Israel

Netanyahu, de nuevo al timón de Israel

El «premier» rompe a la oposición y gana tiempo para tratar de evitar la acción de la Justicia. Su rival, Benny Gantz, pierde su oportunidad de apearle del poder y crecen las opciones de unos cuartos comicios que, según las encuestas, ganaría

Carteles de Benjamin Netanyahu (derecha) y Benny Gantz
Carteles de Benjamin Netanyahu (derecha) y Benny GantzOded BaliltyAP

Definitivamente, a Benny Gantz le salió el tiro por la culata. El pasado miércoles terminó el periodo que le asignó el presidente del país, Reuven Rivlin, para intentar formar gobierno. El líder de Azul y Blanco no ganó los terceros comicios de abril, pero a priori tenía una mayoría de 62 diputados (el Parlamento israelí tiene 120) dispuestos a apoyarle para convertirle en primer ministro.

Pero una combinación de temores por formar un Ejecutivo frágil en minoría –con apoyo externo de la coalición árabe–, la devastadora crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus y las presiones desde la derecha, lanzaron a Gantz a los brazos de Benjamin Netanyahu para intentar formar un «gobierno de unidad nacional». Este inesperado movimiento generó la rotura de la coalición centrista del exjefe del Ejército, y ahora el tiempo vuelve a jugar a favor del «Rey Bibi», Netanyahu, que retoma el timón y ve con buenos ojos unas cuartas elecciones donde podría lograr más apoyos y blindar su cargo al frente de Israel.

El giro de 180 grados de Gantz fue considerado una traición por muchos de sus votantes, que le «prestaron» el voto como única garantía viable de batir a Netanyahu. El mes pasado, la Corte Suprema invalidó la decisión de Yuli Edelstein (Likud) de congelar la actividad parlamentaria y anular la votación para un nuevo presidente de la Cámara. Muchos concebían la toma del poder del Parlamento como un primer paso efectivo para que Gantz fuera el próximo «premier», ya que permitía aprobar leyes para evitar que un inculpado por la Justicia dirigiese el país. Si no fuera porque el propio Netanyahu paralizó también el sistema judicial al imponer las restricciones por la pandemia, este mes de abril habrían empezado las audiencias por las tres causas judiciales que debe afrontar por fraude, soborno y abuso de confianza.

Ahora, los periodistas recibimos casi a diario mensajes repetitivos del equipo de prensa de Gantz: «Las negociaciones entre ambos bandos terminaron anoche, y continuarán mañana, con la intención de formar un gobierno de unidad en este momento de emergencia nacional». Formalmente, el presidente Rivlin «devolvió» el mandato de formar ese Ejecutivo a la Knesset, y los parlamentarios pueden acordar una figura de consenso que reciba el apoyo mínimo necesario (61) para ser primer ministro. Pero es muy poco probable que esto ocurra.

En la práctica, esto supone tiempo extra a favor de Netanyahu, que todavía podría sellar el acuerdo de rotación con Gantz. El pacto que tantean hace semanas supondría que «Bibi» ejercería la primera parte del mandato, de 18 meses, y Gantz asumiría el poder en octubre de 2021. Entre tanto, la formación de Gantz, junto a dos parlamentarios laboristas, obtendrían casi la mitad de ministerios. Para incluirlos, se baraja hace semanas un gabinete con más de 30 ministros en pleno declive financiero del Estado.

Pero el Likud no deja de poner palos en el camino, y la desconfianza es cada vez mayor en lo que queda de Azul y Blanco. El viernes, la formación derechista exigía limitar los poderes de la Corte Suprema, ante las probabilidades de que emita en breve una resolución vetando que un «premier» inculpado pueda ejercer en el cargo. Para el primer ministro en funciones, el tribunal es parte de un «Estado profundo» que pretende destituirle y encarcelarle, y prevé que podría haber una revuelta civil: «Las masas saldrán a las calles, y pedirán boicotear las elecciones». Si el acuerdo con Gantz no incluye limitar las capacidades del tribunal, amenaza con hacer estallar las conversaciones.

Además, las encuestas pintan bien para Netanyahu. Ante su generalmente bien considerada gestión de la pandemia del Covid-19 –donde ha acaparado la presencia mediática–, «Bibi» lograría una holgada victoria de su Likud y el bloque de derecha y los partidos religiosos. Como apunta el analista Anshel Pffefer de «Ha’aretz», «obtendría los votos necesarios para obtener una nueva legislatura sin darle la mitad (de ministerios) a Gantz, y le permitiría aprobar leyes para garantizarse la inmunidad judicial». No obstante, Pffefer alerta de que el suflé podría desinflarse en tres meses, «especialmente si la economía se recupera lentamente y sigue habiendo un millón de parados», la cifra más alta de la historia del país.

Ante las sospechas crecientes desde las filas de Gantz, la prensa local informó de que su equipo explora dar marcha atrás, reavivando la amenaza de recabar apoyos para pasar la ley de veto a Netanyahu. En teoría, siguen figurando 62 diputados que fueron electos bajo la premisa de reemplazar al líder del Likud. Pero para ello, el exjefe del Ejército debería convencer a sus ex socios de coalición Yair Lapid y Moshé Ya’alon, que le acusaron de «arrastrarse» al ejecutivo unitario. Ya’alón apeló a que «pare la negociación con Netanyahu», y Lapid propuso mantener el actual Ejecutivo en funciones para lidiar con la pandemia, y retomar las negociaciones en seis meses. Mientras tanto, Netanyahu mantiene el poder (en funciones), sin oposición en Israel.