Opinión

La peligrosa constituyente de Pedro Castillo

El presidente de Perú, Pedro Castillo, ofrece un mensaje durante una marcha con motivo del Día Internacional del Trabajo
El presidente de Perú, Pedro Castillo, ofrece un mensaje durante una marcha con motivo del Día Internacional del TrabajoALDAIR MEJÍAAgencia EFE

Al mejor estilo del socialismo bolivariano, el presidente del Perú, Pedro Castillo, pretende redactar una nueva Constitución a partir de un proceso constituyente. La historia reciente demuestra que cambiar la constitución no resuelve el problema de la gente ni la cancerígena falta de confianza en las instituciones por parte de los ciudadanos. Al igual que ocurrió en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador, una nueva constitución pondrá en peligro el sistema de democracia representativa que enmarca la legalidad del país inca.

Como ha sido recurrente en las últimas décadas, las nuevas constituciones terminan siendo un «traje a la medida» de aquel que la convoca y dirige su redacción. Una nueva constitución representa siempre un riesgo; podría cambiarle el nombre a un país, eliminar, sustituir o añadir nuevas instituciones a conveniencia del líder. Una nueva carta magna podría traer como consecuencia la eliminación de los poderes independientes pasando a ser brazos políticos del presidente, podría redactar recursos legales que atenten contra la libertad de expresión permitiendo la persecución en contra de medios de comunicación y periodistas, además, por supuesto, de ampliar el mandato presidencial y admitir la reelección indefinida del primer mandatario.

Castillo ha pedido al Congreso que se convoque un referéndum que le pregunte a los peruanos si desean una Asamblea Nacional Constituyente que finalmente redacte una nueva constitución. Como nos tienen acostumbrados los populistas, la medida busca oxigenar su delicada y frágil legitimidad.

Con una oposición dividida y carente de propuestas, el presidente peruano -que se encuentra inmerso en una crisis política espectacular- podría haber conseguido la manera de resolver el conflicto, prácticamente «huyendo hacia adelante». Un movimiento astuto para el primer mandatario pero peligro para el futuro democrático del Perú.