry Mugler, algunos de sus representantes. Frente a ellos aparece Hervé Léger (Bapaume, Francia, 1957), un estudiante de arte e historia reconvertido en peluquero y sombrerero. En 1981 llega su momento decisivo: el encuentro con Karl Lagerfeld. El alemán, que se convertiría en uno de sus mejores amigos, además de protector, le contrata primero para trabajar con él en Fendi (Roma) y más tarde en Chanel (París). Pero unos años más tarde, en 1985, Léger decide lanzar su firma con su propio nombre. El «kaiser» le recupera para que colabore con él en Chloé y, aunque accede, su mente parece estar gestando la gran revolución. La momias egipcias y los restos de telas tipo vendas que se encuentra en los talleres de costura que frecuenta le dan una pista. Su pasión por las curvas femeninas y las ganas de devolver a la mujer una estética ultrasexy hacen el resto. Resultado: la creación del vestido-venda («bandage-dress»), por el que perdían la cabeza súper tops del momento como Imán y Cindy Crawford. Realizados con bandas horizontales cosidas a mano sobre un maniquí, moldeaban la silueta como nunca antes lo había hecho una prenda. ¿El secreto? Ni más ni menos que su tejido elástico, una fórmula magistral conseguida con la mezcla de 90% de rayón (le da comodidad y suavidad al tacto), 9% de nylon (resistencia y ligereza) y 1% de lycra, el gran quid de la cuestión. Léger se ganó entonces el sobrenombre del «Rey de las vendas». Azzedine Alaïa en los 90 (Carla Bruni lució uno de sus vestidos de lycra en su reciente encuentro con la Princesa Letizia en Madrid), o, más recientemente, Christopher Kene, son algunos de sus «herederos» en eso de convertir la lycra en todo un it.Pero la compra de la firma por parte de Max Azria en 1998 desata un escándalo. El diseñador de origen tunecino se convierte en el primer americano en adquirir una firma francesa de alta costura. Mantiene a Léger como diseñador asegurándole un «apoyo incondicional». Pero sólo dura seis meses. La reducción de presupuesto le lleva a dejar la firma, su propia firma, y a perder los derechos para usar su nombre. Jerome Dreyfuss le sustituye como diseñador y él, animado por compradoras como Beyoncé y Kylie Minogue, abre un taller en París, aun sin poder utilizar su nombre. Es Lagerfeld quien le da la idea: Hervé L. Leroux será su nueva firma. Penélope apoya a LerouxMientras, Max Azria decide relanzar la marca. El acontecimiento tiene lugar en 2007 con una colección cápsula, pero su enorme éxito le lleva a presentar sus colecciones, con él como director creativo, en Nueva York. «La mujer Hervé Léger es sexy y está muy segura de sí misma. No le importa llamar un poco la atención», afirmaba Azria en una entrevista a la revista americana «In Style». «Todas tienen un poco de Hervé Léger dentro». Totalmente cierto. Aunque hay una famosa que todavía no podemos incluir entre las «fans» de la renacida etiqueta Hervé Léger: Penélope Cruz, quien sí escogió un vestido de Hervé L. Leroux para el estreno en Los Ángeles de «Vicky Cristina Barcelona». Léger o Leroux, ésa es la cuestión.