Golpe de Estado en Venezuela

Al coronel se le cae la careta

La Razón
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El coronel Maduro tiene menos gente que le escriba pero aún recibe cartas. La de Evo Morales no podía fallarle. Al ecuatoriano Correa casi no le queda tinta. Hace mutis en pocos días.

Sin embargo, en la OEA, la Organización de Estados Americanos de 34 miembros, brota aún el pálpito timorato. Entrometerse en asuntos internos de un país le produce dentera, lo que es normal, lo excluye la Carta de Naciones Unidas. Con todo, cuando los manejos autocráticos proceden de un gobierno de derechas los remilgos son menos, se muestra más vigilante. En esta ocasión, no obstante, las críticas a Venezuela por lo que es un golpe de Estado perpetrado desde el poder, han aumentado. Luis Almagro, secretario general de la OEA, fue crítico a principios de semana. Las alarmantes noticias del jueves le hicieron subir el tono. Tenemos que actuar sin demora, ha declarado: «Permanecer callado es una indignidad. Estamos ante un auto-golpe».

Lo melindroso de la situación viene dado por la actitud de Chile, país de acrisolada democracia y reconocido prestigio en Iberoamérica, con un Gobierno socialista de comportamiento tradicionalmente sin estridencias. El auto-golpe de Maduro sorprendió a su presidenta Bachelet –persona avezada y con experiencia internacional, fue un alto cargo de la ONU– en viaje oficial en Portugal. El caracazo le llegó cuando se encontraba en Evora recibiendo una distinción de la Universidad. Parlamentó con su canciller Muñoz en el viaje a Lisboa. Al llegar al hotel, el ministro expresó ante la prensa «la alta preocupación por el agravamiento de la situación en Venezuela». Vino la cena oficial ofrecida por el presidente Rebelo de Sousa. Concluida la misma, la presidenta hubo de salir a escena con más contundencia: «Condenaba» cualquier situación que altere el orden democrático de Venezuela.

En Colombia, país limítrofe y de agitadas relaciones con Venezuela, la ministra de Exteriores Holguín rizaba el rizo con una frase que hará las delicias de más de un humorista: el embajador colombiano en Caracas estaba «llamado a informar pero no debe calificarse como un llamado a consultas» (no ironizaré, que soy diplomático). El peruano Pablo Kuczynsky sí retiró al embajador, y la señora Bachelet, a la que empezaron a caerle críticas desde la oposición y de los propios socialistas («condenamos cualquier intento...») también pidió a su embajador que viajara a Santiago.

La OEA gusta de tomar las decisiones por consenso y Maduro está dando abundantes razones para indignarla. Sus defensores disminuyen. Ecuador, inveterado amigo en el reinado de Correa, está inmerso en elecciones con dos candidatos, el oficialista Moreno y el opositor Lasso, en reñido final de carrera. Si gana Lasso habrá titulares sobre Assange, el turbio factotum de Wikileaks refugiado desde hace cinco años en la Embajada ecuatoriana en Londres. Lasso podría ponerlo en la calle dejándolo en manos de la Policía británica, que lo entregaría a Suecia, que lo reclama. Washington sonreiría. Bolivia, sin embargo, sigue bolivariana. Morales se une a la tesis del complot imperialista contra Maduro aunque en el 2010 manifestó que disolver la Asamblea venezolana sería un golpe de Estado.

Los observadores miran a Estados Unidos y Cuba. Tomar partido activo por su bando respectivo( la oposición o Maduro, muy endeudado con La Habana) puede ser contraproducente. El yanqui Tillerson era presidente de Exxon cuando Chávez le echó mano a una inversión multimillonaria de la compañía en Venezuela. Las advertencias de Trump, sin embargo, despertarían nula simpatía en el influyente México, donde Trump es un demonio con flequillo. Raúl Castro recibe petróleo barato y fraternal de Venezuela pero el cubano, poco aperturista después de la visita de tres Papas, no está de moda.

El portavoz de Angela Merkel denuncia que «los venezolanos son rehenes de Maduro». Elocuente.

Rajoy no levanta demasiado la voz. Los venezolanos baten records en peticiones de asilo en España y las inversiones españolas maniatan al gobierno. No nos libraremos de un rebuzno de Maduro