Opinión

Brasil es ahora un país aún más fracturado

La victoria de Lula da Silva es un alivio para todos y una victoria ajustada para la democracia brasileña

Simpatizantes de Luiz Inácio Lula da Silva celebran los resultados de la segunda ronda de las elecciones presidenciales
Simpatizantes de Luiz Inácio Lula da Silva celebran los resultados de la segunda ronda de las elecciones presidencialesEttore ChiereguiniAgencia EFE

Con una puntuación del 50,9%, Luiz Inácio Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores, fue elegido nuevo presidente de Brasil tras una larguísima campaña que dejó al país fracturado en dos bandos políticos que se odiaban. Con casi dos millones de votos de diferencia, Jair Bolsonaro,presidente en funciones, no podía ganar matemáticamente. Esta ajustada victoria hace prever un futuro difícil, cuando el 1 de enero de 2023 comience el tercer mandato del expresidiario Lula. Los partidarios de éste en todo Brasil tuvieron que esperar a que se contara más del 80 por ciento de los votos para ver a su campeón como vencedor en las elecciones más competitivas de la historia de Brasil.

Con un resultado del 43% en el primer escrutinio del 2 de octubre pasado, el ultraderechista Jair Bolsonaro parecía capaz de hacer una increíble «remontada» y de vencer a todas las fuerzas políticas, desde la derecha hasta la extrema izquierda, que se habían agrupado tras la candidatura de Lula. Una vez más, fueron los Estados pobres del Nordeste los que dieron la victoria a Lula y su «campo de la democracia».

Los Estados ricos del sur, como Río de Janeiro y Sao Paulo, votaron mayoritariamente por Jair Bolsonaro. La victoria de Lula deja un país profundamente fracturado, entre el Norte y el Sur, los ricos y los pobres, los tradicionalistas y los progresistas, fractura sociopolítica que observé ya hace años al asesorar la administración publica de un Estado del Norte, en el ámbito del desarrollo regional y local.

Apoyado por una base electoral sólida y radicalizada, Bolsonaro no acepta aún una derrota tan ajustada. El despliegue de barricadas en algunas carreteras y puentes por parte del ejército y la policía encargada de vigilar la red de carreteras durante la jornada de votación del domingo pasado hace prever unos días muy tensos.

Tras un enfrentamiento tan radical como violento, el nuevo presidente Lula tendrá que gobernar un país que, en su mitad, ha manifestado su adhesión a una agenda política ultraconservadora. Tendrá que hacer milagros para satisfacer al campo democrático, que lo eligió, y tratar de apaciguar a los partidarios del bolsonarismo, que, aunque Jair Bolsonaro haya sido derrotado, salió fortalecido de esta elección.

De hecho, en el Congreso, donde el Partido de los Trabajadores -el partido de Lula- y sus aliados y simpatizantes están lejos de tener mayoría, una oposición ultraderechista y poderosa espera a Lula. Así, los diputados y senadores bolsonaristas tienen suficiente fuerza política para intentar poner en marcha un procedimiento de destitución en cuanto se reanude el parlamento a principios de febrero de 2023, tras la toma de posesión del presidente el 1 de enero.

A continuación de un mandato caótico marcado por una gestión mortificante de la crisis de Covid-19, el presidente de extrema derecha ha conseguido imponer su agenda ultraconservadora y sus métodos políticos poco convencionales a un país fracturado en dos bandos que se odian. El resultado tan ajustado de esta elección presidencial extraordinaria demuestra que la trayectoria y el estilo del hombre que se presentó como un outsider en la política brasileña, no asustaron a los votantes. Un reto enorme y difícil para Lula en su tercer mandato.

A nivel internacional, la victoria de Lula también ha supuesto un alivio para los demócratas de todo el mundo. Como era de esperar, las primeras felicitaciones vinieron de los recién elegidos presidentes de izquierda en América Latina. Por primera vez, las cinco mayores economías del continente están gobernadas por la izquierda: Colombia, Chile, Argentina, Perú, México y Brasil. Lula ha prometido trabajar por la integración latinoamericana. También quiere reorientar la diplomacia brasileña. En cuanto a Estados Unidos, Joe Biden, saludó unas «elecciones libres, justas y creíbles».

El diario «Folha de Sao Paulo» había afirmado el domingo que la Casa Blanca planeaba enviar a Brasil en los próximos días al asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en caso de victoria de Lula, para reforzar el apoyo estadounidense a una transición pacífica. Con el tiempo, Jair Bolsonaro se ha convertido en un paria internacional, al igual que su homólogo ruso. Aparte del primer ministro húngaro, Viktor Orban, que dio su apoyo al presidente brasileño antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2 de octubre, los trumpistas y algunas monarquías petroleras de Oriente Medio, le quedaban pocos aliados internacionales.

Por el contrario, Lula quiere reorientar la diplomacia brasileña afirmando la centralidad de la emergencia climática y sellando una asociación estratégica con la Unión Europea mediante la implementación de un renovado acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y los Veintisiete europeos.

La victoria de Lula es un alivio para la democracia brasileña y las democracias del mundo, pero anuncia serias dificultades para el nuevo mandato carioca.