Afganistán

Las complicadas negociaciones de paz entre Afganistán y los talibán

Arrancan las históricas conversaciones en Doha. Son muchos los desafíos que deberán afrontar ambas partes antes de enterrar el hacha de guerra

Abbas Stanikzai
El negociador talibán, Abbas Stanikzai, y su delegación durante la primera sesión de las negociaciones de paz con el Gobierno afgano, en Doha, QatarHussein SayedAP

El 12 de septiembre de 2020 pasará a la historia como el día en que el Gobierno afgano y los talibán se sentaron por primera vez juntos en una mesa de negociación con vistas a poner fin a más de dos décadas de conflicto. Pese a lo histórico del momento, muchas son las incógnitas y los desafíos que deberán afrontar ambas partes antes de sellar eventualmente la paz.

En primer lugar, las conversaciones llegan con seis meses de retraso con respecto al calendario que los talibán habían pactado inicialmente con Estados Unidos junto con su acuerdo de paz del 29 de febrero en Doha. La reticencia del Gobierno afgano a liberar a los 5.000 prisioneros talibán contemplados en dicha hoja de ruta fue el primer escollo, al que se sumaron también los problemas a nivel político en Kabul, principalmente a la hora de conformar el equipo negociador.

Como subraya Andrew Watkins, analista de International Crisis Group (ICG), tanto Gobierno como talibán han dado muestras de no tener ninguna prisa por iniciar las conversaciones, pero se han topado con la presión continuada de Estados Unidos, aparentemente el más interesado en que arranque un proceso que de prosperar vendría a sustentar sus planes de retirada total de sus tropas en Afganistán.

Por otra parte, las conversaciones arrancan sin una agenda ni una estructura pactada de antemano, puesto que ambas partes no han querido mantener contactos previos. Según las fuentes próximas a la planificación de las negociaciones con las que ha hablado Crisis Group, ambas partes acometen el inicio del diálogo con visiones enfrentadas.

En el caso del Gobierno, se decanta por establecer la estructura y las directrices de cara al desarrollo de las conversaciones, mientras que los talibán serían partidarios de abordar directamente las cuestiones más sustanciales. En este sentido, según el think-tank, los talibán habrían preparado recientemente los temas de discusión sobre la futura distribución de poder, que querrían abordar pronto para aprovechar su posición negociadora, que consideran más fuerte.

El secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, escucha la primera sesión de las negociaciones de paz entre el Gobierno afgano y los talibanes en Doha, Qatar
El secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, escucha la primera sesión de las negociaciones de paz entre el Gobierno afgano y los talibanes en Doha, QatarHussein SayedAP

Estados Unidos y Qatar, ¿mediadores?

Pero al margen de la agenda y la estructura de la negociación, sin duda uno de los principales escollos será la ausencia de un mediador, si bien todo parece indicar que habrá representantes estadounidenses presentes en algunas ocasiones, lo que convertiría a Estados Unidos en “facilitador de facto”, y también posiblemente de Qatar, como país anfitrión.

“Históricamente, la mediación en conversaciones de paz ha sido más exitosa en presencia de un mediador o facilitador neutral”, sostiene Watkins, una característica que no parece cumplir Estados Unidos, “parte interesada” en este conflicto habida cuenta, entre otras cosas, de la presencia de tropas en Afganistán.

El rechazo a un mediador en las conversaciones procede, según Crisis Group, del bando talibán, que quiere que las negociaciones se lleven a cabo “solo con afganos en la sala”, algo que al Gobierno de Ashraf Ghani le ha resultado difícil argumentar políticamente.

Como suele ocurrir en las conversaciones de paz, sería de esperar que las partes pactaran un alto el fuego, si bien también en este punto parece a priori improbable que los talibán accedan a ello. Este año, el grupo que fundó el mulá Omar ha accedido a dos treguas parciales de tres días con motivo de la festividad musulmana del Eid al Fitr en mayo y del Eid al Adha a finales de julio, si bien en los seis meses transcurridos desde el acuerdo con Estados Unidos no ha cesado su violencia, igual que las fuerzas afganas tampoco han interrumpido las acciones en su contra.

Una vez comiencen las discusiones sobre el alto el fuego, “seguro que surgirán desacuerdos respecto a la fecha de inicio y la modalidad de un alto el fuego permanente, como ya ocurrió con el intercambio de prisioneros”, subraya Watkins, que apunta a que el Gobierno afgano buscará que la tregua sea inmediata mientras que los talibán seguramente arrastrarán los pies por temor al impacto en sus filas que pueda tener una decisión de este tipo.

El analista de Crisis Group sostiene que las conversaciones se beneficiarían al menos de “una reducción significativa y duradera de la violencia” si bien reconoce que es más probable que esta se logre de forma incremental, “con acuerdos sobre restringir el uso de tácticas o armamento específico” como podrían ser los bombardeos aéreos del Ejército y el uso de artefactos improvisados por los talibán.

Posibles escollos

En cuanto a los escollos que pueden surgir en el camino, hay que tener en cuenta la frágil ‘entente’ sellada entre el presidente Ghani y su rival en las pasadas presidenciales, Abdulá Abdulá, a quien se ha puesto al frente del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional y con ello de los esfuerzos de paz, dado el historial de desavenencias. Una ruptura entre ambos dejaría a buen seguro muy debilitado al equipo negociador de Kabul en Doha.

Por otra parte, las negociaciones arrancan a menos de dos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El acuerdo con los talibán y el inicio de conversaciones intra-afganas ha sido una apuesta muy personal de Donald Trump, que quiere reducir a toda costa la presencia de tropas estadounidenses en el extranjero. Sin embargo, un cambio en el inquilino de la Casa Blanca podría tener un impacto en las conversaciones y también en los planes de retirada.

El secretario de Estado, Mike Pompeo, ha dejado claro que la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán está sujeta a que los talibán cumplan con lo acordado en Doha en febrero y no a cómo avancen las negociaciones de paz con el Gobierno.

Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que los talibán siguen sin cumplir su principal compromiso: romper sus históricas relaciones con Al Qaeda.

“Los lazos de los talibán con Al Qaeda son más profundos de los que a la Administración (Trump) le gustaría admitir, y cualquier futura política afgana tiene que prepararse para la eventualidad de que los talibán seguirán facilitando a Al Qaeda hasta cierto nivel”, advierten Colin P. Clarke y Asfandyar Mir en un artículo en ‘Foreign Affairs’.

Otra de las dificultades con las que se pueden topar las conversaciones es la falta de respaldo dentro de ambas partes. “El Gobierno afgano podría enfrentarse con dificultades a la hora de vender un acuerdo a aquellos contrarios a cualquier pacto con los talibán”, el Council on Foreign Relations en un informe sobre ‘Un acuerdo de paz afgano fallido’.

En el caso de los talibán, podrían tener complicado “convencer a los escépticos dentro de la Shura de Quetta”, su máximo órgano de Gobierno, "e incluso a su líder, Maulaui Haibatulá Ajundzada, añade el think-tank.

Y al margen de todo ello, hay un factor externo que seguramente intentará obstaculizar y echar por tierra el proceso de paz: Estado Islámico.

La filial en Afganistán ha tratado de torpedear en los últimos meses el arranque de las negociaciones, perpetrando sangrientos atentados que, aunque no ha reivindicado oficialmente, llevaban sus señas de identidad. El último de estos ataques ha sido el atentado con coche bomba en Kabul contra el vicepresidente, Amrulá Salé, que sobrevivió.

No obstante, el grupo también podría beneficiarse de las conversaciones y eventual acuerdo de paz, atrayendo a sus filas a talibán descontentos y perpetuando así la amenaza terrorista en el país.

Independiente de todo ello, no parece que se pueda esperar un acuerdo de paz en un lapso breve de tiempo. El Gobierno seguramente prefiera esperar a ver qué pasa en noviembre en Estados Unidos mientras que los talibán, aunque “parecen preferir un proceso rápido, están decididos a evitar parecer como el más deseoso de los dos”, advierte Watkins.