Cumbre en Camp David

EEUU, Japón y Corea del Sur profundizan su estrategia para contener a China en Asia

Ante la amenaza de Corea del Norte y la competencia de China, Biden invita a los líderes de Japón y Corea del Sur para la importante reunión a tres bandas en EE UU. Supone un punto de inflexión para la seguridad estratégica en Asia

El presidente Joe Biden, a la izquierda, habla con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, a la derecha, antes de una reunión trilateral al margen de la Cumbre del G7 en Hiroshima, Japón, domingo 21 de mayo
El presidente Joe Biden, a la izquierda, habla con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, a la derecha, antes de una reunión trilateral al margen de la Cumbre del G7 en Hiroshima, Japón, domingo 21 de mayoASSOCIATED PRESSAgencia AP

Las crecientes amenazas de misiles de Corea del Norte y la inquietud por las capacidades e intenciones militares chinas han impulsado a Biden a invitar este viernes al presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, y al primer ministro japonés, Fumio Kishida, a Camp David, el complejo presidencial a las afueras de Washington símbolo del paso hacia la pacificación de Oriente Medio.

Se trata del primer gran evento diplomático para reforzar las alianzas desde 2015, y pondrá de manifiesto los intentos de la administración estadounidense de institucionalizar la cooperación trilateral en materia de seguridad, vinculando a los tres países en una pseudo-alianza basada en el intercambio de inteligencia, la defensa antimisiles, la ciberseguridad y el refuerzo de la disuasión nuclear.

La cumbre de Camp David pondrá una nueva guinda al pastel trilateral que se ha estado cociendo durante el último año. Esto se plasmará en una declaración conjunta, aún en fase de negociación, que establecerá una percepción e intereses compartidos en materia de seguridad, con referencias a Corea del Norte y China, así como a la guerra de Ucrania. También figuran en el orden del día un acuerdo sobre consultas mutuas en caso de crisis y la convocatoria de cumbres trilaterales anuales. Asimismo, se abordarán cuestiones de seguridad económica, como la cooperación en materia de semiconductores y los vínculos tecnológicos con Pekín.

Históricamente, las potencias han celebrado reuniones trilaterales en 12 ocasiones desde 1994, pero todas ellas al margen de conferencias internacionales. En este caso, el verdadero motor que ha hecho posible dicha celebración, ha sido la llegada de la administración Yoon y su apuesta por la reconciliación con Japón. El encuentro se produce en un momento en que los roces entre Seúl y Tokio se han relajado significativamente en los últimos meses. En marzo, Yoon dio un gran paso hacia la resolución de las disputas bilaterales sobre los trabajadores forzados coreanos de la época colonial, a pesar de la vehemente oposición de algunas víctimas y de sus rivales liberales. Además, el presidente surcoreano ha argumentado que ambos países comparten retos como la intensificación de la competencia entre Estados Unidos y China y los problemas de la cadena de suministro mundial, así como el desafiante programa nuclear de Corea del Norte.

Impulsar las operaciones conjuntas entre las dos naciones del Pacífico -cada una de ellas un aliado regional clave para EE UU- ha sido un objetivo de muchas administraciones en los últimos 40 años. Pero las enemistades históricas, especialmente en torno a las acciones de Japón en la península coreana durante la Segunda Guerra Mundial, han obstaculizado a menudo los esfuerzos por convertir a Tokio y Seúl en estrechos socios militares por derecho propio.

En un comunicado hecho público el 30 de julio, la Casa Blanca afirmó que “esta cumbre impulsará una visión compartida para hacer frente a los retos de seguridad globales y regionales, promover un orden internacional basado en normas y reforzar la prosperidad económica". Además, en una sesión informativa del Departamento de Estado Blinken aseguro que el encuentro llega “en un momento en que nuestra región y el mundo están siendo puestos a prueba por la competencia geopolítica, por la crisis climática, por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, por las provocaciones nucleares ".

La relación Estados Unidos-Japón-Corea del Sur es sólida, pues se articula en torno a dos aliados tecnológicamente avanzados que poseen capacidades defensivas importantes y albergan conjuntamente un centenar de bases militares permanentes y unos 80.000 soldados estadounidenses.

Por otra parte, el tratado de defensa mutua entre Estados Unidos y Corea del Sur cumplirá 70 años en octubre, y ambos países han pasado los últimos meses aplicando la Declaración de Washington de abril de 2023, que reitera el compromiso de disuasión ampliado frente a la creciente capacidad nuclear y de misiles de Corea del Norte. Japón, por su parte, está llevando a cabo su propia transformación en materia de defensa, con planes para duplicar su presupuesto militar en los próximos cinco años e impulsar la interoperabilidad de sus fuerzas con países como Filipinas o Australia.

Ya desde los inicios de su mandato, Biden ha trabajado para reforzar las alianzas en el Indo-Pacífico -y en todo el mundo- como forma de contrarrestar las ambiciones de China. Una de sus primeras cumbres virtuales fue la denominada Quad, en la que los líderes de Estados Unidos, Japón, Australia e India se reunieron para debatir sus intereses colectivos en materia de seguridad. Asimismo, en septiembre de 2021, Washington y Reino Unido anunciaron un plan para ayudar a Australia a desplegar submarinos de propulsión nuclear y así desafiar las pretensiones territoriales chinas en la región.

La amenaza norcoreana

No obstante, el fortalecimiento de la cooperación trilateral conlleva el riesgo de una mayor escalada de las tensiones con Pyongyang, poco dispuesta a renunciar a sus armas nucleares o a retomar las conversaciones. De hecho, el Reino Ermitaño probó el año pasado al menos 90 misiles, casi cuatro veces más que su máximo de 25 en 2017. Además, el mes pasado disparó su último misil balístico intercontinental, el Hwasong-18, como advertencia a Washington y otros adversarios. Durante una visita de inspección a una fábrica militar la semana pasada, el líder norcoreano Kim Jong-un pidió además un aumento de su producción misilística, para asegurar un "poder militar abrumador" y estar preparado para la guerra, informó la agencia estatal de noticias KCNA.

Por otra parte, la cumbre puede irritar a China y Rusia, que han criticado los recientes esfuerzos estadounidenses por reforzar sus alianzas en Europa y Asia. Ambos países realizaron maniobras militares conjuntas en el Mar de China Oriental en diciembre y en el Mar de Japón en julio. El ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, declaró en diciembre que el despliegue de un sistema de misiles de defensa costera en Paramushir, parte de las islas Kuriles rusas, respondía en parte a los esfuerzos de Washington por contener a Moscú y Pekín. Asimismo, a finales de julio, Shoigu visitó Pyongyang, presuntamente para conseguir más municiones para la guerra de Ucrania.