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La Razón
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En Inglaterra fueron unos Swanson. En Italia, los Pieromonti. En España, algunos Menéndez. A los Swanson se les conocía por los «errados», los inmersos permanentemente en el error. A los Pieramonti –eran tres hermanos, Lucca, Giorgio y Girolamo–, les decían los «tontones». A la rama de los Menéndez que pulula por España, no se les llama nada porque pasan más desapercibidos. John Swanson se presentó voluntario para combatir en Sudáfrica contra los zulúes tres meses después de haberse firmado el acuerdo de paz entre los ingleses y los zulúes, precisamente. Su hermano, Henry, excepcional jinete, no ganó por veinticuatro horas el Campeonato de Concurso Hípico de York. Y no lo hizo, porque se presentó en la pista con veinticuatro horas de retraso, cuando ya habían quitado todos los obstáculos. Y Fred, el más pequeño, suspendió el examen de Derecho Internacional porque se presentó en el aula donde examinaban de Derecho Civil y no se apercibió de su error hasta que no fue llamado por nadie. Lógico, por cuanto el Derecho Civil lo tenía aprobado. Lucca Pieromonti, meditó durante seis años la conveniencia o no de ingresar en «La Cosa Nostra». Terminó por apuntarse al clan de «Don Giovannone». Su primer trabajo consistió en velar por la integridad física de su Padrino. En la noche de su estreno, «Don Giovannone» fue tiroteado por una familia adversaria. Y el hermano de «Don Giovannone», convertido en «Don Fabrizio», lo primero que hizo es pegar un tiro al pobre Lucca. Giorgio buscó fortuna en América. Embarcó rumbo a Recife. Temporada tranquila, mares en calma, brisas suaves, navegación sosegada. Recife a la vista, Giorgio gritó con alegría, «¡por fin!». Saltó de gozo, resbaló, cayó por la borda y de Giorgio nunca más se supo. Y Girolamo, el pequeño, fue elegido alcalde de la pequeña localidad de Ominenza el mismo día que la pequeña ciudad de Ominenza fue devorada por la lava proveniente del Vesubio. No fueron oportunos ni los Swanson ni los Pieromonti. Ese sentido de la inoportunidad lo tienen bastante desarrollado en España algunos Menéndez. En febrero de 1981, cuando el golpe de Estado había fracasado, el capitán de Navío Camilo Menéndez Tolosa, con su uniforme de la Armada, se sumó a la asonada. Un marino, en Madrid y en febrero, no puede aportar a un golpe militar ni un chinchorro. Pero entró en el Congreso de los Diputados y a las pocas horas era arrestado sin haber tenido protagonismo alguno en el desarrollo de los hechos. Nadie en la Armada le secundó y desdibujó la lealtad y la gallardía de nuestros marinos con una presencia tan inútil como inexplicable. No supo estar en su sitio, como los Swanson o los Pieromonti. Y su hija, la actual portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, Maru Menéndez, acudió anteayer a una manifestación contra el Partido Popular en Vallecas, convocada por un tal Victoriano Jiménez, que figuró en la lista de Iniciativa Internacionalista encabezada por Alfonso Sastre, a las elecciones europeas. Después de las últimas bocanadas amenazadoras de Sastre, como consecuencia del asesinato de Eduardo Puelles, asistir junto a su marido Palomo a una manifestación que convoca el «abertzale» vallecano se me antoja, más que una temeridad, una falta de respeto inconcebible. Otra Menéndez sin sentido del sitio y la oportunidad. Qué le vamos a hacer, buena mujer.