
Sahel
La crisis entre Argelia y Mali tiene a Marruecos como el gran beneficiado
El derribo de un dron maliense por parte de las autoridades argelinas ha desencadenado una crisis de alcance regional

El mayor peligro para un panafricanista es un africano. Un europeo puede maquinar golpes de Estado, aplicar políticas neocolonialistas, establecer criterios racistas que perpetúen una imagen distorsionada de lo que es en realidad un africano (un ser humano). Esto puede llevar a que se enfrenten el panafricanista y el europeo, no cabe duda. Pero otro africano, siempre que se coloque en una postura opuesta al panafricanista, trae consigo un nuevo componente a la ecuación que puede resultar demoledor para según qué ideario panafricano, dicho con el mismo derecho que el otro, con el mismo pasado, con las mismas necesidades a superar, con la misma legitimidad para determinar qué es lo correcto para África. Un africano (aunque profese un panafricanismo que sea distinto) tiene el derecho de discutir a un panafricanista. De arrebatarle su monopolio como vocero de todos los africanos.
Esta es una de las claves en la crisis que hace meses que ocurre entre Mali y Argelia. Los primeros, gobernados por una junta militar que se autopercibe panafricanista, perciben que un país vecino, tan africano como ellos, se sitúa directamente en su contra. De nada sirven los discursos de Assimi Goita y de Ibrahim Traoré en donde fingen que sólo ellos tienen la potestad para hablar en nombre del africano. Cuando es un europeo quien les discute, basta con señalar su origen privilegiado para silenciarle; cuando les discute otro africano, un argelino, la crisis es mayor, porque el lugar de nacimiento no es suficiente para desdeñar su postura. Hace falta presionar por otras vías. Establecer alianzas con terceras naciones; en definitiva: dividir a los africanos.
El panafricanismo de las juntas militares del Sahel, irónicamente, divide a los africanos entre aquellos que les apoyan y aquellos que no. Tanto Argelia como Mali han vivido una sucesión de encontronazos diplomáticos en el último año y que ya han sido descritos en ocasiones anteriores por LA RAZÓN, pero las últimas semanas han aportado nuevos ingredientes a la ecuación que les divide.
El desencadenante ocurrió el 1 de abril, cuando el ministerio de Defensa argelino anunció haber derribado “alrededor de la medianoche, cerca de la ciudad fronteriza de Tin-Zaouatine, un dron de reconocimiento armado que había penetrado en nuestro espacio aéreo”. Aunque no especificó su procedencia, más tarde se supo que el aparato pertenecía al ejército maliense y que había penetrado 1.6 kilómetros dentro del espacio aéreo argelino. Este acontecimiento tuvo lugar en un contexto relevante: que el ejército maliense combate en el norte del país, muy cerca de la frontera argelina, a los independentistas de Azawad agrupados en el Frente de Liberación de Azawad, pero también a grupos terroristas de corte islámico (algunos de los cuales, como el JNIM, tienen estrechos vínculos con el FLA). Desde Bamako asegurarían más tarde que el derribo ocurrió un día antes de que tuviera lugar una importante reunión en Tinzaouaten, cerca del lugar del derribo, y donde se encontrarían importantes líderes del JNIM y de Ansar Dine.
Como lleva ocurriendo desde hace años, los malienses culparon a Argelia de colaborar con los terroristas que operan en el norte de Mali. En esta ocasión, la idea de Argel, según la narrativa de Bamako, era facilitar la reunión expuesta en el párrafo anterior mediante el derribo del dron. Los argelinos, por otro lado, son claros en su postura: el dron violó el espacio aéreo maliense y esto lo volvió susceptible de ser derribado, tal y como finalmente ocurrió.
La respuesta de Bamako no se hizo esperar. El 7 de abril, Mali, Níger y Burkina Faso (las tres naciones que integran la Alianza de Estados del Sahel) retiraron a sus respectivos embajadores de Argel mientras que Mali cerró su espacio aéreo a los vuelos procedentes de Argelia. El ministerio de Exteriores argelino calificó a continuación de “mentirosas” las acusaciones de Mali y añadió en un comunicado que “no disimulan más que muy imperfectamente la búsqueda de salidas y desvíos ante el fracaso evidente de un proyecto golpista que ha encerrado a Mali en una espiral de inseguridad, inestabilidad, desolación y empobrecimiento”. Y retiró a sus embajadores de Bamako, Uagadugú y Niamey. Y cerró su espacio aéreo a los vuelos malienses, aludiendo a un principio de reciprocidad.
Como es evidente, los engranajes de la propaganda empezaron a girar. Como se decía al principio del artículo, es especialmente complicado para un panafricanista discutir a otro africano, debido a que la legitimidad de ambos está teóricamente equilibrada. Por tanto, no debería extrañar que las cuentas en redes sociales afines a las juntas del Sahel escogieron un chivo expiatorio que no pudiera rechistarles: Francia. Numerosas cuentas acusan así a los argelinos de servir como brazo ejecutor de Francia a la hora de debilitar a la junta militar maliense, aunque debería considerarse que Francia y Argelia sostienen desde hace meses su propia crisis diplomática.
Numerosas cuentas asociadas a Marruecos han participado también en la campaña en redes contra Argelia. Por ejemplo, la cuenta de X @MoroccoStrategy escribió: “En el momento en que los malienses de Francia se manifiestan pacíficamente en París para condenar los ataques de Argelia contra Malo, el régimen criminal argelino deporta a los malienses de Argelia al desierto y les obliga a regresar a casa”. Este detalle es sumamente interesante. Debe señalarse que, a medida que se degradan las relaciones entre Argelia y la Alianza de Estados del Sahel, se estrechan las relaciones de las juntas militares con Marruecos. El reino alauí aprovecha entonces los enfrentamientos de Argelia con terceras naciones para buscar un hueco y fortalecer así su liderazgo en la región. Curiosamente, considerando el supuesto ímpetu panafricanista y antifrancés de las juntas militares, el mayor aliado de Francia en el Magreb no es Argelia… es Marruecos.
La respuesta de los argelinos ha pasado por cortar el suministro de combustible que aportan a Mali, provocando una situación de escasez en el norte del país, tal y como confirmó este lunes el ministro de Industria maliense. El combustible y Marruecos, por otro lado, se unen en una nueva dimensión de esta crisis y que resulta de una relevancia vital. Si persiste el enfrentamiento entre Argelia y las juntas militares del Sahel, entra a valorar la definitiva interrupción del proyecto que pretendía conducir el gas nigeriano a través de Níger y de Argelia con dirección a Europa. Aunque el proyecto se enfrenta a un cúmulo de dificultades añadidas (incluyendo el terrorismo que prolifera en Níger y las enormes distancias que debería cubrir el gaseoducto), es de suponer que lo sucedido tiene en Marruecos al gran beneficiado. Esto sería porque la alternativa del gaseoducto pasa por Marruecos en lugar de Argelia. Ambos países han competido desde hace años por este privilegio que, desde una perspectiva realista, es probable que nunca llegue a realizarse en ninguno de los dos casos.
Aunque es posible que el gaseoducto nunca vaya a construirse (la alternativa marroquí tardaría 25 años en hacerse y también se enfrenta a trabas importantes), que la balanza se incline a favor de Marruecos trae sus beneficios: inversiones a fondo perdido, posibilidades propagandísticas, un mayor peso en el escenario regional, etc.
La crisis que se desarrolla entre Argelia y Mali ocupa múltiples dimensiones. El panafricanismo, el terrorismo, proyectos gasísticos, el combustible, Níger, Marruecos, Burkina Faso… Y el gatillo fue un dron Akinci que voló 1.6 kilómetros demasiado al norte.
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