Referéndum en Reino Unido

1975: cuando el 67,2% de los británicos querían ser europeos

En el primer referéndum sobre el papel de Reino Unido en la UE, los laboristas eran los euroescépticos, mientras que la líder de la oposición, Margaret Thatcher, logró movilizar a las filas «tories» en favor de la permanencia

1975. Con Thatcher en la oposición y Wilson como primer ministro, los británicos votaron en su primer «Brexit»
1975. Con Thatcher en la oposición y Wilson como primer ministro, los británicos votaron en su primer «Brexit»larazon

Uno de los argumentos más utilizados en política a la hora de celebrar un referéndum es que se trata de un método efectivo para zanjar el debate sobre un asunto determinado. Pero nada más lejos de la realidad. El 5 de junio de 1975, los británicos celebraron un plebiscito sobre su unión a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Y 41 años después, las urnas vuelven a sacarse para abordar exactamente la misma cuestión. La pregunta es: ¿renovarán sus votos o tras una relación turbulenta, el 23-J firmarán el temido divorcio? «Lo cierto es que entre los dos plebiscitos hay ciertas semejanzas», asegura el historiador Piers Ludlow, profesor en el London School of Economics. «Como ocurre ahora, el entonces primer ministro tuvo que garantizar primero unos acuerdos previos. Sus propias filas no quedaron satisfechas, estaban profundamente divididas, por lo que no le quedó más remedio que dar libertad a su gabinete con el fin de evitar revuelta interna», matiza. «La diferencia, sin embargo, es que los laboristas eran los que estaban en el poder y los conservadores, con Margaret Thatcher ya como líder de la oposición, eran los que hacían campaña proeuropea», recalca.

En efecto, el primer ministro de 1975, el laborista Harold Wilson, se topó con un gran rechazo de sus diputados cuando regresó de Bruselas tras negociar los acuerdos de adhesión. «Mientras que la mayor preocupación para David Cameron ahora es conseguir reformas para atajar la inmigración, las negociaciones de Wilson estuvieron centradas en los acuerdos comerciales», explica el experto. La economía era, sin lugar a dudas, la gran protagonista del debate. En los años 70, la industria británica entró en decadencia y la crisis y el desempleo en el que se encontraba el país distaba mucho de la situación de bonanza que se vivía en Alemania, uno de los países fundadores de la CEE. «En el referéndum de 1975, hubo una participación del 65% y el 67,2% del electorado votó a favor de la unión. Simplemente por las cifras, muchos interpretan que hace cuatro décadas los británicos eran proeuropeos, pero no es el caso. Nunca se han sentido proeuropeos. Votaron a favor sencillamente por una cuestión pragmática, no emocional. Consideraban que la unión al mercado común mejoraría su situación económica», asevera el académico. «Pero ahora la economía británica es mucho más potente que la de la zona euro, por lo que si se ciñen de nuevo simplemente a la cuestión pragmática, no sé lo que puede pasar. Creo que ganará la permanencia, pero por un margen muy ajustado», augura.

Indudablemente, otra de las diferencias determinantes con respecto al plebiscito de 1975 es la naturaleza en sí de la unión. Lo que comenzó como una integración comercial entre cinco países, se ha convertido hoy en una comunidad de 28 Estados miembros con un complejo aparato ejecutivo dirigido por políticos que no han sido votados por los ciudadanos. Y en este sentido, la falta de democracia y el temor a perder la soberanía nacional es uno de los mayores obstáculos con los que se está topando Cameron durante la campaña. El «premier» «tiene ahora muchísima más presión que la que tuvo en su día Wilson. En aquel entonces, uno no podía ser líder laborista y proeuropeo. Es cierto que luego el partido fue moderando su postura y ahora son los conservadores los euroescépticos. Pero hace 41 años, Wilson, en un intento de unificar a sus filas, tomó una postura mucho más neutral dejando a otros en primera fila. Cameron, sin embargo, se ha tenido que convertir forzosamente en esa voz pro Europa, porque no hay alternativa. Ahora no hay ningún otro político de peso que defienda la permanencia. Está muy implicado. Si pierde, por tanto, no le quedará más remedio que dimitir», señala Ludlow.

Dentro de sus propias filas, hay incluso diputados rebeldes que han advertido de que si no gana la permanencia por un margen de 20 puntos, convocarán una moción de confianza para someter al líder a examen. Los sondeos ven complicado alcanzar tanta diferencia. Los resultados están muy ajustados y esta semana, por primera vez, los euroescépticos sacaban ventaja después de hacerse públicos los últimos datos de la migración neta, que llegó el año pasado a cifras récord. La movilización del voto laborista resulta clave para garantizar la permanencia en el club. Pero el líder de la oposición, el veterano Jeremy Corbyn, ha sido objeto de críticas por la pasividad que está demostrando en la recta final de la campaña. Por su parte, el Partido Nacionalista Escocés, con mucho mas peso político que hace 41 años, aboga por la unión, –a diferencia de lo que ocurrió en 1975–, así como los galeses del Plaid Cymru, que en la última consulta también rechazaron la adhesión de Reino Unido a la CEE.