Un año en el poder

Biden, en caída libre en las encuestas por las disputas con su partido y el fiasco en Afganistán

El presidente de EE UU se disculpó en la Cumbre del Clima por la catastrófica salida de su predecesor Trump del Acuerdo de París y prometiendo a los líderes mundiales retomar el liderazgo

Un país más dividido que nunca le terminó dando la victoria a Biden por un puñado de votos en algunos estado decisivos
Un país más dividido que nunca le terminó dando la victoria a Biden por un puñado de votos en algunos estado decisivosEVELYN HOCKSTEINREUTERS

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se presentaba esta semana en el decisivo encuentro internacional sobre cambio climático, la cumbre del COP26 en Glasgow, disculpándose por la catastrófica salida de su predecesor Donald Trump del Acuerdo de París y prometiendo a los líderes mundiales retomar el liderazgo y esforzarse por recuperar el tiempo perdido.

Aunque Biden cumple exactamente un año desde que las elecciones presidenciales de 2020 se convirtieran en la cita con las urnas más tensa de la historia estadounidense, con la consecuente polémica de un inquilino de la Casa Blanca que se negaba a abandonarla. Y poco ha podido hacer hasta ahora el demócrata para impulsar su plan de infraestructura y las decisiones políticas que definan las prioridades de la agenda de su Administración.

Hace exactamente doce meses que Trump perdió la reelección, desencadenando una agónica incertidumbre de recuento de votos, acusación de fraude, negación de resultados e incluso intento de toma de poder a la fuerza orquestado por una turba de seguidores trumpistas que asaltaron el Capitolio de EEUU. ¿Su intención? Interrumpir la designación del ganador del proceso electoral, Joe Biden, quien dejó en manos de las instituciones competentes la investigación todavía en marcha.

Un país más dividido que nunca le terminó dando la victoria a Biden por un puñado de votos en algunos estado decisivos, pero el demócrata pasó a la historia por convertirse en el presidente más votado en unas elecciones presidenciales en EEUU (más de 80 millones de votos) y también en la persona de mayor edad en hacerlo. De hecho, los 78 años recién cumplidos de Biden han hecho que muchos pongan en duda su capacidad física y mental para desempeñar el cargo más importante del mundo, y sus rivales políticos han utilizado ese argumento en su contra en incontables ocasiones.

Sin ir más lejos, algunas imágenes del presidente Biden en las que aparece dormido durante las conferencias del cambio climático en Escocia o tropezando al subir las escaleras del Air Force One, han alimentado esa teoría y ponen en duda su salud para la continuidad de su presidencia cuando culmine el primer período de cuatro años.

Pero algunas polémicas como esas, impulsadas por un Partido Republicano liderado por Trump, han acompañado al demócrata mucho antes de que tomara posesión del cargo, el pasado 20 de enero. Y convertirse en el presidente de un partido demócrata más dispar y heterogéneo que nunca sea probablemente el mayor reto político que enfrente en los próximos años.

Como senador por Delaware durante cuatro décadas y posterior vicepresidente de Obama durante dos mandatos, Joe Biden se consolidó como líder para enfrentar algunos desafíos nacionales e internacionales relevantes para su nación. Pero al presidente estadounidense todavía se le resiste el consenso necesario en el Congreso para avalar las decisiones más importantes de su Administración.

Sus promesas electorales permanecen encalladas por la zancadilla de algunos miembros de su propio partido, con ideologías diferenciadas en aspectos tan relevantes que no consiguen ponerse de acuerdo. Este mismo lunes, el senador Joe Manchin anunció en una rueda de presa negarse a apoyar proyectos de ley en la Cámara Alta al cuestionar el plan de gasto social de Biden valorado en 1,75 millones de dólares, poniendo a su partido en una situación incómoda de incalculables consecuencias.

“No conocer a fondo el impacto que el plan tendrá en la economía”, es la principal razón de Manchin para desvincularse del empate demócrata de sus 50 senadores. Sin el voto de su tocayo, el presidente Biden no podrá aprobar su plan estrella, atasco desde hace meses en el Congreso.

Además, las encuestas tampoco favorecen a Biden. El índice de aprobación del presidente de EEUU cae a un nuevo mínimo registrado de 43,4 por ciento en el promedio de encuestas elaboradas por FiveThirtyEight, disminuyendo de manera constante desde julio, cuando la variante Delta comenzó a extenderse rápidamente por el país, provocando la última ola de infecciones de COVID19.

La popularidad del presidente cayó en picado en agosto durante la precipitada salida de las tropas estadounidenses en Afganistán tras el colapso del gobierno afgano a manos de los talibanes y la trágica muerte de 13 militares estadounidense en un atentado suicida en el aeropuerto de Kabul. Asimismo, el índice de desaprobación de Biden también alcanza su máximo de promedio desde que llegó a la Casa Blanca, con un 50,7%.

Aunque todas las miradas están puestas ahora en estados y ciudades decisivas del país donde esta semana sus ciudadanos ejercen el derecho a voto en las elecciones locales y estatales. De entre ellas, destaca el estado de Virginia, tradicionalmente conservador pero de color azul desde que Obama conquistara al electorado con carisma y novedosas ideas políticas.

Mantener el estado de Virginia bajo el dominio electoral demócrata existente desde 2009 es crucial para Biden, y el mejor termómetro político electoral de cara a las próximas elecciones de mitad de mandato (noviembre 2022) donde los demócratas se juegan mantener la mayoría en ambas Cámaras del Congreso.

La cita en las urnas de esta semana, aunque no sea trascendental a nivel federal, sí ayudará a determinar el rumbo político del país de cara a las próximas elecciones presidenciales de 2024, donde los estados juegan un papel decisivo a la hora de elegir al candidato que le de a su partido la victoria.

Biden se enfrenta al mayor desafío de su carrera política liderando un partido con múltiples ideologías: progresista, moderada y la más tradicional del establishment; aunarlas en una misma voz y sólo entonces poder dar forma a las prioridades de su agenda, venciendo todos los obstáculos que, especialmente los republicanos, le planteen durante los próximos tres años de mandato.