Opinión

¿Los rusos juegan solos?

A pesar de que se subestime su PIB, Rusia mantiene intactas sus viejas intenciones imperiales

Tropas rusas salieron de Moscú hacia Kazajistán, hace apenas dos semanas
Tropas rusas salieron de Moscú hacia Kazajistán, hace apenas dos semanaslarazonAgencia AP

Aunque la famosa frase “los rusos también juegan” nació en el mundial de Fútbol de 1958 y es atribuida al mítico Garrincha como respuesta irónica a su entrenador que repasaba las tácticas sin tener en cuenta al rival de turno (la extinta URSS), luego se convirtió en un tópico de la política en el contexto de la Guerra Fría. El caso es que los rusos juegan, y bastante, incluso en el presente parece que hasta juegan solos, al menos sin el contrapeso del siglo pasado. ¿Por qué?

Esta vez la ventaja que tienen es la subestimación que Occidente hace de la Rusia de Vladimir Putin, con la excusa de que ya no son una potencia en términos económicos. Su puesto de potencia antioccidental se lo quitó China hace tiempo. El argumento de que Rusia tiene el mismo Producto Interior Bruto (PIB) que Italia se escucha en cuanta conferencia o foro existe. PeroRusia sigue pensando como potencia y se asume como una víctima de Occidente que quiere la revancha. Lo que importa es la actitud, aunque la manía de medir todo según el nivel económico se convierte muchas veces en una miopía que impide valorar otras cosas más importantes. Amén de que la fortaleza de esos gobiernos radica en el mercado negro y la economía ilegal que no se refleja en las estadísticas formales.

Pero Rusia mantiene intactas sus viejas intenciones imperiales y se da el lujo de “hackear” industrias, bajar aviones comerciales para apresar enemigos, establecer feudos con alianza militar en América Latina, chantajear a Europa con la dependencia energética y hasta intervenir en las elecciones de Estados Unidos. Sobra decir que, además, sigue siendo el país más grande del planeta y el noveno más poblado. Y ahora acecha a Ucrania y se dispone a poner su bota militar dentro del propio espacio europeo.

Ante este escenario, un Occidente entretenido con la cultura de la cancelación (estimulada muchas veces también desde Rusia) no tiene ninguna estrategia de defensa, más allá de reeditar sanciones económicas. Incluso una parte comienza a acomodarse por activa o por pasiva al escenario probable de una Latinoamérica en manos, ya no solo de Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega; sino también de Lula da Silva y Gustavo Petro, así como de un posible continuismo inconstitucional de Andrés Manuel López Obrador. Todo esto abonaría el terreno en favor de Rusia, en franco detrimento de los valores occidentales, enmarcados en la democracia liberal y los derechos humanos.

Resulta al menos sospechoso que el revisionismo histórico y el correccionismo cultural, tan de moda en Occidente hoy, nada tenga que decir sobre los desmanes del colonialismo ruso en media Europa después de la Segunda Guerra Mundial tras el telón de acero. Pero ya no se trata solo de la batalla cultural que venimos perdiendo hace tiempo, sino de ocupación pura y dura con ejércitos invasores y aliados estratégicos militares en las narices de Estados Unidos. ¿Vamos a seguir subestimándolos a cuenta de su PIB? Es hora de entrar a la cancha de nuevo.