Abusos a menores

Pederastas reincidentes sin memoria ni remordimientos

Pederastas reincidentes sin memoria ni remordimientos
Pederastas reincidentes sin memoria ni remordimientoslarazon

MADRID- «No pude hacerle daño sólo con una felación». Frases así salen de la boca de padres jóvenes que han abusado de sus hijos. Lo cuenta Margarita García Marqués, psiquiatra de la Asociación para la Sanación y Prevención de los Abusos Sexuales en la Infancia (Aspasi). Además de tratar a niños que han pasado por este infierno, García Marqués también intenta sanar a sus agresores por difícil que sea, pues «justifican y minimizan el mal que han hecho». El 20 por ciento de los pederastas empieza a serlo en la adolescencia. «Si se ataja entonces con una buena terapia no llegarán a ser abusadores compulsivos». ¿Tiene solución después? «No mucha», afirma. «A determinada edad es muy difícil que sanen». La reincidencia es uno de los motivos que aluden Juan José Cortés, padre de la pequeña Mari Luz, y Antonio del Castillo, padre de la joven Marta, para exigir un aumento de penas para pederastas y violadores. «Hasta un 30 por ciento llegan a reincidir cuando salen de la cárcel durante los primeros años», comenta Javier Urra, psicólogo forense y ex Defensor del Menor. Expertos de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) calculan que la reincidencia puede llegar al 70 por ciento. «Es gente amoral, no enferma mental», afirma Urra. «Un enfermo viola en cualquier lugar público. Pero los pederastas saben cuándo hacerlo. Son ladrones de la dignidad y el honor», añade. El psiquiatra apunta un dato escalofriante: «Sólo tres de cada diez abusadores dicen acordarse de sus víctimas». Así, el 70 por ciento no tiene remordimientos. «Creen que la sociedad es muy injusta, y que los han castigado demasiado», afirma. Y las terapias no invitan al optimismo: «Son casos con muy mal pronóstico». Urra aboga por varias medidas: una terapia obligatoria en la cárcel -la actual es de dos años y voluntaria-; medidas de seguimiento y libertad vigilada; acudir semanalmente a un juez; un sistema de GPS para su control; y el empleo de inhibidores farmacológicos del deseo sexual -castración química-. «En la cárcel los pederastas se portan muy bien, pero porque no tienen a mano su objeto de deseo: los niños», afirma. Grupos de terapia Casi un 90 por ciento de los casos no se denuncia, sobre todo porque suele estar implicado un miembro de la familia. «Suele ser el padre o padrastro. Luego están los abuelos, tíos o hermanos», comentan desde Aspasi, cuyo teléfono de contacto es el 91 311 23 76. El perfil es variable, «desde los que son muy seductores con el niño hasta los muy agresivos», dice García Marqués. Con los que voluntariamente quieren sanar, «se trabaja la empatía, que sean conscientes del sufrimiento que han causado y se pongan en la piel de esa persona», pues el niño puede padecer desde esquizofrenia hasta paranoia. La terapia de choque para el abusador llega a ponerlos en contacto con grupos de adultos, que en su niñez sufrieron abusos, y que les relatan su experiencia. «Cuando ves ese ¿lo siento? en sus ojos, ves que puede haber una unión con la víctima», dice la psicóloga.