Venezuela

El estrepitoso fracaso del nuevo bolívar digital: sin confianza, con problemas y mucha incertidumbre

La moneda nacional ha pasado por su tercera reconversión en tan solo tres lustros, perdiendo un cero por cada año desde el primer cambio del chavismo

Un día, el bolívar y el dólar fueron una extraña pareja en las calles de Venezuela, pero hoy, con un mes de vida, el nuevo bolívar digital es un gran desconocido para la mayoría
Un día, el bolívar y el dólar fueron una extraña pareja en las calles de Venezuela, pero hoy, con un mes de vida, el nuevo bolívar digital es un gran desconocido para la mayoríaRAYNER PENA REFE

El pasado 1 de octubre, entró en circulación el novedoso y polémico bolívar de Venezuela. Hubo un gran escepticismo, en parte, por el plan para eliminar seis ceros a la que circulaba entonces, y aunque continuaría funcionando en papel, pasaría de llamarse bolívar soberano a bolívar digital.

El caso es que la última ocurrencia de Maduro hizo que la moneda nacional pasara por su tercera reconversión en tan solo catorce años. Desde su introducción en 1879, no tuvo ninguna reconversión hasta la “revolución bolivariana” con la que Hugo Chávez le quitó tres ceros en 2007 y lo transformó en “bolívar fuerte”; Maduro le restó cinco más en 2018 -bolívar soberano- y ahora, otros seis. Una resta total de 14 ceros a la moneda. Básicamente, la moneda venezolana ha ido perdiendo un cero por cada año que pasa desde su primer cambio.

Lo que se dijo en un principio era que buscaba así fue hacer manejables las operaciones en un país que transcurre su cuarto año de hiperinflación, aunque en verdad, las operaciones serían prácticamente igual que antes. Problemas como la conexión a Internet y los apagones dificultan poder pagar con tarjeta o mediante un sistema de transferencias virtuales llamado Pago Móvil. Y algunos ciudadanos ni siquiera saben todavía “ni qué forma tiene ni la imagen” de los nuevos billetes, como relataba a EFE una ciudadana de Caracas.

“Lo que estamos manejando es puro dólar, como si este país estuviera dolarizado. No sé qué está pasando con el presidente Nicolás Maduro que no toma las riendas. Que tome las riendas y se ponga fuerte porque todo el mundo hace lo que le da la gana”, asegura Luis García, venezolano.

Los comercios formales e informarles de algunas zonas de Venezuela exhiben los precios en dólares, e incluso, si un venezolano quiere pagar en la moneda nacional recibirá el precio, en la divisa estadounidense, teniendo que amoldarse a la tasa de cambio oficial o paralela. Adriani, vendedora de helados, explica que entre el 50 y el 70% de sus clientes pagan en dólares, pese a que sus productos no tienen unos costes muy altos, lo que favorece el uso del bolívar.

La esperanza la encarna Carolina Chacón, una emprendedora que vende chicha (un popular dulce a base de arroz o pasta) en un puesto callejero. Chacón explica que, “después de la reconversión, ha bajado mucho la cuestión (del pago) en divisa” y se ha incrementado “el efectivo en bolívar digital”. En todo caso, explica que esto no le facilita el día a día “porque, si el dólar sube, todo sube”. “En el momento en que el dólar sube, todo aumenta y, entonces, el bolívar me trae un poco de pérdida”, comenta.

Asimismo, todo apunta a que el dólar mantendrá su corona y el bolívar digitar será apenas un convidado de piedra en las transacciones venezolanas. La desconfianza que produce en la ciudadanía provoca que teman que tenerlo en el bolsillo implique pérdidas cotidianas. Y luego está su devaluación, pues 500.000.000.000.000 bolívares equivalen a un euro y con la reconversión de su moneda, aquellos venezolanos que confiaran en ella lo habrían perdido todo.

Mucha diferencia con respecto a años anteriores, pues en 1997, justo antes de que el chavismo tomara el control, 500 bolívares equivalían a un dólar (y aproximadamente también un euro). Para poner en contexto, un billón de dólares es alrededor de todo el PIB actual de España y en aquel entonces, eran 500.000.000.000.000. 24 años y una diferencia abismal.

Si existe hiperinflación no es porque el nombre de la moneda no sea el adecuado o porque los inversores estén asustados por el número de ceros, sino porque no confían en un gobierno totalmente insolvente que sigue emitiendo moneda para financiar sus insostenibles niveles de gasto.