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A Guaidó se le acaba el tiempo

Literalmente es así, pues su período como parlamentario vence legalmente el 5 de enero de 2021, y con esa legislatura todo el apoyo institucional a su gobierno interino

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En 2019 todo indicaba que un cambio de gobierno en Venezuela era posible, y hasta cercano. El presidente del parlamento, Juan Guaidó, había sido reconocido como presidente encargado del país por esa institución y casi 60 países del mundo, incluyendo casi la totalidad de todo el continente americano, la Casa Blanca mostraba un respaldo firme y hasta se amenazaba con posibles salidas militares si Nicolás Maduro se aferraba al poder y a la represión, y la esperanza de cambio entre los ciudadanos rondaba el 70%, un dato inédito desde hacía un lustro.

Un año más tarde todo eso ha cambiado. Juan Guaidó sigue siendo presidente de la Asamblea nacional y encargado del país, y aún recibe los apoyos internacionales, pero de puertas adentro el gobernante chavista sigue mandando, y con respaldo militar. La incapacidad para desplazar a Maduro del poder ha traído cansancio, desaliento y desafecto, con la popularidad de Guaidó disminuyendo unos 30 puntos en encuestas y la esperanza de cambio desplomándose. Maduro luce atornillado, gobernando sobre las ruinas.

Así el dictador avanza en su plan: secuestra partidos políticos opositores, nombra por plumazo a nuevas autoridades electorales torciendo leyes, extiende estados de emergencia que le permiten gobernar sin controles desde 2016, y aprovecha la cuarentena radical por la pandemia para establecer estados de sitio y de represión. Todo ello sin resistencia social pues la gente está agotadas, en modo supervivencia. Después de todo, explica Félix Seijas, director de la firma de opinión Delphos, se esperaba que la acción de actores externos produjeran resultados acelerados que no han ocurrido y eso condujo a una pérdida en la capacidad de movilización interna.

«Como resultado, el gobierno de Maduro se ha hecho ver como mucho más estable de lo que en realidad es», añade Seijas. Se refiere a que el gobernante igual está sentado sobre una bomba de tiempo: un país sin capacidad productiva, impedido para producir petróleo en cantidades rentables –con una dependencia de 97% del crudo– pero con la urgencia de importar bienes y alimentos; mientras los negocios se le cierran tanto por su ilegitimidad como por las sanciones impuestas por Washington y la Comunidad Europea. Se mantiene a flote poro Rusia, China y Cuba, básicamente. Estrategias desde el norte. En la oposición la situación estratégica es peor, quizá el punto más bajo de la última década.

Revisión interna

Dividida, colapsada en sus contradicciones, e imposbilitada de hablarle al público –por la cuarentena y por las censuras digitales y mediáticas impuestas–, afronta un proceso de revisión interna duro que va dejando varias bajas. Mientras en Estados Unidos Donald Trump se muestra frustrado y cansado de la falta de resultados, aunque la Casa Blanca declare que el apoyo a Guaidó es inquebrantable, quienes aún hacen llamados a esa comunidad internacional a actuar se encuentran cada vez más desoídos.

¿Trump piensa abandonar a Guaidó? El analista Luis Vicente León no lo ve posible por ahora: «Guaidó es el único líder con soporte institucional y popular, más allá del debilitamiento natural por tiempo sin resultados. No hay aún alternativas de liderazgo con ese respaldo». Pero afirma el también director de la firma Datanálisis que Washington sí busca alternativas, como «canalizar su energía para presionar una negociación en la que reconoce mejor la fuerza del adversario».

Desde hace al menos tres meses Estados Unidos propuso un Marco para la Transición Democrática, que hasta ahora no ha tenido eco en las fuerzas que acompañan a Maduro, al menos en el ámbito público. James Story, embajador del país norteamericano para Venezuela, ha insistido en que «todas las semanas hablamos con personas dentro y fuera del régimen». Pero los resultados aún no llegan tampoco.

El 13 de junio, el ministro de Información de Maduro, Jorge Rodríguez declaró que entre febrero y junio se produjeron 19 encuentros entre el chavismo y la oposición liderada por Guaidó, con el dictador participando en dos de ellas. Dijo que se buscaba acordar nuevos mecanismos electorales. En junio el régimen impuso esas autoridades y ordenó rediseñar el sistema de elección. Según el director de Datanálisis, en este momento «la posibilidad de que se produzcan acuerdos entre las partes es muy remota», y la oposición debería comenzar por asumirse en desventaja.

«Cuando reconoces el balance de fuerzas real y sabes que no arrancas ganando, entonces puedes establecer una estrategia de largo plazo. Si pretendes jugar binario al todo o nada, el resultado siempre es el mismo: nada». Y sí, mientras tanto un barco de guerra de la Armada estadounidense realizó esta semana una operación para la libertad de navegación en el Mar Caribe, bordeando aguas territoriales venezolanas y causando un reclamo por parte del régimen venezolano. Movimientos que se asumen como parte de las presiones multifactoriales hacia Maduro, pero no como un anuncio de intenciones bélicas.

Un debate abierto

A Juan Guaidó se le acaba el tiempo, literalmente. Su período como parlamentario vence legalmente el 5 de enero de 2021, y con esa legislatura todo el apoyo institucional a su gobierno interino. En las filas opositoras el debate está abierto: participar con las condiciones impuestas por la dictadura, abstenerse para deslegitimar el proceso, aprovechar la ocasión electoral de diciembre para generar movilización y presión interna, entre otras. No se está claro de cuál es el camino y el tic tac no se detiene. Mucho se ha hablado y anunciado incluso de una posible «continuidad administrativa».

Esto es que, al considerar que las elecciones de diciembre serían una farsa, no habría diputados nuevos que asumirían el parlamento. Guaidó lo ha dicho, y los jefes de dos de los otros tres partidos que lo respaldan también. Claro que de ocurrir, el interinato y hasta los diputados tendrían que terminar el exilio pues pudieran desatarse capturas por «usurpación de funciones» como pasó con los magistrados nombrados por la Asamblea Nacional para sustituir a quienes controlan el actual TSJ. Dentro del parlamento otros llaman a no entregarse a «fantasías», y a pensar si la comuidad internacional avalaría a una institución sobrepasada del tiempo que le brinda su legitimidad de origen.

En este sector se incluyen dirigentes del cuarto partido de la alianza, y hasta el influyente excandidato presidencial Henrique Capriles. Las diferencias, además, van desmoronando las estructuras. El partido Voluntad Popular, el que lidera Leopoldo López y en el cual milita Guaidó, ha tenido renuncias públicas de diputados, y varios integrantes del interinato han abandonado los cargos que tenían.

Para Luis Vicente León, si el régimen logra su objetivo de convertir a la oposición «institucional» es un movimiento de lucha en el exilio, incluso con todo el apoyo de los aliados internacionales, la posibilidad de cambio se reduce dramáticamente como pasó en Haití, Cuba o Irán. El internacionalista Luis Daniel Álvarez lo ha comparado incluso con España: «Los españoles tuvieron un gobierno en el exilio con gente muy valiosa, pero no tenía ninguna incidencia real».