Mayoría absoluta
Netanyahu arrasa en las elecciones de Israel y se encamina a un tercer mandato
El Likud y sus aliados ultraderechistas y ultraortodoxos suman una cómoda mayoría de 65 diputados, frente a los 50 de la oposición de centro izquierda
Con apenas unas cuantas papeletas pendientes para terminar el recuento de votos en Israel, hoy se confirmó que el «Rey Bibi» volverá por todo lo alto. De los 30 escaños al Likud y 62 al bloque derechista que vaticinaron el martes las encuestas, las cifras finales se incrementaron a 32 para la formación de Beniamin Netanyahu, con un total de 65 escaños para el bloque de partidos que le apoyan. Un triunfo aplastante sobre el bloque de centro izquierda liderado por Yair Lapid, que junto a sus aliados naturales quedó en 50 escaños.
Con el índice de participación más alto desde 2015 (71,3%), la derecha nacionalista israelí salió beneficiada ante una baja participación árabe y la incapacidad de la izquierda de presentar listas unitarias para sumar fuerzas. Con la holgada victoria, se pondrá fin a la crisis política que arrastra Israel desde finales de 2019 y garantiza cuatro años de estabilidad. Los sondeos, que apuntaban a un empate técnico, fracasaron.
En el bloque de derechas y religiosos, el Likud acumuló 32 diputados, la extrema derecha Sionismo Religioso 14, y los ultraortodoxos Judaísmo Unido por la Torá 8 y Shas 11. En el centro izquierda, Yesh Atid sumó 24, Unidad Nacional 12, Israel Beitenu 5 y Avodá 4. Las dos facciones árabes, Ra’am y Jadash-Ta’al, quedaron con 5 cada una. El izquierdista Meretz quedó borrada del mapa.
«¡Bibi ha vuelto!», celebraron a lo grande en la sede electoral del Likud en Jerusalén. Bajo la premisa de proporcionar un «Gobierno de derechas estable que dure cuatro años», la campaña agresiva contra Lapid y sus «aliados» árabes funcionó incluso mejor de lo esperado. Por el contrario, el tono moderado y constructivo de Lapid no fue efectivo para poder postergar su breve obra de gobierno.
De unas elecciones en 2020 en que la Lista Unificada árabe fue tercera fuerza, los quintos comicios colocaron en esa decisiva posición al Sionismo Religioso. Bajo el tirón de su «número dos», el incendiario diputadoItamar Ben Gvir, la coalición respaldada por los colonos judíos logró absorber los votos del desaparecido Yamina, del ex «premier» Naftali Bennett. Entre gritos de «¡muerte a los terroristas!» –una alternativa legal a pedir la muerte a los árabes–, Ben Gvir prometió restaurar la soberanía sobre la tierra de Israel.
Los ultras reivindican «un Gobierno netamente derechista», donde prometen expulsar a árabes e izquierdistas desleales, dar más libertad de acción a los soldados en situaciones de tensión, y seguir expandiendo los asentamientos judíos en Cisjordania, con la posibilidad de legalizar «colonias salvajes», ilegales bajo la propia ley israelí. Entre los sectores liberales genera pánico los llamamientos a reformar el sistema judicial, con un eventual control del proceso de selección de jueces y el fantasma sobre el blindaje judicial a Netanyahu ante las tres causas de corrupción que afronta. Para tratar de calmar los ánimos, el entorno de «Bibi» aclara que pretenden «reformar» y no «liquidar» al establishment judicial.
A diferencia de Netanyahu, que logró afianzar los apoyos en su bloque y alentar a su electorado, a su adversario Lapid le achacan tibieza en la recta final de la campaña, así como la incapacidad asegurarse apoyos previos de las facciones árabes, fundamentales para la aritmética de su bloque. Hasta último momento, su bloque se aferró a la posible entrada de Balad –facción árabe antisionista– como última esperanza para sumar los 61 apoyos necesarios.
Pero el verdadero funeral se vivió entre las facciones minoritarias de la izquierda judía. «¿Estamos en la mañana del 2, o del 4 de noviembre [de 1995]?», se preguntó el comentarista Yariv Oppenheimer, rememorando el asesinato del laborista Isaac Rabin, que atestó un golpe mortal al Israel progresista y laicista. Con un Meretz borrado del mapa y Avodá (laborismo) con cuatro escaños, hay quienes se preguntaron si ya terminaron su rol en el complejo panorama político hebreo.
Desde la Casa Blanca, el aliado número uno de Israel ya muestra reticencias a la inclusión de elementos supremacistas en la próxima coalición. Altos oficiales alertan de que el nombramiento de Ben Gvir como eventual ministro al cargo de la Policía afectaría la relación bilateral, e incluso apuntaron al rechazo a colaborar con las carteras ocupadas por los ultraderechistas. Su compañero y líder del Sionismo Religioso, Betzalel Smotrich, reclama también Defensa, un rol crítico que responsable de las actuaciones del Ejército en Gaza o Cisjordania. Ante la apabullante victoria de la derecha y religiosos, la única incógnita es cómo repartirá el poder el “Rey Bibi”.
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