
Poder aéreo
El despliegue de F-35 de EE UU en Corea del Sur provoca la ira de Pyongyang
El Pentágono envía diez cazas de quinta generación a la península coreana para unos ejercicios militares con Seúl, que posee una de las flotas más grandes de F-35

El reciente despliegue de aviones de combate estadounidenses F-35 en Corea del Sur ha desatado la furia de Pyongyang, que calificó la maniobra como una “provocación deliberada” que amenaza la frágil estabilidad en la península coreana. La tensión surge en medio de los ejercicios militares anuales Ulchi Freedom Shield, que Estados Unidos y Corea del Sur realizan cada año para fortalecer su cooperación defensiva.
Más de diez F-35 estadounidenses llegaron a Corea del Sur el lunes para participar en el entrenamiento intensivo día y noche, según informó Kim Yong Bok, primer vicejefe del Estado Mayor del ejército norcoreano. La llegada de estos cazas furtivos, considerados de quinta generación y entre los más avanzados del mundo, se suma a la flota surcoreana de F-35, reforzando la capacidad conjunta de ambos aliados frente a cualquier amenaza proveniente del norte.
Corea del Norte, sin embargo, ve estas maniobras como una escalada directa. Kim Yong Bok advirtió que Estados Unidos y Corea del Sur “deberían tener presente que, si persisten en el mencionado ensayo militar, sin duda afrontarán una situación desagradable y pagarán un alto precio”. Pyongyang también condenó la posible futura permanencia de F-35 en bases surcoreanas como Kunsan, lo que considera un “nuevo récord en la historia de los aventureros ejercicios de guerra entre Estados Unidos y Corea del Sur”.
El contexto geopolítico amplifica la tensión. Corea del Norte ha abandonado oficialmente la meta de reunificación con el sur, mientras intensifica sus programas de armas nucleares y misiles balísticos intercontinentales, con la asistencia indirecta que expertos occidentales atribuyen a Rusia. Por su parte, Estados Unidos busca reforzar la interoperabilidad con sus aliados en Asia-Pacífico, incluyendo Japón y Australia, en una estrategia de contención frente al creciente poder militar chino.
El despliegue de F-35 forma parte de esta estrategia. Estos cazas furtivos no solo permiten entrenamientos avanzados, sino que mejoran la capacidad de respuesta frente a ataques nucleares hipotéticos, un escenario que Corea del Sur ha integrado en sus ejercicios recientes. La Flota estadounidense ya opera aviones F-35 en Japón, incluyendo variantes B y C embarcadas en buques anfibios y portaaviones, además de planear despliegues rotativos en bases estratégicas cerca de China y Corea del Sur.
El presidente surcoreano, Lee Jae Myung, quien visitó ayer la Casa Blanca, anunció un aumento del gasto en defensa y un rol más activo en la seguridad regional, mientras Estados Unidos reafirma su presencia con 28.500 soldados en Corea del Sur. El general Xavier Brunson, comandante de las fuerzas estadounidenses en la península, destacó que los ejercicios Ulchi Freedom Shield son puramente defensivos y representan una demostración de la fortaleza de la alianza entre ambos países.
A pesar de los esfuerzos por proyectar estabilidad, la realidad en la frontera es tensa. Esta semana, unos 30 soldados norcoreanos cruzaron la Línea de Demarcación Militar, lo que llevó a disparos de advertencia del sur. Pyongyang calificó esta reacción como una “grave provocación”, mientras que Seúl aseguró que no hubo enfrentamiento directo y los soldados regresaron a su territorio.
Además de la tensión con Corea del Norte, el despliegue de F-35 ha generado preocupación en China. La embajada china en Washington declaró que el posicionamiento de armas ofensivas cerca de su territorio convierte a la región en un “polvorín” y pidió a Estados Unidos respetar la estabilidad regional.
En este escenario, los F-35 no son solo símbolos de poder tecnológico, sino herramientas estratégicas que reconfiguran la presencia militar estadounidense en Asia. Con Corea del Norte aumentando su arsenal nuclear y Corea del Sur expandiendo su flota de cazas furtivos, la península coreana permanece en un delicado equilibrio entre disuasión, provocación y negociación, mientras la comunidad internacional observa con cautela cualquier movimiento que pueda escalar el conflicto.
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