Nuevo pontífice

Asuntos sociales
La hija del ex primer ministro de Israel heredó su compromiso político y ahora dirige el centro que lleva su nombre.
Hoy se cumplen 20 años del asesinato del entonces primer ministro de Israel Isaac Rabin a manos de uno de sus propios compatriotas, el extremista Yigal Amir, que acabó con su vida para así detener el proceso de paz con los palestinos que lideraba Rabin. Dos décadas después, su hija Dalia dialoga con LA RAZÓN para analizar la situación que vive actualmente Israel y el proceso de paz que dejó abierto su padre. Daila Rabin fue diputada en la Knesset, en 2001 fue nombrada la primera mujer viceministra de Defensa en la historia del país, y desde 2005 dirige el Centro Rabin. «Las discrepancias se resuelven democráticamente, no con violencia», sentencia.
–¿Cuál es el legado que dejó su padre en Israel? ¿Cómo sería la situación actual si no hubiera sido asesinado?
–La parte central de su legado es el cambio en el orden de prioridades nacionales: colocar la educación en primer lugar junto a la salud y el bienestar social. En su segundo Gobierno fueron duplicados y triplicados los presupuestos en dichas áreas. Además, de su apuesta por el desarrollo de las infraestructuras nacionales seguimos disfrutando hoy. Esa gran revolución iba de la mano con el proceso de paz. Creo que el haber comprendido que estos aspectos están interconectados es clave para entender su legado.
–¿Sirvió la muerte de Isaac Rabin para abrir los ojos a las dos partes del conflicto?
–Quiero creer que lo que hizo ese acto abominable fue permitirnos despertar y comprender que se debe condenar el asesinato y la violencia, independientemente de las discrepancias y las distintas ideologías que existan.
–¿Qué queda del proceso de paz que impulsó su padre?
–Muy a mi pesar, no veo hoy la continuación del proceso que comenzó mi padre. En los últimos años siento que no hay un liderazgo valiente que nos guíe hacia el fin de este conflicto.
–Su padre compartió con usted sus dudas acerca del reconocimiento de la OLP y de la reunión con su líder, Yaser Arafat. ¿Qué le contó tras ese histórico encuentro?
–Mi padre nunca ocultó sus sentimientos, sus sensaciones y su profunda incomodidad de cara al encuentro con Arafat. Durante muchos años fue su enemigo y ahora se iban a estrechar las manos frente a las cámaras. Mi padre comprendía con total claridad la dimensión de la responsabilidad que suponía estar al frente de Israel y desempeñar el cargo que tenía. Consideraba que su deber era garantizar para las generaciones venideras una vida en calma y seguridad, sacrificando incluso su vida por ello. Así que se mordió la lengua y le dio la mano al asesino Yaser Arafat. La paz no se hace con los amigos.
–Precisamente, el aniversario de la muerte de su padre se celebra en un momento en el que Israel vive un nuevo episodio de violencia. ¿Se habría llegado a esta situación si en vez de Netanyahu fuera su padre el primer ministro?
–La pesada sensación que me acompaña es la de oportunidad perdida. Si mi padre estuviera vivo y encabezara hoy el Gobierno, en unos años las cosas se verían diferente. Rabin entendió ya en aquel entonces que solamente hay una solución que puede hacer posible el fin del sangriento y continuo conflicto.
–En la actual oleada de asaltos, los jóvenes han tomado el liderazgo, un sector de la población con el que se trabaja en el Centro Rabin. ¿Está la juventud más polarizada en este momento?
–En nuestro centro recibimos a jóvenes maravillosos, una juventud curiosa y comprometida. Pero también escuchamos demasiado a menudo a alumnos y jóvenes en el servicio militar que justifican el asesinato y que creen en algunas de las teorías de la conspiración. Creo que tratar con quien está cargado de odio o sufre de ignorancia nos impone un mayor desafío y nos deja claro lo importante que es el trabajo educativo.
–¿Cuáles son los mensajes principales que ustedes transmiten a los jóvenes que van al Centro Rabin?
–El mensaje central es que las discrepancias no se resuelven mediante la violencia. También que en las discusiones más amargas debemos mantener las reglas del juego democráticas, sin cruzar «líneas rojas». Les planteamos la pregunta sobre su propio papel en la sociedad israelí y qué pueden hacer para que sea una sociedad más justa y una democracia más estable.
–¿Conocen las nuevas generaciones el motivo del asesinato de Isaac Rabin?
–Éste es justamente nuestro desafío: que para las nuevas generaciones, el asesinato de Rabin no sea simplemente una página más en la historia de Israel.
–¿Cómo influyó en su vida la muerte de su padre?
–Para mí, Isaac Rabin fue ante todo mi padre, quien me crió y me educó. Mi hija Noa dijo en una ocasión que «todos hablan de la pérdida de un líder, de un modelo, pero nosotros perdimos a nuestro padre, a nuestro abuelo». El dolor y su ausencia me acompañan desde entonces y estos sentimientos están conmigo en cada decisión que tomo a lo largo de mi vida. No necesito un acto oficial para saber lo mucho que echo en falta a mi padre.
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