Bruselas

Unas urnas para castigar gobiernos

La UE no consigue trasladar el alcance del proyecto. La participación de un 43% es la más baja de la historia. 

Participación en caída libre
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El índice de participación en las elecciones europeas no es directamente proporcional a la filiación de su ciudadanía a la UE pero sí un buen medidor del grado de interés que suscita.

 

Los más «europeístas»

 

Luxemburgo y Béligica se mantienen como uno de los estados miembros que más se movilizan para ejercer el derecho al voto. Registraron un 91% de participación –aunque son dos de los pocos países que tienen voto obligatorio, lo que distorsiona el índice total de participación–. Malta obtuvo un 78,8% de participación, tres puntos porcentuales menos que en 2004. Le sigue Chipre con un 58,8% –que también tiene sufragio obligatorio– y Letonia con un 52,2%. Dinamarca, también, recoge un índice de participación razonable superando el 50%. Los estados más pequeños en términos geográficos y de población saben que su asistencia a las urnas puede convertirse en una vía efectiva para hacerse oír en Bruselas.

 

Los más abstencionistas

 

En el 7-J la Unión Europea la participación sigue en caída libre y pone en aprietos a los políticos. La asistencia ha sido de un 43,24%, más de dos puntos porcentuales por debajo de la obtenida en 2004. En Lituania con un 20% y la República Checa, cuya clase dirigente se ha declarado abiertamente euroescéptica, con un 25% marcan los índices más bajos. Su presidencia de la UE en el anterior semestre no ha contribuido a mejorar la imagen de la institución en los electores nacionales. Sí se ha beneficiado el Gobierno tecnócrata de transición que surgió vencedor. Holanda se quedó en un 36,5%, tres puntos porcentuales por debajo de los cosechados en 2004. Después está Alemania y Austria con un 42%.

 

El castigo

 

Las elecciones europeas se han convertido en un plebiscito para los gobiernos nacionales. Gran Bretaña es el caso más claro. La derrota del Partido Laborista responde a múltiples razones pero, sobre todo, se entiende desde una perspectiva puramente interna. Gordon Brown, lastrado por las dimisiones en su Gabinete y el complot de los parlamentarios laboristas rebeldes no ha conseguido redimirse en las urnas. Empieza su calvario. En Bulgaria y Hungría los conservadores, también en la oposición, ganaron a los gobiernos de izquierdas. En Eslovenia, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Grecia y Malta los electores han castigado a las fuerzas de derechas que encabezan los ejecutivos y han beneficiado a las progresistas. La gestión del colapso económico está en la raíz de este trasvase de votos. En Grecia han sido las primeras elecciones tras los graves disturbios a raíz de la muerte de un estudiante. En contra de lo previsto, en Portugal, el primer ministro socialdemócrata, Sócrates, salió mal parado y ganó la derecha.

 

La bendición

 

En Alemania la Unión del CDU y el CSU liderada por la canciller Angela Merkel triunfó en los comicios a pesar del desgaste que ha sufrido por la intensidad de la crisis internacional. El Partido Socialdemócrata, aunque forme parte integrante de la Gran Coalición de Alemania, tenía en las elecciones de ayer una oportunidad para sondear el ánimo del elector alemán de cara a las generales del próximo 27 de septiembre y la conclusión no ha sido toda la esperada por su dirección. Igual ha ocurrido con «Il Cavaliere», al que no le han pasado factura sus últimos escándalos. En Francia, la conservadora UMP de Sarkozy también ha sido revalidada. En Holanda, pese al avance de la extrema derecha, el vencedor fue el partido democristiano del primer ministro, Jean Peter Balkenende. Los centristas finlandeses en el Gobierno también ganaron.

 

Ley Sálica

 

El Gobierno danés de Rasmussen, que ocupa actualmente la presidencia de la UE, hizo coincidir las europeas con un referéndum sobre la abolición de la Ley Sálica. Teniendo en cuenta el desinterés ciudadano en las citas electorales, se puede decir que Rasmussen se arriesgó pero, esta vez, ganó. La modificación, por significar una reforma de la Consitutición, debía ser respaldada por un 40% de los electores. Y lo logró.

 

La particularidad

 

El terremoto dejó a los habitantes de L'Aquila con pocas ganas de ir a votar. Si estos días Roma se antoja lejana por las dificultades de la reconstrucción, Estrasburgo y Bruselas parecen encontrarse en otro continente. «Estoy harto de estar en la tienda de campaña, mi forma de protestar es no votando», afirma un afectado.