Australia
Una Australia desesperada avisa al resto del mundo
Los incendios ya han causado la muerte a 27 personas y han calcinado ocho millones y medio de hectáreas.
La capacidad analítica de la población australiana ante los incendios oscila entre la particularidad de un drama humano y medioambiental irreparable vivido en primera persona y la generalidad de una situación de vulnerabilidad social desalentadora cuando se piensa en el medio y el largo plazo. Ambos escenarios provocan una sensación idéntica: miedo profundo. Temor a la normalización de la tragedia, a acostumbrarse a la desprotección constante por la falta de liderazgo y la carencia de efectivos, a la asimilación de que cada quién es responsable de su propia supervivencia, a la soledad.
La catástrofe está generando una lucidez descorazonadora entre los afectados en un comienzo de década que augura un futuro de constante filtro sepia y humo pegado a los pulmones. En la memoria quedará como espantosa simbología del desastre lo acontecido durante Nochevieja, el momento en que la crisis tomó una dimensión de total descontrol, de indefensión absoluta. La década de los veinte ha iniciado con una Australia víctima de lo que para los más pesimistas podría extenderse al resto del mundo en distintas manifestaciones.
Por eso, cuando a los australianos se les plantea la pregunta sobre cuál es el retrato del calentamiento global, la respuesta es inmediata: “nosotros”. La imagen de Finn, un chico de 11 años de edad, que condujo una lancha que transportaba a su hermano pequeño, a su perro y a su madre para escapar de las llamas que engulleron su casa.
Las horas de esfuerzo de un padre primerizo para salvar el hogar familiar recién construido mientras su mujer y su bebé tuvieron que evacuar. La estampa del voluntario cuyo rostro quedó ayer marcado para siempre por las quemaduras.
La irreversibilidad de los 27 fallecidos hasta el momento, del escalofriante incremento de hectáreas calcinadas que van ya por ocho millones y medio -aproximadamente, la extensión de Andalucía- de unos cálculos que ya hablan de mil millones de animales afectados, los miles de personas desplazadas, las playas como último refugio…
El retrato del cambio climático es, para los australianos, la lucha constante contra los elementos y sus consecuencias.
Las alrededor de 200 personas arrestadas por ser sospechosas de provocar incendios -deliberada o accidentalmente- entre los estados de Victoria, Nueva Gales del Sur y Queensland son percibidos como un dato circunstancial en la generalidad de los miles de fuegos declarados entre septiembre y enero.
Lo que más preocupa a los australianosson las condiciones climatológicas, la combinación de la sequía y las temperaturas extremas, la prontitud con la que la temporada de incendios está haciendo acto de presencia y la inacción de su primer ministro, Scott Morrison.
“Jamás he visto algo como esto. Hemos tenido incendios devastadores en otras décadas, pero nunca comenzaron tan temprano como ahora. Es preocupante lo que está pasando y el reflejo de los errores que estamos cometiendo los seres humanos. Para colmo, tenemos a un líder que no sabe liderar”, señaló a LA RAZÓN, David, un granjero ubicado en la campiña del estado de Victoria y que ha tenido mucha más suerte que otros compañeros.
La Federación Nacional de Granjeros de Australia estima que alrededor de cien mil ovejas y cabezas de ganado han perecido y cientos de miles deberán ser sacrificadas en los próximos días. Es tal el desastre, que la ministra de Agricultura, Bridget McKenzie, declaró esta semana que efectivos militares están ayudando a cavar las fosas donde depositar los cadáveres de los animales.
Aún no existe un cálculo preciso de las pérdidas económicas, pero se estima que superarán con creces las del denominado ‘Sábado Negro’ de 2009, cuando los fuegos acaecidos entre febrero y marzo acabaron con la vida de 173 personas y quemaron 450.000 hectáreas.
En aquella ocasión, el coste de la catástrofe ascendió a casi tres mil millones de euros. En la actualidad, la larga duración de la temporada de incendios y la proyección mediática de los acontecimientos están afectando profundamente a la productividad, no solo de las economías locales, sino a efectos macroeconómicos; también al turismo, que ya está generando unas pérdidas de cientos de millones de euros.
El calentamiento global representa para los australianos el caos humano, medioambiental, económico y político que están padeciendo; aunque también es la manifestación de cierta esperanza gracias a las numerosas donaciones y a las muestras de solidaridad que les despierta una inmensa gratitud.
Y por encima de todo, más allá de los dramas particulares y con la mente puesta en la generalidad de la situación, en la mayoría de los australianos prevalece el deseo de que esta sea la década del cambio, la era que muestre a una Australia que abandona la cola de naciones que más emisiones de CO2 propaga a la atmósfera y que cumpla con ejemplo la agenda 2030.
Su sentimiento nace de la desesperación y quizás, por eso, sus miedos deban ser tomados en cuenta.
✕
Accede a tu cuenta para comentar