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Moscú

Los rojos toman Berlín: Las memorias del mariscal que derrotó a Hitler

Los rojos toman Berlín: Las memorias del mariscal que derrotó a Hitler
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La inusual y enormemente compleja ofensiva contra Berlín requería la preparación más minuciosa posible en todos los niveles del frente y los ejércitos. Se esperaba que las tropas del Primer Frente Bielorruso atravesaran una zona defensiva compuesta por muchos escalones y que se extendería de forma ininterrumpida desde el río Oder hasta la desmesuradamente fortificada Berlín. La experiencia de la guerra no nos había situado nunca ante la toma de una ciudad tan grande y tan fortificada como Berlín. Su extensión total era de casi 565 kilómetros cuadrados. El metro y otras redes de ingeniería subterránea muy extendidas ofrecían muchísimas posibilidades para realizar movimientos de tropas. La propia ciudad y sus alrededores se habían preparado a conciencia para la defensa. Todas las calles, todas las plazas, todas las avenidas, edificios, canales y puentes constituían un baluarte en el sistema defensivo de la ciudad. Mapas de ataque Los aviones de reconocimiento soviéticos realizaron seis inspecciones aéreas de Berlín y de sus accesos y zonas defensivas. Para confeccionar los mapas de ataque que se suministraron a todos los mandos se utilizaron fotografías aéreas junto con documentos incautados y la información obtenida mediante el interrogatorio de prisioneros. Los ingenieros del ejército construyeron una maqueta exacta de la ciudad para utilizarla en la planificación del ataque final. Los comandantes de ejércitos, los jefes de los estados mayores, los miembros de los consejos militares, los comisarios políticos de los frentes, los jefes de artillería de los mismos y de cada uno de los ejércitos, todos los comandantes de cuerpos de ejército y jefes de servicios de los frentes celebraron una reunión desde el día 5 al 7 de abril para hacer juegos de simulación utilizando mapas y maquetas. También estuvo presente el comandante de los servicios de apoyo del frente, que realizó un estudio minucioso del problema de garantizar un flujo continuo de suministros. Desde el día 8 hasta el 14 de abril se realizaron simulaciones más detalladas en cada uno de los ejércitos, cuerpos de ejército, divisiones y unidades de menor rango de todos los servicios, así como en las fuerzas aéreas. Dados el exceso de comunicaciones y el gasto de suministros en la imprevista operación de la Pomerania oriental, el Primer Frente Bielorruso todavía no estaba completamente provisto de suministros al principio de la operación de Berlín. Fue necesario que nuestros servicios de apoyo realizaran una labor heroica para desplazar a tiempo los depósitos esenciales; pero, como siempre, estuvieron a la altura de su misión. En el curso de los preparativos se planteó la cuestión de reforzar el efecto de choque sobre el enemigo. Como, por regla general, las tropas son más impresionables de noche, decidimos lanzar la ofensiva dos horas antes del amanecer. Para evitar accidentes a causa de la oscuridad, teníamos previsto iluminar las posiciones enemigas con 140 reflectores. Durante las simulaciones preliminares había quedado de manifiesto la efectividad de los reflectores y los participantes eran partidarios de su uso. En terreno abierto También se discutió mucho el uso de nuestras fuerzas blindadas. En vista de las poderosas defensas tácticas que el enemigo tenía en las lomas de Seelow, decidimos introducir los dos ejércitos de tanques únicamente después de haber tomado esas lomas. No teníamos previsto que los ejércitos de tanques penetraran en terreno abierto después de nuestra penetración táctica, como habían hecho en las operaciones del Vístula y el Oder y de la Pomerania oriental. Sin embargo, en el curso de la batalla, cuando el ataque de nuestro frente al primer escalón defensivo demostró ser insuficiente para atravesar las líneas enemigas, se temió que la ofensiva se retrasara. Tras discutirlo con los comandantes, a última hora del día 16 decidimos reforzar el ataque con un poderoso golpe asestado por todos nuestros aviones y por los ejércitos de tanques. El enemigo lanzó a la batalla todo lo que tenía, pero hacia la noche del día 17 y en la mañana del 18 conseguimos superar las defensas de las lomas de Seelow y reanudar nuestro avance. Luego, los alemanes alzaron desde Berlín un número de fuerzas sustanciales, incluyendo artillería antiaérea, lo cual ralentizó la ofensiva. A menos que encontráramos algún modo de vencer la resistencia de aquellas fuerzas adicionales, nos habríamos vuelto a retrasar. Durante aquellos días, a Stalin le preocupaba mucho que nuestra ofensiva quedara comprometida. Por tanto, ordenó al comandante del Primer Frente Ucraniano que atacara Berlín desde el sur, de acuerdo con el plan de operaciones aprobado el 3 de abril. Después de intensos combates, las defensas del enemigo en los accesos a Berlín cedieron el 20 de abril. El general Weidling, comandante del LVI Cuerpo Panzer, declaró durante un interrogatorio: «El día 20 de abril fue el día más duro para mi cuerpo y, probablemente, para las tropas alemanas. Habían sufrido un número de bajas tremendo en los combates anteriores; estaban débiles y agotados, y ya no fueron capaces de resistir el terrible ataque de las superiores fuerzas rusas». A las 13:50 horas del día 20 de abril, la artillería de largo alcance del LXXIX Cuerpo de Fusiles del Tercer Ejército de Choque, al mando del coronel general V. I. Kuznetsov, fue la primera en abrir fuego contra Berlín, lo cual sentó las bases para el asalto a la capital alemana. Al día siguiente, algunos elementos del Tercer Ejército de Choque, del Segundo Ejército de Tanques de Guardias y del 47 Ejército llegaron a las afueras de Berlín y libraron la batalla en la ciudad. Además de estos tres ejércitos, también decidimos lanzar a la batalla al Primer y Segundo Ejército de Tanques de Guardias con la intención de minar la moral y la voluntad de combatir del enemigo, para prestar el máximo apoyo a nuestros debilitados ejércitos de campaña y, así, acelerar la toma de Berlín. En todo caso, en aquel momento no teníamos ninguna otra misión operativa asignada que exigiera la especial capacidad de maniobra de las fuerzas blindadas. La batalla llegó pronto a su momento culminante. Todos queríamos que hubiera acabado antes de la fiesta del Primero de Mayo para ofrecer a nuestro pueblo algo extra que celebrar; pero, en su agonía, el enemigo seguía aferrándose a cada edificio, a cada sótano, piso y tejado. Las fuerzas soviéticas avanzaban lentamente, bloque a bloque, edificio por edificio. Las tropas de los generales Kuznetsov, Berzarin y Bogdanov se aproximaban cada vez más al centro de la ciudad. Y, por fin, recibí la tan esperada llamada de Kuznetsov: el Reichstag había sido tomado; nuestra bandera roja había sido izada en él y ondeaba en lo alto del edificio. Aldeas devastadas ¡Qué torrente de pensamientos se agolpó en mi mente en aquel gozoso momento! Reviví la fundamental batalla de Moscú, donde nuestras tropas se mantuvieron firmes ante la muerte; vi Stalingrado en ruinas, pero inconquistada; la gloriosa ciudad de Leningrado aguantando durante su largo cerco de hambre; los millares de pueblos y aldeas devastados; los sacrificios de millones de soviéticos que habían sobrevivido todos aquellos años; la celebración de la victoria del saliente de Kursk... y ahora, por fin, el objetivo por el que nuestra nación había soportado aquellos enormes sufrimientos: la derrota de la Alemania nazi, el aplastamiento del fascismo, el triunfo de nuestra justa causa. La mayor parte de los colaboradores de Hitler, entre ellos Bormann, Göring, Himmler, Keitel y Jodl, consiguieron huir de Berlín; pero Hitler y Goebbels, al no encontrar otra salida, pusieron fin a sus vidas suicidándose. Como si de jugadores apasionados se tratara, habían confiado hasta el último momento en que un golpe de suerte pudiera salvarlos a ellos y a la Alemania nazi. Nada menos que el 30 de abril y el 1 de mayo, los dirigentes nazis todavía trataban de ganar tiempo iniciando conversaciones para un alto el fuego en Berlín e instando al recién proclamado gobierno del almirante Dönitz a negociar la rendición. El general Krebs, un diplomático experimentado, intentó distraer al general Chuikov con largas discusiones, pero la treta tampoco funcionó. El general Sokolovsky, a quien se habían encomendado las negociaciones, le dijo categóricamente a Krebs que las acciones militares sólo podían detenerse mediante la rendición completa e incondicional de las fuerzas alemanas ante todos los aliados. Los nazis se negaron a aceptar una rendición incondicional y las conversaciones se interrumpieron. Nuestras fuerzas recibieron la orden de acabar con el enemigo. Lanzaron el ataque final sobre el centro de Berlín a las 6:30 de la tarde. El general Weidling, comandante de Berlín, se rindió con sus generales y sus oficiales a las 6 de la mañana del día 2 de mayo y afirmó que sus fuerzas estaban dispuestas a capitular. A las tres de aquella misma tarde, el resto de la guarnición de Berlín, un total de 70.000 hombres, se había rendido. Todo había acabado. Y en el Reichstag ondeaba la bandera roja, símbolo de la libertad y el poderío del pueblo soviético, de la tierra de los soviets.