Estrategia fallida

Desde 1947, los defensores de las fuerzas aéreas han exagerado a menudo su potencial de acabar por las bravas los conflictos, interviniendo contra infraestructuras industriales, militares y políticas imprescindibles. Sin embargo, los enemigos como las fuerzas comunistas vietnamitas de los años 60 o los actuales guerrilleros del Estado Islámico de Irak y Siria saben encontrar formas de sobreponerse a las limitadas intervenciones aéreas. Aunque la campaña se haya ampliado a Siria, desplegar efectivos sobre el terreno es imprescindible a la hora de obligar al EI de Irak y Siria a concentrar sus fuerzas en posiciones ofensivas o defensivas, lo que proporciona lucrativos objetivos no sólo de camino al frente de batalla, sino también en la retaguardia del enemigo. En ausencia de una campaña militar eficaz terrestre, el enemigo se dispersa para concentrarse en momentos y lugares de su conveniencia, lo que concede al enemigo la iniciativa y prolonga de manera inevitable el conflicto.

Bagdadi y sus lugartenientes, habiendo escuchado las reiteradas intervenciones de Obama hablando del hartazgo del pueblo estadounidense con la guerra, ahora saben que un conflicto más largo los favorece. Teniendo en cuenta la naturaleza de este enemigo, el compromiso rápido y robusto de efectivos sobre el terreno resulta crítico de cara a una conclusión exitosa. El general jubilado de la Fuerza Aérea de EE UU Michael Hayden, soberbio funcionario de la Inteligencia, definía correctamente el atractivo de la fuerza como la oferta de una gratificación rápida a expensas de resultados duraderos. La Fuerza Aérea es una herramienta poderosa, pero su potencial se alcanza mejor si se utiliza en coordinación con el despliegue eficaz de efectivos terrestres. Teniendo en cuenta la naturaleza de las filas del EI, con una campaña concertada de bombardeos pero sin una iniciativa terrestre será improbable salir airoso.

* Director de investigación del Instituto de Estudios Estratégicos en Pensilvania