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La revuelta en Madagascar revela la estrategia alimenticia de Corea del Sur

Daewoo tendrá pérdidas millonarias por la rescisión de un mastodóntico contrato agrícola en Madagascar, uno de los países en desarrollo con el que Corea del Sur había cerrado acuerdos para asegurarse el suministro de alimentos. Tras el golpe de Estado en esa isla del Índico, la primera decisión del nuevo líder malgache ha sido cancelar el acuerdo firmado por el anterior Ejecutivo para ceder 1,3 millones de hectáreas, la mitad del terreno cultivable del país, a esa compañía surcoreana a cambio de inversión y creación de empleo. El nuevo líder, Andry Rajoelina, ha declarado inconstitucional el contrato para cultivar en exclusiva una superficie equivalente a la mitad del tamaño de Bélgica durante 99 años, que tenía como objetivo garantizar la provisión de alimentos del país asiático. La compañía surcoreana iba a invertir 6.000 millones de dólares en los próximos 20 años en Madagascar a cambio del alquiler de la tierra y la cesión de todos los derechos de explotación, con el objetivo de exportar toda su producción a Corea. Los números de Daewoo Logistics podrían ser más peores a juzgar por las oportunidades perdidas, pues ya había comenzado a negociar con los grandes importadores de grano y cereales surcoreanos. Corea del Sur ha concentrado su nueva estrategia alimenticia en los países en desarrollo, donde pretende obtener una fuente de alimentos barata que permita actuar frente al aumento de los precios de los alimentos, como sucedió con el arroz el pasado año. El Gobierno del conservador Lee Myung-bak, elegido hace poco más de un año, anunció esta nueva política en junio pasado: «Corea necesita terrenos de cultivo de cereal en el extranjero a largo plazo para asegurase una fuente de alimentos estable», dijo. La declaración de principios del Ejecutivo se materializó en noviembre en los grandes números del contrato de Madagascar, con derechos exclusivos para usar la tierra malgache durante casi un siglo y producir cuatro millones de toneladas métricas de maíz y medio millón de toneladas de aceite de palma al año. Poco antes, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) había denunciado la actitud de países como Corea del Sur, China o Japón, que han comenzado a suscribir acuerdos de explotación agropecuaria en naciones con problemas de hambruna. Tulika Bansal, asistente del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Madagascar en 2008, recordó a Efe que «el 70 por ciento de la población malgache vive con menos de dos dólares al día y gran parte de la población sufre hambrunas a causa de la sequía y los ciclones anuales». «Es irónico que un país rico vaya a otro pobre a satisfacer sus carencias alimenticias cuando Madagascar es el país número 143 en el ránking de desarrollo humano de la ONU», recordó. El rápido desarrollo experimentado por Corea del Sur en los últimos 25 años ha empujado a gran parte de su población a las ciudades y ha reducido el peso del sector primario, mientras la dependencia de las importaciones alimenticias se ha incrementado. En mayo, Lee anunció un plan para comprar tierras en Sudán destinadas al cultivo de alimentos para Corea del Sur y transmitió al presidente, Omar Hasan al Bachir, su deseo de cooperar en el futuro. El acuerdo implica la compra de alrededor de 700.000 hectáreas de terreno para cultivar trigo y otros cereales en territorio sudanés, uno de los más azotados por la hambruna del mundo, según medios surcoreanos. Al Bachir se ha convertido en la actualidad en el primer jefe de Estado es ser requerido por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad debido a las violaciones de derechos humanos en Darfur, que han hundido en la hambruna a gran parte de la población. Las compañías surcoreanas tienen otros acuerdos similares con Rusia y Argentina, donde ha adquirido tierras de pastoreo para ganado, mientras que el Sudeste asiático han firmado numerosos pactos para cultivar cereales, arroz y aceite de palma.