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Primer aniversario

Un año sin Isabel II, el gran pilar en el que se fundamentó el Reino Unido global

El heredero, Carlos III ha apostado por construir un legado de estabilidad y continuidad en medio de un contexto nacional e internacional turbulento

Un tributo a la reina Isabel II en Piccadilly Circus, un día después de su fallecimiento Bernat ArmangueAP

En geopolítica es clave el llamado "poder blando" (del inglés "soft power"). Se trata de la habilidad de un Estado para persuadir a otros evitando el uso de la fuerza o coerción, valiéndose de medios más sutiles, como su cultura, modelo social o valores. El gran pilar con el que Reino Unido cimentó su influencia global en el último siglo fue Isabel II. Durante las siete décadas que duró su reinado -el más largo de la historia del país- fue una constante en una era de rápidos cambios sociales y políticos. De ahí que su fallecimiento, del que se cumple ahora un año, marcara un importante punto de inflexión.

Sobre todo en el contexto de una nueva "Global Britain" que busca posicionarse en el tablero mundial en la era post Brexit y la particular tormenta que atraviesa la propia Familia Real. Carlos III no es tan popular como su madre y debe hacer frente además a los escándalos y acusaciones de su hijo menor, el príncipe Harry, convertido en uno de los principales críticos de ´La Firma´ desde que decidiera romper vínculos para iniciar una nueva vida en los Estados Unidos.

Isabel II falleció el 8 de septiembre de 2022 a los 96 años en su residencia de verano, el castillo de Balmoral (Escocia) rodeada de su familia. “La última monarca global”, matizó Serge Schmemann, columnista en The New York Times. No le faltaba razón. Se antoja difícil volver a encontrar a una imagen tan ampliamente reconocida a ambos lados del Atlántico. Y tan respetada, incluso por los republicanos independentistas escoceses, cuyo órdago secesionista con la promesa de un nuevo referéndum ha quedado ahora completamente mermado ante la gran crisis que atraviesa el Partido Nacionalista Escocés (SNP), tras la dimisión de la que fuera su líder, Nicola Sturgeon.

La muerte de Isabel II coincidió con uno de los momentos de máxima inestabilidad política en el Reino Unido. En poco más de dos meses, los británicos tuvieron hasta tres inquilinos distintos en Downing Street evidenciando así el agotamiento del Partido Conservador que, tras más de trece años en el poder, está abocado a perder las elecciones previstas para el próximo año, según indican todas las encuestas.

Tras el populismo y excentricidades de Boris Johnson y el caos económico provocado por la fugaz Liz Truss, el actual primer ministro, Rishi Sunak, ha traído el deseado sosiego. Ha continuado además con el liderazgo que ha demostrado Londres en Occidente ante la invasión de Ucrania por parte de Rusia. No obstante, la autoridad del líder `tory´ siempre estará mermada al haber sido elegido por un proceso de primarias del partido, no por el veredicto del electorado en las urnas.

Pese a su euroescepticismo, el pragmatismo de Sunak logró sellar a principios de año un nuevo pacto con la UE para resolver la polémica sobre los nuevos controles aduaneros post Brexit que hay que imponer en Irlanda del Norte. No obstante, la provincia británica sigue sin gobierno de coalición y el silencio en el parlamento de Belfast, que se extiende ya por más de un año, ha incrementado la actividad de los grupos disidentes, como el nuevo IRA, responsable del intento de asesinato a un policía el pasado mes de febrero.

Crisis de credibilidad

El gran reto de Sunak es ganar credibilidad y, ante todo, cumplir las cinco promesas que ha hecho: reducir la inflación a la mitad este año (los precios cayeron en julio al 6,8% anual frente al 7,9% de junio, pero aún están muy lejos del objetivo del 2% del Banco de Inglaterra); reducir las listas de espera del Sistema Nacional de Salud, reducir la deuda, hacer crecer la economía y, lo más controvertido de todo, detener las embarcaciones ilegales.

Esto último es una de las cuestiones que más preocupa al electorado, pero es donde está cosechando más polémica, ya que su controvertido plan migratorio para detener y expulsar del país a los solicitantes de asilo que lleguen por vías irregulares podría violar la Convección Europea de Derechos Humanos.

El Brexit no ha traído el control de las fronteras, principal mantra de la causa euroescéptica. Tanto la inmigración legal como ilegal se ha incrementado en el último año. Es más, el número de inmigrantes que han llegado por rutas irregulares ha alcanzado cifras récord. Tampoco ha creado una prosperidad económica. El Fondo Monetario Internacional predijo que el Reino Unido será el único país del G7 con crecimiento negativo en 2023.

Con todo, el divorcio europeo sí ha permitido a Londres adherirse al Acuerdo Integral y Progresista para la Asociación Transpacífico (CPTPP) lo que le convierte en un actor clave en el Indopacífico. No solo está donde se mueven ahora todas las fichas de la política internacional ante la amenaza de China, sino que lo hace desde una posición privilegiada, al ser el único país europeo en sentarse en la mesa de un importante club (cuyo PIB iguala al de la UE) y ante todo con una voz —y sobre todo un veto— con el que ni siquiera cuenta el mismísimo Estados Unidos.

Tras el Brexit, el Indopacífico es ahora un punto clave para la política de Exterior y Seguridad Nacional del Reino Unido. No obstante, la relación con la UE sigue siendo prioridad estratégica, como quedó demostrado con el primer viaje al exterior que realizó Carlos III tras acceder al trono.

Si con Isabel II el destino elegido fue la Commonwealth -la mancomunidad de naciones con lazos históricos con el Reino Unido que ocupa ahora papel secundario- con su sucesor se eligió Alemania y Francia, aunque el viaje a París tuvo que posponerse en el último momento por las violentas manifestaciones contra la reforma de pensiones implantada por Macron.

Durante su larga etapa como heredero, Carlos siempre estuvo a la sombra de su madre. Siempre existió el debate sobre qué ocurriría cuando Isabel II ya no estuviera. Es más, se llegó a especular con la posibilidad de que Carlos abdicara directamente en su hijo Guillermo, quien junto a Catalina, es visto por muchos como la verdadera figura de continuidad y futuro de la institución.

Sin embargo, una vez que accedió al trono a sus 73 años todas las dudas se disiparon. Ha habido manifestaciones republicanas e incluso arrestos a jóvenes que han tirado huevos al monarca en actos públicos -algo impensable con su madre-. No obstante, la popularidad del actual jefe de Estado, que pasará el primer aniversario de la muerte de Isabel II en la más estricta intimidad, ha aumentado de manera considerable debido al “efecto transición”.

Al haber sido la persona que más tiempo ha estado a la espera del trono en la historia del Reino Unido, muchos esperaban que Carlos III realizara cambios radicales en la monarquía. Su coronación, el pasado mes de mayo, se interpretó como toda una declaración de intenciones. La ceremonia tuvo importantes cambios respecto a la de Isabel II en 1953. Hubo mujeres obispas, fue más multirracial y más multiconfesional porque el objetivo, al fin y al cabo, era reflejar la actual sociedad británica, donde el primer ministro es indio y practica el hinduismo y el alcalde de Londres es musulmán.

Con todo, los signos de este primer año en el trono indican un enfoque más cauteloso. Un alto asesor comentaba recientemente desde el anonimato a "The Times" que el mantra del Palacio de Buckingham es: “Será lo mismo, pero diferente”. El objetivo es que el monarca sea un líder mundial en cuestiones como el cambio climático, una de sus grandes obsesiones desde hace años. Pero sin romper su papel constitucional, algo que no cumplió durante su etapa como heredero al inmiscuirse en asuntos políticos.

En los años ochenta, sus planes para estimular “la rehabilitación del centro de Londres” irritaron profundamente a Margaret Thatcher. Durante el Gobierno de Tony Blair, advirtió que si se cambiaba “la ley para la caza del zorro” abandonaría el país y pasaría el resto de su vida “esquiando”. Pero ahora es un ejemplo de neutralidad política que se exige a la institución, algo con lo que no todos contaban.

Una fuente que conoce bien la maquinaria palaciega apuntaba al rotativo británico que, a medida que se acerca su 75 cumpleaños en noviembre, el rey y sus asesores han tomado una decisión estratégica para construir un legado de estabilidad y continuidad. De haber accedido al trono más joven, según su círculo cercano, habría sido “un rey bastante reformista”. Pero lo ha asumido ya en edad de jubilación y en un momento además conflictivo para la nación, con divisiones políticas, dificultades económicas y tiempos inciertos en el tablero geopolítico con la guerra de Ucrania. Por lo tanto, habría decidido dejar a su primogénito, el príncipe Guillermo, el papel para ejecutar los cambios.

No son pocos los frentes que Carlos III tiene abiertos dentro de la propia Firma. Desde que abandonara la Familia Real, su hijo menor, Harry, no cesa en sus críticas con sus documentales en Netflix, una de sus actuales fuentes de financiación. Por otra parte, pese a que está apartado de la agenda pública tras el escándalo por supuestos abusos a menores, el hermano del monarca, Andrés, sigue siendo una figura más que problemática.

Con todo, Carlos III -que siempre trabaja durante todo el día, saltándose el almuerzo y prefiriendo un trozo de tarta con Camilla para el té- ha encontrado el cariño del pueblo. Su apretada agenda de compromisos le convierte además en un monarca más accesible que su madre, a quien en sus últimos años apenas se le vio en público por sus problemas de salud.

Tras la coronación del actual rey en mayo, una encuesta de Ipsos encontró que el 63 por ciento de los británicos pensaba que estaba haciendo un buen trabajo, seis puntos porcentuales más que en abril.

Carlos y Camilla han continuado en gran medida con su rutina, viviendo en Clarence House durante la semana y viajando a menudo a Highgrove, su casa en Gloucestershire, los fines de semana. Pero, según asegura su círculo cercano, él cree que “para defender lo mejor de la tradición que refleja Reino Unido de hoy, sabe que no todo puede permanecer igual para siempre”.

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