Efecto llamada

Desesperados frente al muro de Biden

LA RAZÓN visita el campamento de El Chaparral, en Tijuana, donde miles de migrantes se preparan para pasar a EE UU o separarse de sus hijos. Se esperan cifras récord de menores no acompañados en las próximas semanas

Keylin, una migrante hondureña en busca de asilo, sostiene a su hijo Olban, de tres años, en medio de docenas de otras personas mientras esperan subir a un autobús de la patrulla fronteriza
Keylin, una migrante hondureña en busca de asilo, sostiene a su hijo Olban, de tres años, en medio de docenas de otras personas mientras esperan subir a un autobús de la patrulla fronterizaADREES LATIF

«La familia puede separarse por un tiempo si deportan a alguno de los dos. Si expulsan a uno el otro esperaría en EE UU con la niña hasta lograr cruzar de nuevo y reunificar la familia». Adán Oviedo ha decidido por primera vez emigrar junto a su familia tras la promesa del presidente estadounidense, Joe Biden, de frenar la política de Donald Trump de separar a las familias en la frontera. Esta familia hondureña espera a escasos metros del paso fronterizo de El Chaparral entre la ilusión de una nueva vida y la dureza del campamento improvisado que acoge a 1.500 latinoamericanos que esperan cambios de Biden en política migratoria para poder entrar legalmente: «Llegamos hace tres semanas por las palabras de Biden sobre las familias migrantes. Mi niña pasó fiebre. Tuvimos que ir a comprar medicamentos para que se le bajara. Muchos nenes aquí están pasando graves dificultades. No siempre quedan los medicamentos, la comida, la bebida o la ropa que amablemente las ONG de ambos lados reparten aquí. Aquí no estamos por puro gusto».

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza ha confirmado que casi 6.000 indocumentados fueron interceptados este jueves tratando de entrar al país. Las autoridades fronterizas interceptan entre 4.000 y 5.000 migrantes cada día, de los cuáles 500 son menores no acompañados. Las autoridades estadounidenses señalan que antes la mayoría eran adultos solos. Ahora se estima que cerca de la mitad son familias o menores no acompañados.

Migrantes de Centroamérica en busca de asilo en El Paso, Texas, y deportados de Estados Unidos
Migrantes de Centroamérica en busca de asilo en El Paso, Texas, y deportados de Estados UnidosJOSE LUIS GONZALEZ

El aumento de la inmigración hacia el gigante rico del norte ha generado una intensa pugna política entre demócratas y republicanos. La situación de los menores es la más dramática. Un niño mexicano de 9 años falleció el viernes al tratar de cruzar el Río Grande junto a su madre y su hermano de 3 años quienes lograron sobrevivir. Las patrullas fronterizas han rescatado a 500 personas de situaciones de peligro en los últimos cinco meses. Biden está dejando pasar a su territorio a todos los menores no acompañados «por razones humanitarias». Sin embargo, EE UU mantiene la política de expulsar a familias y adultos si no han completado el proceso de entrada al país correctamente. Por ello algunas familias acompañan a sus hijos a la frontera y los pequeños cruzan solos. La esperanza es reunirse con algún familiar que resida en Estados Unidos.

Los sistemas de asilo en la frontera entre Estados Unidos y México están desbordados. Más de 1.360 niños no acompañados han sido detenidos en las instalaciones de las oficinas migratorias más allá del límite legal de 72 horas hasta ser trasladados a un albergue. El Gobierno estadounidense confirma que en febrero llegaron 9.000 menores no acompañados. Hay 14.000 niños o adolescentes solos, la cifra más alta desde 2019.

Menores acogidos
Menores acogidosTania Nieto

Biden sostiene que el incremento del flujo migratorio no se debe al efecto llamada de su llegada a la Casa Blanca. El líder demócrata reconoció que espera que «los números se mantengan hasta los meses de verano». El volumen de migrantes en la frontera en las próximas semanas será el mayor de los últimos 20 años, según advirtió el secretario de Seguridad de EEUU, Alejandro Mayorkas. Adán conoce muy bien esta ruta migratoria. Él fue un menor no acompañado cuando empezó a trabajar en Dallas en 1999 a los 15 años. Adán fue deportado diez años después por no acudir a una citación judicial y no contar con permiso de residencia: «El trayecto está muy difícil. Hemos caminado por el país hasta llegar aquí a la frontera de Tijuana. Hace siete años traté de regresar solo a EE UU. En mitad del viaje me secuestraron en Piedras Negras, una ciudad fronteriza con Texas. Venía en el tren La Bestia. Es muy peligroso. Si no te agarras bien caes bajo el tren».

Adán recuerda su secuestro preocupado por las personas que viajan hacia la frontera: La Bestia paró, estaba solo y subí a un coche donde iba mucha gente. Nos secuestraron en una casa y llamaron a nuestras familias para pedir dinero a cambio de nuestra vida. Logré escapar. Sentía miedo. Pensaba: si no salgo de aquí me van a matar. Tomé la decisión de salir, me encomendé a Dios, me distancié un poco disimuladamente lavándome los dientes, me subí al árbol, salté la valla y corrí a otra casa pidiendo ayuda». Esta vez ha podido recorrer junto a su mujer y su hija los 2.220 kilómetros que separan la ciudad donde se instaló tras su expulsión de EE UU, Monterrey, y Tijuana. «Por suerte no nos pasó nada grave. Pasamos miedo», cuenta mientras su hija se acerca a la tienda de campaña pidiendo un beso. Adán le hace una carantoña y ríe: «Ella está feliz. Disfruta con los demás chiquillos. Por suerte no entiende bien lo qué está pasando».

La cantidad de pequeños sonrientes que hay por el campamento sorprende. Los guajes parecen ajenos a la inseguridad que les rodea. Una moto en miniatura y el juguete de un coche de Policía es el mejor entretenimiento de dos niños frente a una tienda de campaña. Ese mismo coche en tamaño real es su amenaza al cruzar la frontera. La noche ha caído en el campamento de El Chaparral. El olor a cebolla frita se expande creando un ambiente hogareño en un lugar donde nadie está en su casa. Helen Izaguirre está al mando de una pequeña placa de gas de dos fuegos: «Aquí estamos preparando como ve en una cocinita improvisada. Una señora lo comparte con nosotros. Hacer amigos es una buena forma de sobrevivir aquí. Estoy haciendo pollo frito con cebolla, papas y arroz». Esta joven hondureña de 23 años tenía un negocio de venta de baleadas, tortillas de harina típicas hondureñas.

«El negocio iba bien. Pero empezaron a extorsionarnos. Pagamos al primer grupo pero llegaron más. Nos dijeron si no pagan ya saben que pasará con ustedes. Tuvimos que huir». «Nos quedamos en México desde hace unos meses porque había visto que con Trump era imposible. Ahora con Biden tengo esperanzas. Por eso hemos venido a la frontera».