Reino Unido

Johnson se sale con la suya con el pacto post Brexit, pero a un alto precio

El texto permite evitar aranceles y cuotas, pero no la imposición de controles fronterizos y de revisiones sanitarias. Además, deja prácticamente al margen a los servicios, el 80% del PIB británico

El "premier" Boris Johnson considera cumplida su promesa de "recuperar el control" de la soberanía británica
El "premier" Boris Johnson considera cumplida su promesa de "recuperar el control" de la soberanía británicaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Aunque el acuerdo del Brexit es de mínimos, se aproxima bastante a la idea que el primer ministro británico, Boris Johnson, tenía al empezar a negociarlo y puede servir como punto de partida para ampliar la relación en el futuro.

El Gobierno británico ha vendido el pacto como la consecución de sus objetivos: mantener una zona de libre comercio sin aranceles ni cuotas al tiempo que libera al país de las regulaciones de la Unión Europea y de la jurisdicción de los tribunales comunitarios.

A cambio, el precio que paga es muy alto. Johnson sabía bien que la UE no iba a negociar una relación que le permitiese conservar los derechos que desease mientras abandonaba el club comunitario.

¿Es un Brexit duro? En gran medida sí. Pero la elección era entre susto o muerte. El propio Gobierno británico ya calculó que un acuerdo como el alcanzado en Nochebuena tendrá un impacto sobre el PIB de un 5% menos en los próximos 15 años que si se continuase en la UE.

Bruselas ya le dejó claro en 2017 a la ex primera ministra Theresa May que su estrategia de “escoge el pastel y cómelo” nunca iba a funcionar: dejar la UE tiene que acarrear fuertes contrapartidas si se quieren evitar nuevas veleidades.

Sin embargo, el pragmatismo y la presión de las empresas también obligaba a los Veintisiete a perturbar lo menos posible los intercambios comerciales. No en vano, países como Irlanda exportan más del 10% de sus mercancías a Reino Unido. Para España esas ventas representaron el 6,4% del total de sus exportaciones en los siete primeros meses de 2020.

Desde que se hizo efectivo la salida británica de la UE el pasado 31 de enero y se empezó a negociar la nueva relación, Londres apostó por un acuerdo de libre comercio más convencional, obviando sus cuatro décadas de pertenencia a la UE. La referencia que el propio Johnson fijó fue el tratado que alcanzó la UE con Canadá en 2017, el CETA centrado en el intercambio de bienes.

Pero si Canadá y Europa están separados por un océano y más de 6.000 kilómetros, entre Reino Unido y el continente apenas se interpone un estrecho de 34 kilómetros. Eso cambia todo. La UE iba a imponer condiciones más duras a su ex miembro.

El acuerdo alcanzado en Nochebuena permite evitar aranceles y cuotas, pero no la imposición de controles fronterizos y de revisiones sanitarias, lo que evidentemente retardará los procesos para comerciar con la isla. Además, deja prácticamente al margen a los servicios, que representan un 80% de la economía británica.

“El acuerdo permite el comercio libre de aranceles y cuotas de bienes [donde la UE tiene un superávit bilateral], pero no de servicios [donde Reino Unido tiene un superávit bilateral]”, subrayó James Athey, director de inversiones de Aberdeen Standard Investments, la mayor gestora británica de activos financieros.

Athey dijo, en una declaración enviada a Efe, que se trata de un pacto “bastante ajustado que está muy lejos de lo que muchos habrían esperado”,

Pese a ello, recordó que “cumple la promesa” que hizo Johnson de abandonar la unión aduanera y el mercado único y consideró que “debería reducir al mínimo las perturbaciones en las fronteras”.

La moderada reacción en la cotización de la libra esterlina, a la espera de ver cómo abren los mercados este lunes, indica que lo pactado se acerca mucho a lo que todo el mundo estaba esperando, a juicio de Ranko Berich, director del equipo de análisis de la compañía de cambio de divisas Monex Europe.

Berich también llamó la atención sobre los desajustes que puede provocar la ausencia de un acuerdo más sólido sobre servicios.

Si las empresas británicas no disponen de la llamada “equivalencia” para operar en la UE, ello “desincentivará en el mejor de los casos la inversión en servicios financieros en Reino Unido y en el peor de los casos colocará una espada de Damocles sobre la City de Londres”. a su juicio.

De cualquier forma, Johnson se muestra satisfecho. Ni siquiera las voces críticas que han surgido por las concesiones británicas en pesca apagan la euforia que predomina en las filas gubernamentales.

Al acuerdo le espera una expedita aprobación el próximo miércoles a su paso por la Cámara Baja, gracias al apoyo mayoritario que se espera de los conservadores y de la principal fuerza de la oposición, los laboristas.

“Hemos cumplido con todos los compromisos de nuestro programa: control del dinero, las fronteras, las leyes, el pescado y todo lo demás. Pero aún más importante: ahora tenemos una base para la amistad y la asociación a largo plazo con la UE como iguales soberanos”, dijo Johnson en un mensaje por wasap a sus diputados.

El servicio posventa de Downing Street se ha puesto en marcha para ensalzar los beneficios del acuerdo. Pero la mayor de sus virtudes puede ser precisamente aquello que todavía no recoge: el amplio margen que permite para construir a partir de él.