Opinión

López Obrador, el cantamañanas

El presidente mexicano propone una «pausa» en las relaciones con España y ataca a las empresas del IBEX para esconder, entre otras cosas, su fracaso con la reforma eléctrica

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, confesó a un amigo empresario que si perdía las elecciones de 2006 se iría a «La Chingada», su rancho de Chiapas. Chingada es una palabra malsonante mexicana con varias acepciones entre ellas mandar a paseo (o a la mierda) a alguien. López Obrador no se fue a ningún sitio. Volvió a presentarse a las elecciones en 2018. Esta vez bajo una coalición liderada por su nuevo partido, Morena. Y ganó. Al llegar al poder, estableció una rueda de prensa diaria conocida como La Mañanera que no tiene un horario predefinido, pero suele durar entre dos o tres horas. Según le dé el viento. El presidente quiere dominar la agenda informativa. Hugo Chávez tuvo su programa semanal «Aló Presidente» que empezaba los domingos a las 11 de la mañana y terminaba a las 5 de la tarde, aunque podía alargarse indefinidamente. El «número dos» del chavismo, Diosdado Cabello, turra a los venezolanos «Con el Mazo Dando», un programa televisivo que utiliza para señalar a sus adversarios.

En plena verborrea mañanera y en respuesta a un periodista, López Obrador pidió este miércoles «una pausa» en las relaciones entre España y México. El presidente azteca acusó a las empresas españolas de «robar» a los mexicanos. No aclaró qué significa esa pausa, pero sí un día después, el jueves, precisó que no se trata de «una ruptura de las relaciones». No es la primera vez que el dirigente carga contra los españoles y su herencia. A los pocos meses de estar en el poder envió una carta al Rey Felipe VI en la que exigía una disculpa pública por los abusos de la Conquista. La Casa Real no respondió a la misiva, porque carece de atribuciones en política exterior, sino el Gobierno de Pedro Sánchez. López Obrador interpretó esta omisión real como un desaire. Desde entonces, las relaciones entre México y España se han enfriado y están lejos de la calidez de los años anteriores a López Obrador. En la conmemoración de los 500 años de Tenochtitlán, volvió a cargar contra España. «Les faltó humildad», dijo. Hasta aquí nada nuevo, pero, ¿por qué retoma ahora López Obrador los ataques y pone en su diana a las empresas españolas?

El presidente mexicano tiene múltiples frentes abiertos. El crimen organizado se está cebando contra la libertad de información. Seis periodistas han sido asesinados en 2022. El último, Heber López, murió a balazos al salir de su estudio de grabación. La estrategia de López Obrador de crear una Guardia Nacional para combatir la inseguridad ha fracasado.

Asimismo, su proyecto estrella autodenominado la «Cuarta Transición» se asienta sobre dos leyes fundamentales: La ley eléctrica y la ley de hidrocarburos. Estas reformas hicieron saltar las alarmas al privilegiar a las empresas estatales (la Comisión Federal de la Electricidad -CFE- y PEMEX, en pérdidas) frente a la iniciativa privada. Actualmente permanecen paralizadas por los tribunales. Pero no es el único escollo. El presidente mexicano recibió esta semana una amarga visita de John Kerry, ex secretario de Estado con Obama, y actual enviado especial de Biden para el cambio climático. Me cuentan que Kerry habría traslado a López Obrador que esa reforma eléctrica –que supone emplear más combustibles fósiles (en una etapa de descarbonización del planeta)– no es aceptable dentro del tratado de libre comercio entre EE UU, México y Canadá. «Ha sido un palo muy duro para él», me dicen. Y ¿qué hizo? Desviar la atención de la nación sacando a pasear al coco del neoliberalismo y de las empresas españolas. El viejo truco del populista.