Elecciones en Francia

La Francia olvidada que desconfía de Macron

Los candidatos populistas buscan aglutinar el hartazgo contra las élites de los “chalecos amarillos” para dar la sorpresa en las urnas

Acto electoral del presidente francés, Emmanuel Macron, en la plaza de la localidad de Spézet, en Bretaña
Acto electoral del presidente francés, Emmanuel Macron, en la plaza de la localidad de Spézet, en BretañaIAN LANGSDONAgencia EFE

¿Y si la Francia olvidada fuera decisiva para elegir al próximo inquilino del Elíseo? Más allá de todos los clichés que el imaginario colectivo tiene y que París proyecta al mundo como vitrina turística y diplomática, hay otra Francia que durante los últimos lustros se ha ido desconectando de todo lo que ello simboliza. Una Francia que no entiende de marcas de lujo ni de la última exposición del Pompidou, cuya prioridad estos días es más el aumento del carburante que el ruido electoral de la primera vuelta.

Es esa Francia que recela de las élites parisinas y del que consideran máximo exponente, Emmanuel Macron. Es en esa Francia donde nació el movimiento de los «chalecos amarillos» que puso contra las cuerdas al actual presidente, una Francia del hartazgo que ya venía propulsada por años de abandono de mandatarios anteriores, especialmente desde la llegada de Nicolas Sarkozy al poder en 2007.

Quince años en los que se han ido recortando rutas ferroviarias que vertebraban al país en beneficio de los trenes de alta velocidad solo accesibles a partir de un buen nivel adquisitivo. Y también servicios sociales. Esa Francia que ha visto reemplazada su oficina de La Poste (correos) por una fría terminal automática que no da ni el «Bonjour». En las rotondas de esa Francia invisibilizada nacieron los «chalecos amarillos» en 2018 con el sentimiento de ser víctimas del desprecio de las élites de París. Las rotondas como punto de encuentro y también como símbolo de esa Francia que necesita el automóvil para trabajar y para vivir y que es percibida de forma casi exótica para parisinos que se desplazan en bicicleta o metro.

Cierto que Macron, buen estratega político, logró aplacar en parte al movimiento con gestos importantes a mitad de su quinquenio y luego llegó la crisis sanitaria que eclipsó todo. Pero ese malestar sigue latente y es ahora cuando puede revitalizarse como un motor decisivo en estas elecciones.

La ultraderechista Marine Le Pen, con un 23% de intención de voto según los últimos sondeos, lleva años seduciendo a la Francia del malestar. La desdiabolización de la líder del Reagrupamiento Nacional (RN) ya está consolidada lejos de las grandes urbes en parte por la ausencia del Estado y en otra por ausencia de la izquierda. Le Pen ha sido el contrapeso al credo de Macron que bien resume el prestigioso sociólogo Jérôme Fourquet en su libro «El archipiélago francés»: «La idea según la cual Francia debe reformarse para adaptarse mejor a un mundo que cambia es predominante entre las clases favorecidas. El discurso de adaptación que encarna Macron».

La Francia olvidada es el contrapunto a sus reformas y la gran incógnita de estas elecciones está en saber a qué nivel esta parte del país está movilizada contra el presidente actual. El sociólogo y politólogo Eric Fassin cuenta para LA RAZON que «sea Le Pen o Mélenchon el que se clasifique contra Macron en la segunda vuelta, la clave estará en la abstención». O traducido de otra forma, qué nivel de desmovilización podría provocar la llegada al poder de un frente anti Macron liderado desde cualquiera de los dos extremos.

En el punto de mira están esos votantes que siempre se alzaron contra la extrema derecha, pero que, al mismo tiempo, están lo suficientemente desencantados con Macron como para no perder ni un minuto de su tiempo en estos comicios. La pasividad unida al efecto anti Macron como artefacto explosivo que Le Pen y Mélenchon aspiran a accionar en la segunda vuelta para dar el golpe. Esta campaña átona motiva menos de lo habitual a los franceses y podría llevar a una tasa de abstención cercana al 30% (en 2017 fue del 22%) y los efectos de ello son imprevisibles en la segunda vuelta.

Lo que parece claro es que el poder adquisitivo es la primera preocupación de los electores según las encuestas de opinión, especialmente en esa Francia olvidada, relegando otros asuntos que hasta ayer eran imperativos como la ecología a un segundo plano y los candidatos de los extremos han sabido aprovecharlo. La guerra de Ucrania ha eclipsado la campaña, pero, al mismo tiempo, puede ser el detonante que decida, paradójicamente, el resultado final. Si hay una preocupación común que aparece en las conversaciones estos días es la inflación y la subida del precio del combustible que en esta Francia del automóvil y las distancias largas puede determinar si se llega a fin de mes. Circunstancia agravada por la guerra de Putin.

Macron sigue siendo el favorito, pero según se acerca la fecha de la primera vuelta, Le Pen va recortando distancias. La excepcionalidad del momento puede reforzar la idea de que, en medio de una crisis, mejor la continuidad de presidente. Pero el bajo perfil de estos comicios hace desconfiar a muchos analistas y es algo que también preocupa en sectores próximos a la mayoría parlamentaria de Macron. ¿Y si la otra Francia estuviese a tiempo de dar la campanada?