Elecciones Generales 2016

Leire en avión

La Razón
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Me duele cuando Leire patina. Voy de analgésicos hasta las trancas. Dolor sobre dolor, no me repongo. Que Zapatero vaya a un mitin en Falcon es feo como un hermano Calatrava, pero carece de trascendencia. Levante la mano el presidente autonómico que no tira de coche oficial para sus actos de partido. Son las explicaciones de Leire –y de Moncloa– las que confieren al asunto una inusitada relevancia. En su empeño por exculpar al jefe, desbarran. Dicen: «El presidente siempre es presidente, desde que se levanta hasta que se acuesta». Ergo puede utilizar todo el tiempo los recursos del Estado. Pregunta: ¿por qué reúne entonces a la ejecutiva del partido en los jardines de Moncloa? ¿Por qué en campaña de generales aparca el presidente su avión oficial? Respuesta de partido: «Porque en campaña el presidente está en funciones». ¡Tarjeta roja, mi Leire! Hay que leer más. El Gobierno no entra en funciones hasta que se han cerrado las urnas. ¡Horror, el argumento se desploma! La anécdota del avión se hace categoría dramática. El hábito de decir cualquier cosa es peligroso. La suficiencia engancha. En su sermón de cada lunes sobre los buenos y los malos, Leire hace tiempo que arruinó al CIS. Abusa de expresiones como «todo el mundo sabe», «los ciudadanos piensan», «los españoles quieren». Tiene suerte Pajín: la sociedad entera opina siempre como ella. Mayor tranquilidad no cabe para un portavoz de partido. Bien lo sabe Rajoy, abonado, a su vez, a la doctrina de lo que es normal y lo que es anómalo. La opinión del PP es propia de personas «normales». Las otras deben de ser fruto de disfunciones y distorsiones. Cuánto renglón torcido hay. El PP arremete contra los Torquemadas a los que evita poner nombre. Leire proclama que estos malvados populares están «políticamente condenados». ¿Eso qué coño es, cómo se come? La condena –y la absolución– política, ¿en qué tribunal se juzga? ¿Está por encima o por debajo del código penal? Leire patinó. No es noticia, pero me duele. ¿Quién te ha engañado, mi Leire? ¿Quién te ha dicho que tu labor es pronunciar sermones y emitir sentencias?