Tiroteos en Estados Unidos

El FBI no investigó una segunda alerta sobre Nikolas Cruz

La agencia admite que no siguió el protocolo y pide perdón. El joven necesitó sólo ocho minutos para cumplir la «venganza».

PAMiles de personas participan en la vigila en recuerdo de las 17 víctimas mortales/Efe
PAMiles de personas participan en la vigila en recuerdo de las 17 víctimas mortales/Efelarazon

La agencia admite que no siguió el protocolo y pide perdón. El joven necesitó sólo ocho minutos para cumplir la «venganza».

Nikolas Cruz alega que escuchaba voces que le daban órdenes. Igual que David Berkowitz, el Hijo de Sam, que obedecía a un demonio con forma de perro. Berkowitz asesinó a seis personas en Nueva York entre 1976 y 1977. Cruz, de 19 años, mató a 17 personas en unos minutos de plomo y furia. Después arrojó su AR-15 y subió al tercer piso del Marjory Stoneman Douglas High School, su antiguo instituto en Parkland, Florida. Abandonó el recinto camuflado entre otros estudiantes. Entró en un McDonald's, en un Subway. Bebió un refresco. Cincuenta minutos más tarde era detenido.

Gana en detalles el relato de la masacre. Crecen los matices e interrogantes en torno al asesino. Un crío con tendencias antisociales. Posiblemente deprimido. Huérfano. Hijo de unos padres que lo dieron en adopción al nacer. Los adoptivos murieron. Roger Cruz de un infarto cuando Cruz era un niño; la madre, Lynda Cruz, en noviembre, de neumonía. Cruz sólo necesitó ocho minutos para cometer la matanza. Un pasillo. Un aula. Otra. Otra más. El AR-15 vomitaba fuego. Un pandemónium de gritos, hipos y estampidas...

Apenas un año antes, febrero de 2017, Cruz había comprado su arma en una tienda del sur del Estado, Sunrise Tactical Supply. Ubicada en Coral Springs, permanece cerrada. Incluso resulta imposible acceder a su web. El joven no despertó sospechas. Rellenó todos los controles necesarios. Respondió lo correcto, lo homologado y previsible. No compró munición, quizás para no llamar más la atención. Además, ¿quién iba a imaginar que podría hacer daño a nadie? ¿Cómo prever que un postadolescente con un arma de combate aliñaría una ensalada de órganos reventados y astillas de hueso?

Ayer el FBI admitió que había sido alertado dos veces. La primera en 2017, cuando un tal Nikolas Cruz escribió bajo un vídeo de Youtube que proyectaba ser un profesional de los tiroteos en las escuelas. Visitaron al youtuber. Ni sabía nada del tal Cruz ni el FBI fue capaz de identificarlo. Pero los agentes sí acudieron a casa de Cruz con anterioridad, aunque de momento desconocemos los motivos. Y ayer mismo la agencia pedía perdón tras explicar que el 5 de enero recibió un aviso de alguien cercano al joven. Alertaba de su peligrosidad. De la posibilidad de que cometiera una matanza. Un portavoz del FBI ha admitido que según «los protocolos establecidos, la información debería haber sido evaluada [...] y enviada a la oficina en Miami, donde habrían tomado las medidas apropiadas. Hemos determinado que los protocolos no se siguieron».

Sabemos que presumía de sus armas. Sus notas eran buenas. Torturaba animales. Lo expulsaron del instituto. Comenzó a trabajar en el Dollar Tree local, equivalente a nuestros «Todo a 1 euro». Posiblemente fue Cruz el que este verano, después de que el médico Henry Bello asesinara a una persona e hiriera a otras cinco en un hospital del Bronx, escribió que «puedo hacerlo mucho mejor». En declaraciones a CNN unos vecinos de la criatura explican que en octubre disparó durante dos días seguidos una pistola de aire comprimido en el jardín de su casa. Vestía unos calzoncillos. En ocasiones apuntó hacia la ventana de la pareja.

El alcalde de Parkland sospecha que recibió tratamiento psiquiátrico en el pasado. La Liga Antidifamación, que vigila a los grupos racistas de EE UU, entrevistó a un supuesto líder del grupo Republic of Florida. Les confirmó que conocían al muchacho. Horas después negaban cualquier relación. Pero nadie ha descartado que escribiera los mensajes de odio. Su obsesión con la violencia. El romance con las pistolas. La evidencia de una psique alterada. Está hundido, insiste su abogada, Melisa McNeill, que lo ha descrito como «un ser humano roto». Se especula con que aleguen un trastorno mental para evitar la posibilidad de una condena a muerte.