Crisis política
La izquierda abandona a Costa y empuja a Portugal a unas elecciones anticipadas
El Parlamento rechaza los Presupuestos del Gobierno con los votos de comunistas y marxistas, sus socios desde 2015
Se cumplieron las previsiones y se abrió el infierno en Portugal. Tras diez maratonianas horas de debate, el Gobierno del socialista António Costa vio caer sus Presupuestos para 2022 por el abandono de los antiguos socios de izquierda, con un último y bronco cruce de acusaciones incluido. “Llegamos al límite para encontrar las soluciones necesarias”, le espetaban los comunistas, responsables de la estocada final. “Tengo la conciencia tranquila”, replicó el primer ministro. El resultado, con 117 diputados de los 230 de la cámara en contra, anuncia no solo el fin de los Presupuestos para 2022, sino el de la propia legislatura, dado que el presidente ha dejado claro que procedería a disolver el Parlamento si el documento no pasaba. A falta de que se concreten los tiempos que marca la Constitución, Portugal mira ya a enero como posible mes para unas elecciones anticipadas, con hasta entonces un Gobierno en funciones que seguiría liderando un obstinado António Costa, que se niega a dimitir pese al mayúsculo revés.
La caída de las cuentas para el próximo año, en el que el país planeaba la recuperación con unos fondos europeos cuya ejecución ahora está en el aire, al menos durante el primer trimestre del año, marca el fin de seis años de entendimiento de las izquierdas de Portugal, unidas en un pacto que dio la vuelta al mundo en 2015 y que consistía en un Gobierno exclusivamente socialista, aunque apoyado en el Parlamento por el marxista Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués. Con su respaldo, el gabinete de Costa revirtió algunas medidas de austeridad impuestas tras el rescate de 2011, mientras contenía el gasto para poder reducir el déficit. El sistema maravilló a Bruselas y convirtió al país en un “milagro” que llegó a su fin este miércoles, hachazo para la segunda legislatura de los socialistas, que arrancó en 2019 con un cambio esencial, no pactar un gran acuerdo por escrito con comunistas y bloquistas, a los que en su lugar buscaría para situaciones puntuales. Un experimento que no se antojaba arriesgado para un Gobierno que se había quedado a ocho escaños de la mayoría absoluta, pero que ha acabado por estallar en apenas dos años, y cuando lo peor de la crisis del coronavirus había quedado atrás.
Faltan apoyos sociales y la falta de capacidad adquisitiva de los portugueses es ya insostenible, han repetido durante semanas los exsocios de izquierda, que reclamaban mayores subidas del salario mínimo, que el Gobierno quería subir en unos 40 euros, hasta llegar a los 705 mensuales; mejoras sustantivas en las pensiones, más allá del incremento de 10 euros contemplado por el Ejecutivo, y sobre todo eliminar algunas leyes laborales introducidas durante los años de la troika, al inicio de la década pasada. Costa les ha respondido que la pandemia aún no ha terminado y se debe tener cautela, recibiendo de vuelta el calificativo de “intransigente”. Con la tensión en máximos desde el lunes, cuando los comunistas anunciaron el voto en contra, el debate previo a la votación se convirtió en un reparto de culpas y anticipo de argumentos de cara a la carrera electoral, sin que hubiera siquiera intento de contactos de última hora.
Elecciones en enero
Tras la caída de las cuentas para el próximo año, todas las miradas se dirigen al presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, que prevé mover ficha en próximas horas. Ya había advertido de que en caso de que los Presupuestos fueran rechazados no perdería tiempo en disolver el Parlamento y convocar elecciones, acuciado por la llegada de unos fondos de recuperación europeos cuya ejecución inicial está ahora comprometida. Rebelo de Sousa escuchó la noche del miércoles a Costa, pero también al presidente del Parlamento, Eduardo Ferro Rodrigues, que ha pasado los últimos dos días manteniendo discretas reuniones con los líderes parlamentarios para conocer su estado de ánimo. En los próximos días procederá a recibirlos él mismo uno por uno. Son los pasos protocolarios iniciales, a los que seguirá una reunión con los agentes sociales y la convocatoria del Consejo de Estado antes de que confirme la disolución y ésta se publique oficialmente en el Diario de la República. A partir de ahí serán 60 días hasta la cita electoral, que se espera para mediados de enero con incógnitas no solo a la izquierda, temerosa de ver quién quedará peor en la fotografía ante los portugueses, a los que repele la incertidumbre política; también desde la derecha, a las que las elecciones anticipadas sorprenden en plena redefinición.
El PSD, líder de la oposición, encara sus primarias para elegir si mantiene como líder a Rui Rio o prefiere a la estrella emergente Paulo Rangel, eurodiputado que revolucionó la política hace pocas semanas al admitir públicamente su homosexualidad. El partido tenía previsto elegir entre ambos en enero, pero ya se barajan a contrarreloj escenarios para adelantar la cita a diciembre, lo que daría tiempo al vencedor para elaborar las listas electorales.
Y mientras todo se configura, el Gobierno permanecerá en funciones, con Costa al frente. “Nunca daremos la espalda a nuestras responsabilidades. Pueden contar con el gobierno para asegurar la gobernación del país, incluso en las condiciones mas adversas”, prometió el primer ministro en una primera reacción tras consumarse el rechazo a sus cuentas. Incluso con las elecciones en enero, no se espera que haya un nuevo Presupuesto al menos hasta abril, con lo que hasta entonces Portugal deberá tener como guía las cuentas que ha aplicado durante este 2021.
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