Crítica de libros

Sobre la pasión

Sobre la pasión
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Desde siempre la pasión ha sido fuente de inspiración para literatos y filósofos. Así, entresacando frases, nos encontramos con una reflexión cínica de un inglés, claro, como Thomas Fuller, que hace ya cinco siglos decía que cuando la pasión entra por la puerta principal, la sensatez se escapa por la puerta trasera. Mucho más sutil Jalil Gibrán, cuando asegura que si la razón gobierna sola es una fuerza que limita; y la pasión desgobernada es una llama que arde hasta su propia destrucción. Bertrand Russell confesaba las tres pasiones que gobernaron su vida: el anhelo de amor, el deseo de saber y una compasión abrumadora ante el sufrimiento de la humanidad. Me quedo con este último, sin olvidar que Stendhal sostenía que un poco de pasión aumenta el ingenio y que mucho lo apaga, y que en los libros del Talmud se afirma que cuanto más grande es un hombre, tanto mayores son sus pasiones. Con estos mimbres, ¿qué cesto podemos tejer? Pues que con la pasión se rompen corazones como jarros de cristal; que quizá la pasión y el amor siempre viajan en paralelo, pero uno a veces más de prisa que la otra o viceversa, y que la intensidad en el deseo se puede mantener por tiempo indefinido siempre que nos atengamos a una estructura algebraica del amor con sus tres componentes: pasión, cariño y complicidad. También respeto y honestidad, esto es, ausencia de mentiras dañinas que merman la confianza del uno para el otro. Seguramente existen otras (estructuras) más empíricas, pero menos precisas.