Inditex

Mango y Custo a la gresca

La Razón
La RazónLa Razón

as dos firmas nacieron y crecieron en Barcelona y las dos son las marcas comerciales más implantadas en Estados Unidos, donde comparten mercado con la imparable Zara, que va a lo suyo –menudo es mi casi paisano Amancio Ortega, él sí que sabe–. Pero andan a la gresca, o eso parece, ante lo que se avecina de cara a la apertura neoyorquina de la primera tienda de Mango. La inauguración está prevista para febrero y van a por todas, ya que no sólo quieren hacerse con un mercado ya más que propicio, sino disfrutar de los beneficios publicitarios que supone la marca Barcelona, siempre adelantada en la moda. La Ciudad Condal proyectó su moda como cuna de la mejor alta costura con el eterno Pertegaz, luego continuada por Loewe cargándose parte de la fachada del Paseo de Gracia, un edificio modernista que supone un baldón arquitectónico que ahora intentan esconder. Están avergonzados de tamaña fechoría, pero basta repasar lo que fue aquel edificio para descubrir su tropelía iconoclasta.

 

Un icono

Barcelona como santo y seña, ahí les duele: y el primero en añadir el apellido ciudadano al suyo fue Custo, allá en los primeros 90, cuando balbuceaba lo que hoy es un imperio convertido en moda. Desde que Julia Roberts se puso una camiseta de Custo, éstas arrasaron, medio Hollywood la imitó y los diseños se transformaron en icono imprescindible del buen catalán importador de la marca Barcelona, aquella cantada y hecha historia musical en el 92 de la Olimpiada, cuando Montserrat Caballé y Freddie Mercury hicieron un himno del «¡Barcelona, Barcelona!». Dio la vuelta al mundo y acaban de relanzarlo en una antología del músico inglés prematuramente fallecido. Quizá conviene revisar otras colaboraciones con la diva realmente únicas, como «The golden boy» o «Exercicies in free love», a la medida de Montserrat y un Freddy rendido a ella.

Isac Andic tiene mil cien tiendas en todo el mundo ahora animadas (?) con la docena de diseños de Pe y Mónica, mientras Custo inaugurará siete nuevos establecimientos en 2008. Mango se transforma en Mango Barcelona y deja al competidor como descolgado, sin santo ni seña. ¿Mediará el Ayuntamiento para aprovechar tamaño pugilato promocionador de la capital y su industria? Cabría esperarlo, dada la entidad mundial que proyectan Andic y Custo, que, aún sin cola como apellido, tiene bastante. Lo mismo sucede con un Mango suficientemente afincado, incluso sin nombre añadido. Daría pena que dos de las firmas con mayor renombre internacional se peleasen por un quítame allá esas pajas. Porque si Mango está muy expandida, fue Custo el primero en lanzar Barcelona como apoyo. Y hablando se entiende la gente.