EE UU
Los demócratas trataron las políticas migratorias de Donald Trump de paranoicas, supremacistas y xenófobas.Horrorizaba la retórica de trilero, aquellas apelaciones al hombre de paja, los cuentos sobre el muro, los insultos. Pero la situación no ha mejorado. Antes al contrario, cuando su sucesor, Joe Biden, cumple dos meses en la Casa Blanca, los problemas en la frontera comienzan a acumularse, agotan los recursos y ponen a prueba los dulces mensajes electorales, la melodía de seducción azul del 3 de noviembre.
Hay más gente agolpada en el desierto, tratando de cruzar la “raya” o entregándose a la “migra”, que en los últimos veinte años. El número de familias y de menores no acompañados que solicitan asilo se ha incrementado un 168% y un 63% desde que los demócratas llegaron a la Casa Blanca. Los críticos de Biden aseguran que el crecimiento de la marea humana está relacionado con el “efecto llamada”, toda vez que la nueva Administración prometió ser más benévola.
De momento hay más de 4.000 niños en los refugios. Olvidan que en 2019 Trump afrontó una marea semejante. El Gobierno y las mayorías en el legislativo prometen una reforma de consenso. Algo ignoto desde que Ronald Reagan sacó adelante su reforma y naturalizó a millones. Biden y Nancy Pelosi quieren abrir las compuerta de la residencia legal y de una futura ciudadanía a millones de individuos.
La regulación de los “dreamers” en el aire
Los republicanos, presionados por la figura de Trump, conscientes de que este es material abonado para explotar en mítines y tertulias y de que los demócratas cabalgan sus propias contradicciones, prometen que no apoyarán las medidas teóricamente más factibles, como el intento de resolver la enquistada situación de los “dreamers”, dos millones de niños y jóvenes sin nacionalidad estadounidense, que llegaron junto a sus padres y han crecido y estudiado en Estados Unidos. Muchos de ellos no conocen otro país.
«Cielos, no», exclamó el senador Lindsey Graham, interlocutor decisivo para considerar un hipotético acuerdo, cuando le preguntaron si está a favor del plan aprobado en el Congreso. Los proyectos de ley, que buscan ofrecer salida tanto a los “dreamers” como a los trabajadores del sector agrícola, un total de 3 millones de personas, morirán en cuanto lleguen al Senado.
En el Congreso casi una decena de republicanos se mostraron favorables a regularizar la situación de los “dreamers” y 30 votaron en favor del plan para los aparceros. Pero sus posturas no encontrarán eco en la Cámara Alta. Ni Graham ni sus colegas apoyarán nada en tanto no se resuelva la incertidumbre en la frontera. Los “dreamers” tendrán que esperar, quizá de forma indefinida. Siempre habrá una oleada a mano que justifique oponerse.
Acuciada por la inestabilidad, la Casa Blanca compra tiempo mediante el uso de la Orden Ejecutiva número 42. Una orden demonizada, que impulsó Trump en marzo de 2020 y fue criticada por los mismos que ahora la emplean. Un decreto, al cabo, amparado en la situación de emergencia creada por el covid-19, y que permite a los oficiales en la frontera ignorar las peticiones de asilo, un derecho reconocido legalmente, para expulsar a los “sin papeles”.
Gracias a ella los agentes en la frontera pueden ignorar las solicitudes de asilo, invocando el argumento de que el viaje transfronterizo no es algo esencial mientras la alerta sanitaria siga vigente. Molly O´Toolle, de Los Angeles Times, recordaba que una investigación del periódico ha demostrado como de los más de 650.000 apresados en la frontera entre Estados Unidos y México, «menos del 1% ha podido buscar protección». El verbo cuenta: que hayan podido buscarla no significa que la consigan. 530.000 personas fueron deportadas, «incluidos cerca de 16.000 niños que viajan solos y casi 34.000 niños junto con sus padres». Según el periódico angelino apenas 120 personas han logrado iniciar los trámites y tienen posibilidades, «aunque sea limitadas, de obtener el asilo protección que les permite permanecer en los EE.UU».
“No vengan”
Que la situación es recia lo demuestran tanto las recientes declaraciones del propio presidente Biden como un comunicado del secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas. Entrevistado el martes en la ABC por el presentador George Stephanopoulos, Biden se dirigió directamente a los potenciales inmigrantes. «Lo diré con bastante claridad: no vengan». Explicó que la nueva Casa Blanca todavía está tratando de acomodar sus políticas. Les pidió que no abandonen sus comunidades.
El secretario Mayorkas, por su lado, aseguró que el Gobierno trabaja «con los Departamentos de Salud y Servicios Humanos, Justicia y Estado no sólo para abordar la situación actual en nuestra frontera suroeste, sino también para instituir soluciones a más largo plazo para la migración irregular». Recordó la intención de invertir «4.000 millones de dólares en los países del Triángulo Norte para abordar las causas fundamentales de la migración».
También reconoció que «la situación que enfrentamos actualmente en la frontera suroeste es difícil». Aseguró que «mantenemos nuestras fronteras seguras, hacemos cumplir nuestras leyes y nos mantenemos fieles a nuestros valores y principios». De paso enfatizó que los objetivos del nuevo Gobierno pasan por «abordar la difícil situación de los niños con arreglo a la ley y permitir que las familias estén juntas».
Dosis de AstraZeneca por más control
La noticia de que Estados Unidos enviará 2,5 millones de dosis de AstraZeneca a México levanta sospechas. Recuerda poderosamente a los tratos que abanderaba el anterior presidente. Mayorkas, por su lado, reconoce que el sistema de asilo necesita una reforma urgente. Augura parches inmediatos para reducir «de años a meses el tiempo que lleva adjudicar una solicitud de asilo al tiempo que garantizamos las garantías procesales y mejoramos el acceso a un abogado». Los republicanos hablan ya de la «crisis Biden» en la frontera.
Aconsejan que busquen soluciones a los problemas más inmediatos antes de intentar nada con los trabajadores de los invernaderos y los “dreamers”. Desde El Paso, Kevin McCarthy, líder de la minoría republicana en el Congreso, acusó a sus oponentes políticos de haber creado las condiciones para la crisis y comentó que el problema ha crecido de forma exponencial. «Somos tanto una nación de leyes como una nación de inmigrantes», responde el secretario de Seguridad Nacional, «Esa es una de nuestras tradiciones de las que más nos enorgullece».