Pandemia

La confusión y la frustración marcan el cuarto confinamiento en Austria

Con un 35% de población no inmunizada aún, el Gobierno impondrá la vacuna obligatoria a partir de febrero

La Policía aumentó la vigilancia alrededor de la catedral de San Esteban, en pleno centro de Viena
La Policía aumentó la vigilancia alrededor de la catedral de San Esteban, en pleno centro de VienaVadim GhirdaAgencia AP

Veintidós meses después de su primer contagio, Austria ha vuelto este lunes a la casilla de salida de las medidas contra la covid con un cuarto confinamiento que llega en mitad de un récord de casos, los hospitales saturados y con buena parte de la población sumida en el hartazgo y la confusión.

Restaurantes, cafeterías, tiendas, museos, teatros... El centro de Viena presentaba ayer un panorama gris de calles vacías en el primer día de aplicación de una restricción anunciada de improviso el viernes por un Gobierno que llevaba meses prometiendo que no habría más cierres, al menos para los vacunados.

En los parques y las calles sí puede verse a ciudadanos haciendo ejercicio, en aplicación de una de las excepciones más llamativas de los confinamientos “a la austríaca”: además de para hacer la compra, trabajar o ayudar a otros, está permitida “la recreación física y mental” al aire libre.

Algunos turistas, que parecen no conocer las nuevas restricciones, también pasean por una ciudad a la que el repentino confinamiento, el primer de un país de la Unión Europea (UE) durante la cuarta oleada de la pandemia, ha obligado a cambiar los planes.

El sector de la gastronomía, al que se le permite seguir sirviendo comidas y bebidas para llevar, es uno de los que con más desconcierto afronta los 20 días que, en principio, durará el cierre.

“Nos sentimos mal, no sabemos qué haremos o cuánto durará el cierre, porque ahora dicen 20 días, pero creemos que será más tiempo, es una locura”, se queja a Efe Simon Aydin, camarero del restaurante L’Opera de Viena, ubicado justo en frente de la Ópera de Viena, en pleno centro de la capital.

Austria aplicaba ya desde hace semanas medidas de seguridad en el sector de la gastronomía, el ocio y la cultura: primero la obligación de mostrar un certificado covid (test, vacunación o recuperación de la covid) y luego la prohibición de acceso a los no inmunizados, que son aún el 35% de la población.

“Esperamos continuar trabajando, pero es difícil, sin turistas no hay tanto trabajo”, explican a Efe los empleados de La Stella Bianca, un popular local italiano.

“Todas las tiendas están cerradas y hemos vuelto a trabajar desde casa. La gente no está contenta porque pensábamos que no volveríamos a entrar en otro confinamiento”, declara a Efe Chris, periodista de la emisora de televisión oe24 que informaba desde el centro de este primer día de confinamiento.

“El confinamiento no es tan duro como el que viví en España”, sostiene Paula Granero, una universitaria que, aunque sigue la mayoría de sus asignaturas en línea, puede acudir aún a clase si presenta un test PCR negativo.

Colegios abiertos

Aunque el confinamiento sigue permitiendo cierta libertad de movimiento, el teletrabajo solo se recomienda y los colegios siguen abiertos, el Gobierno espera que ayude a reducir en un 30% los contactos, el límite que los expertos creen ayudarían a reducir un índice de contagios a siete días que estaba hoy en 1.102.

Pero, además, la mayoría de expertos llevan alertando desde hace meses que si no se aumenta el porcentaje de población vacunada, que el propio Gobierno ha calificado de “vergonzoso”, será difícil evitar una quinta oleada y más confinamientos.

Ante esta “insolidaridad” e “irresponsabilidad”, de la que el Gobierno y los expertos médicos acusan a quien no se ha inmunizado, la vacunación será obligatoria a partir de febrero próximo.

Al otro lado, en lo que es una polarización social cada vez más enquistada, los no vacunados denuncian sentirse marginados y, los más radicales, el advenimiento de una dictadura de las vacunas.

Decenas de miles de personas protestaron el pasado sábado contra el confinamiento y la obligación de inmunizarse contra la covid, muchos de ellos simpatizantes del partido ultraderechista FPÖ, pero también personas que desconfían del poder excesivo del Estado, cristianos evangélicos y teóricos de la conspiración.

“Siento enfado al ver el último sábado a personas manifestándose en contra de las medidas. Se están manifestando contra sí mismos porque, si no estás vacunado, estás en peligro”, lamenta Franz Schubert, del tradicional Café Korb, en el casco histórico de la ciudad.

Conspiranoicos y antivacunas

En el polo opuesto está Jennifer Klauninger, líder de la acampada que una decena de antivacunas protagonizan desde hace semanas en un céntrico parque, entre carteles que niegan la existencia del virus y advierten de que con la vacuna se implanta un microchip para controlar a las personas.

Klauninger, antigua militante del FPÖ, asegura que continuarán en el parque “hasta que acaben las restricciones, hasta que deje de ser obligatoria la mascarilla, la vacunación, la distancia y el confinamiento”.