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La farsa electoral da más oxígeno a la revuelta argelina

Presidenciales en Argelia Los manifestantes no reconocen la legitimidad de Abdelmajid Tebun, elegido con solo el 40% de participación

Un argelino echa un vistazo a las portadas de los periódicos en un kiosco un día después de las elecciones presidenciales
Un argelino echa un vistazo a las portadas de los periódicos en un kiosco un día después de las elecciones presidencialesMOHAMED MESSARAEFE

Si el régimen argelino creía que celebrando unas elecciones lograría aplacar el Hirak, el movimiento popular que lleva cerca de diez meses sacudiendo el país exigiendo un cambio radical, de momento parece lejos de lograrlo. El viernes, al filo del anuncio de los resultados de los comicios organizados el día anterior, miles de argelinos volvían a manifestarse demostrando que sus anhelos de cambio siguen tan intactos como su determinación para mantener el pulso.

El mensaje difícilmente podría haberle llegado más claro a Abdelmadjid Tebun, que a pesar de haber sido el ganador de las elecciones con el 58% de los sufragios arrancará su mandato con una fuerte crisis de legitimidad en los hombros. La tasa de participación en los comicios –una de las principales incógnitas de la jornada– rondó el 40%, el más bajo registrado nunca y además disputado por la oposición, que lo considera inflado.

A sus 74 años, Tebun representa un hombre de Estado, y se le consideraba el candidato más cercano al jefe del Ejército y hombre fuerte del país, Ahmed Gaïd Salah. Su limitada popularidad entre los argelinos es fruto de la lucha que intentó librar sin éxito en 2017 contra algunos de los empresarios más poderosos del país, primero como ministro de Comercio y luego como primer ministro, lo que le valió ser fulminado en pocos meses.

Durante su primera rueda de prensa, Teboune tendió su mano al Hirak, hizo un llamamiento a entablar un diálogo sincero para definir un nuevo rumbo para el país, y manifestó su disposición a reformar pronto la Constitución y a someterla a un referéndum. El margen de maniobra que le cedan al mandatario los militares, que ejercen sin tapujos como líderes del país magrebí, será uno de sus principales obstáculos para cumplir sus promesas. Washington expresó su deseo de trabajar con Teboune. «Esperamos trabajar con el presidente para promover la seguridad y prosperidad regional», dijo la portavoz del Departamento de Estado, Morgan Ortagus.

Pasadas las elecciones, la atención está centrada también en cómo lidiarán las Fuerzas de Seguridad a partir de ahora con las movilizaciones que llevan celebrándose desde febrero, y que durante la campaña electoral ya toparon con mayor mano dura de las autoridades.

«El régimen quiere pasar página, por lo que podría tratar de argüir que el debido proceso democrático se ha llevado a cabo para justificar una [escalada] contra los manifestantes», advierte a LA RAZÓN Jonathan Hill, director del Instituto de Estudios de Oriente Medio del King’s College de Londres.

En esta línea, durante la jornada del viernes se registró en algunas ciudades del noroeste de Argelia –donde las movilizaciones son menos concurridas– un aumento significativo de la represión policial, según medios locales y activistas. Este cambio de enfoque, sin embargo, resultaría más difícil de implementar en la capital y el noreste del país, donde los niveles de movilización siguen siendo masivos, sobre todo en la región de mayoría bereber de la Cabilia, que cuenta con una larga tradición opositora.

«Si [el Hirak] continúa haciendo lo que han hecho hasta ahora va a ponérselo un poco difícil al régimen argelino para escalar su respuesta, ya que, aunque haya habido elecciones, no habría fundamento para justificar la mayor mano dura», considera Hill. La incógnita se despejará más pronto que tarde.