Referéndum en Reino Unido

Cuestión generacional

La Razón
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El referéndum sobre si Reino Unido deja o no la UE está cautivando a la nación: en pubs y universidades, en televisión y redes sociales, no se habla de otra cosa. Durante años, este debate se ha mantenido bajo la superficie en la política en el país, pero ahora aparece en todas partes. Los británicos se han mostrado siempre reacios y escépticos en cuanto a la UE. Sin embargo, lo que ahora ha desencadenado el plebiscito, es el explosivo problema de la inmigración. Reino Unido tiene una economía más dinámica que la mayoría de los países de la eurozona y, debido al uso extendido del inglés, muchos ciudadanos del sur y del este de Europa se han mudado aquí para trabajar. La presión resultante en colegios y hospitales y el hecho de que los trabajadores extranjeros puedan pedir ayudas sociales para hijos dependientes que se encuentran de nuevo en Polonia o España, han provocado reivindicaciones a fin de reformar el sistema o salir de él. El resultado es una nación dividida entre los que piensan que a Reino Unido le iría mejor solo (al ser la quinta economía más grande del mundo), ya que podría controlar su propia pesca, agricultura y toma de decisiones, y los que ven más prosperidad y seguridad siendo miembros de un proyecto europeo más grande y formando parte de un mercado de 300 millones de personas.

Resulta fascinante ver la manera en la que el país se ha dividido. Hay diferencias claras entre generaciones: es más probable que voten para salir de la UE los ciudadanos mayores que recuerdan la vida antes de que el país se incorporase a la entonces llamada Comunidad Económica Europea en 1973, mientras que los votantes más jóvenes, que han crecido acostumbrados a las facilidades de viajar por Europa y quienes se ven europeos política y culturalmente, votarán más probablemente por que Reino Unido siga formando parte de la UE. Aunque, la división no es sólo generacional: hay también una gran separación entre las élites y la opinión popular. La clase política en todas sus formas, desde el Banco de Inglaterra hasta los principales organismos económicos, universidades, antiguos jefes de las Fuerzas Armadas y agencias de inteligencia y líderes políticos anteriores y actuales de todos los partidos han manifestado la fuerte convicción de quedarse en la UE, mientras que el apoyo al «Brexit» está formado por las secciones del electorado que se sienten en desventaja al formar parte de la UE y quienes sienten nostalgia y anhelo por vivir en un mundo en el que Reino Unido pueda «recuperar el control» de sus fronteras, negocios y beneficios. Sorprende la incoherencia de la agenda del «Brexit»: no hay apoyos importantes de partidos, no hay ningún manifiesto de lo que esto implicaría, no hay acuerdo en materias claves como si se debería permanecer en el mercado único, y no hay una respuesta obvia sobre cómo se llevaría a cabo la salida si ganan el 23. Lo que sí que está claro es hasta qué punto el deseo de salir está motivado por el sentimiento de que a Reino Unido no le han cuidado lo suficiente dentro de la UE y por la creencia de que un futuro mejor es posible fuera. Es un movimiento similar al populismo que apoya Trump en EE UU y partidos de derechas en diferentes partes de Europa. Aunque se trata de un fenómeno que no se acallará, lleve a donde lleve la votación del 23 de junio.

*Politólogo y prof. en la Univ. de Birmingham