Clima
300 muertos y 100.000 desplazados por las inundaciones en Nigeria
Las autoridades reconocen haber perdido el control de la situación y comparan las inundaciones con las sucedidas en 2012, cuando más de 350 personas fallecieron
Las inundaciones que afectan a Nigeria durante la época de lluvias empeoran a cada año que pasa. Desde junio de 2022, la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA) ha contabilizado más de 300 muertes como consecuencia de las avalanchas de agua, además de centenares de heridos y alrededor de 100.000 personas desplazadas de sus hogares. El presidente del país, Muhammadu Buhari, ya comunicó a finales de agosto que las inundaciones afectarían a “la vida de más de medio millón de nigerianos”, especialmente entre los residentes de los estados más poblados del norte y del Delta del Níger. De los 36 estados que conforman Nigeria, 27 se han visto afectados en mayor o menor medida por la tragedia, en lo que las autoridades han reconocido que “han perdido el control de la situación”.
Los órganos de Gobierno han culpado las inundaciones de este año al desbordamiento de algunos ríos locales, las “inusuales” lluvias y la apertura de la presa de Ladgo (ubicada en el norte de Camerún) para liberar unas grandes cantidades de agua que no pudo aguantar el cauce del río Benué. Sin embargo, un sencillo repaso a las épocas de lluvias previas en Nigeria han mostrado situaciones similares (algunas igual de dramáticas, como en 2012, donde 363 personas fallecieron y dos millones se vieron desplazadas, sin que nada se hiciera para prevenir una situación igual; o 2007, cuando ocurrió exactamente lo mismo) y no cabe duda de que la infraestructura del país es inadecuada para gestionar las grandes cantidades de agua que Nigeria recibe cada año durante la época de lluvias.
75.000 niños afectados
Las primeras alarmas saltaron en junio de este mismo año, cuando la NEMA publicó un informe que indicaba la muerte de “al menos 50 personas” en el estado norteño de Jigawa, y donde reiteraba su preocupación por las “inundaciones repentinas” que se sucedían casi a diario en determinadas localidades al norte y sur del país. Centenares de hogares tuvieron que ser abandonados en Jigawa, donde el Gobierno procuró 11 campamentos para albergar temporalmente a los refugiados.
Cabe a destacar que las inundaciones en el norte de Nigeria se barajan con el clima de inestabilidad permanente que se vive allí desde 2009, a causa del enfrentamiento entre el Gobierno y los grupos yihadistas de Boko Haram. Y ha sido precisamente en Borno, el estado nigeriano donde se inició este movimiento armado, donde las lluvias han caído con mayor furia; decenas de familias que abandonaron sus hogares a raíz del conflicto se enterarán durante las próximas semanas que sus hogares ya no existen, que terminaron arrastrados por la riada. Un estudio reciente de la OIM ha determinado que 4.989 hogares de Borno han sido dañados por las inundaciones.
La organización Save the Children anunció la semana pasada que 75.000 niños se han visto directamente afectados por las inundaciones, mientras 1.6 millones de personas del estado de Yobe (que conforman el 40% de su población) ignoran de dónde sacarán su próxima comida.
Un drama en repetición
Aunque las épocas de lluvias suelen tratarse de una simbiosis entre la abundancia y la miseria para los países africanos afectados, abundancia en los arrozales, miseria en los núcleos urbanos que son víctimas de unos sistemas de gestión de aguas ineficientes, este año parece haber sido particularmente duro. En Dakar, la capital de Senegal, tres personas murieron a principios de septiembre a causa de las fuertes inundaciones que se produjeron a lo largo de toda la ciudad. En Sudán, las víctimas mortales ya superan las 100 personas.
Esta clase de situaciones se repiten cada año. En Senegal, ante la impotencia de la población para arreglar sus hogares o para pagar por sí mismos unos sistemas que prevengan las inundaciones, los funcionarios públicos y las oenegés denuncian que el mismo proceso se repite en determinadas zonas: construyen una casa nueva, vuelven las inundaciones, se derriba la casa, construyen una casa nueva, vuelven las inundaciones, se derriba la casa, etc. Los individuos afectados aseguran que “las oenegés utilizan materiales de mala calidad para que las casas se caigan, y volver así todos los años”. Casas construidas con chapa y escuálidas vigas de madera que no tienen ninguna oportunidad para enfrentarse a la furia que arrastra el agua, que pronto se derrumban como acobardadas por enfrentarse a una criatura estacional que les es muy superior.
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