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Chad

Chad expulsa al embajador alemán por "interferir" en la política interna del país

El Gobierno chadiano concedió el viernes un plazo de 48 horas para que Jan Christian Gordon Kricke abandone al país debido a su "actitud descortés"

Chad expulsa al embajador de Alemania por "actitud descortés" tras criticar el proceso de transición. EUROPAPRESS

“El Gobierno de la República de Chad pide a SEM Jan Christian Gordon Kricke, Embajador Extraordinario y en plenas potencias de la República Federal Alemana, que abandone el territorio chadiano en un tiempo no superior a las 48 horas. Esta decisión del Gobierno está motivada por la actitud descortés y la falta de respeto en sus usos diplomáticos por parte del embajador de Alemania, según lo prescrito por la Convención de Viena”.

Con este mensaje escueto y contundente anunciaba este viernes el gobierno chadiano la expulsión del embajador alemán, que abandonará hoy el país africano ante el estupor de los alemanes. Fuentes cercanas al gobierno confirmaron a la agencia Reuters que esta decisión vino motivada por una consecución de declaraciones hechas por el embajador alemán, en las que criticaba el retraso de las elecciones que se aseguraron después del golpe de Estado de 2021 y el fallo judicial que permitirá al actual líder del país, Mahamat Idriss Deby, presentarse a las elecciones presidenciales de 2024 con claras opciones de ganarlas.

Kricke, que ya ocupó puestos diplomáticos previos en Filipinas, Angola y la vecina Níger, habría “interferido” demasiado en la política interna del país, según comunicaron fuentes anónimas a AFP, y ya había sido advertido en repetidas ocasiones antes de ser expulsado. A muchos les resulta extraño que fuera Kricke el escogido para sufrir esta drástica decisión, desde que las embajadas de España, Francia y Holanda también criticaron duramente y de manera oficial las medidas represivas adoptadas por el actual gobierno durante las protestas ocurridas a finales de 2022, cuando decenas de civiles murieron a raíz de las cargas policiales.

Las relaciones diplomáticas entre Alemania y Chad llevan sucediéndose sin interrupciones desde 1960, año en que el país alcanzó su independencia respecto a Francia, y la página web del Ministerio de Exteriores alemán dicta que “el principal interés de Alemania en Chad es la continuación de los esfuerzos para construir un estado estable con instituciones sólidas, buen gobierno y respeto por los derechos humanos”. Asimismo, el gobierno alemán indica su apoyo a Chad “a través de proyectos de asistencia para el desarrollo de la transición y la iniciativa especial de personas desplazadas […]. La iniciativa se centra en garantizar la seguridad alimentaria y mejorar los medios de vida de la población local”. Desde Alemania han expresado su asombro ante la expulsión de su embajador, que dicen no entender “de ninguna manera”.

Pan y circo

Pero se respira un ambiente distinto en el continente. Tuiteros burkineses y malienses aplauden la medida y señalan con orgullo que sus respectivos gobiernos tomaron la iniciativa en un nuevo tipo de relaciones entre Europa y África, al expulsar en los últimos años a los embajadores franceses de sendos países. El común denominador entre Chad, Burkina Faso y Mali es que los tres países están gobernados por militares que se hicieron con el poder mediante golpes de Estado. Así se dibuja un nuevo modelo de panafricanismo militarizado, no exento de cierta rabia hacia Europa, que cobra forma en el Sahel bajo los aplausos de muchos de sus ciudadanos y que vuelve héroes a los tiranos y villanos a quienes tienen el valor de ponerles en entredicho.

Porque el presidente de Chad, Mahamat Idriss Deby, no es un ejemplo de democracia al que acudir ni un héroe digno de los aplausos africanos. Su padre fue Idriss Déby, dictador de profesión entre 1990 y 2021, año en que fue asesinado durante un combate contra insurgentes que atacaron Chad desde Libia como respuesta a sus irregularidades electorales. Su hijo efectuó entonces un golpe de Estado institucional para asegurarse el poder y prometió la celebración de elecciones libres dos años después, en 2023, pero un año antes de completarse el plazo acordado se trasladó la fecha a 2024 (de momento).

Aunque Idriss Déby (padre) fue un activo aliado de Europa y de otras naciones africanas a la hora de enfrentarse a los yihadistas que atenazan el Sahel, su gobierno no estuvo exento de abusos policiales, torturas, persecuciones políticas, ejecuciones sumarias y una retahíla de violaciones de los derechos humanos; un camino que su hijo parece dispuesto a seguir. Tanto varias potencias de la región como Estados Unidos y las naciones europeas citadas previamente han expresado en repetidas ocasiones su preocupación ante la posible extensión de esta dictadura militar que ya parece adoptar tintes familiares y que oculta su tiranía en acciones populistas, como puede ser la expulsión de un embajador que resulte molesto a sus planes.