Francia

Baile de sillas en la corte de Macron: ¿Un relevo en Matignon para recuperar el impulso tras la reforma de las pensiones?

El controvertido ministro del Interior, Gérald Darmanin, no oculta su ambición: "¿Qué monaguillo no ha soñado con ser Papa?"

French President, Emmanuel Macron, and Gerald Darmanin (C-R), Interior Minister of France, meet supporters during a visit to the town hall in Denain.
El presidente Emmanuel Macron, junto a su ministro del Interior Gerald Darmanin DPA vía Europa Press

A sus 40 escasos años y con una popularidad que parece estar siempre en la cuerda floja, el ministro del interior de Francia, Gérald Darmanin, sueña con ocupar el puesto mayor del gabinete de Emmanuel Macron. Y ante la situación de crisis que atraviesa el país tras la promulgación de la polémica reforma de jubilaciones, Darmanin tenga quizás el momento propicio para sentarse en esa anhelada silla. La actual première, Elisabeth Borne, se ha convertido en el rostro de la intransigencia del gobierno ante las fuertes huelgas y protestas de calle que ha vivido Francia desde hace tres meses y por ende, está en evidente peligro de remoción. Justo detrás de ella, respirándole en la nuca, se encuentra el ministro Darmanin, que ya no oculta su deseo de reemplazarla.

¿Pero quién es Gérald Darmanin? A nivel familiar, es un francés de origen extranjero y humilde. Nieto de un soldado argelino al servicio del ejército francés e hijo de una empleada doméstica, Gérald Moussa Darmanin es un abogado convertido en figura política por su propio esfuerzo. Enamorado desde los 16 años de la derecha francesa, logra su primera gran victoria de la mano del partido UMP en 2012, cuando fue electo como uno de los diputados más jóvenes de la Asamblea Nacional a sus 29 años.

A partir de ese triunfo electoral, comenzó a despertar el interés del expresidente Nicolás Sarkozy y fue escalando peldaños en su entorno hasta llegar a ser jefe de campaña del partido “Les Républicains” en 2017.

Tras abandonar la organización a causa del escándalo de corrupción que envolvió al candidato presidencial François Fillon, y tal como hicieron muchos sarkozystas en los años subsiguientes, Darmanin decidió arrimarse a las filas del recién estrenado presidente, Emmanuel Macron. Fue nombrado rápidamente ministro de Cuentas Públicas en mayo de 2017.

Según su círculo más allegado, a partir de ese nombramiento su fidelidad hacia Macron se volvió absoluta. Y la confianza del mandatario hacia él también. El presidente le escucha y se apoya en su criterio. Nada más parece tener importancia.

Desde el año 2020, Darmanin ocupa el puesto de ministro del Interior, sobreviviendo a críticas de todo el país, acusaciones de abuso sexual e incluso un poco de resistencia dentro del mismo entorno macronista. Y es allí donde está su talón de Aquiles: Darmanin es querido por el presidente pero sumamente impopular en la calle.

Las primeras en rechazarle son las mujeres. En las paredes de París no es raro encontrarse con pintas que califican a Darmanin de violador, misógino o machista. Una furia originada por la demanda de Sophie Patterson-Spatz en 2017 quien asegura que el ministro la obligó a mantener relaciones sexuales con él en 2009, como “moneda de cambio” para ayudarle a limpiar su expediente judicial. Darmanin era un joven consejero jurídico de 26 años y sostiene que la relación fue consentida. A lo largo de seis años, la causa ha sido desestimada cinco veces y en cada etapa del proceso, Emmanuel Macron lo ha defendido a capa y espada, argumentando siempre la presunción de inocencia.

Pero no sólo las mujeres lo señalan. Darmanin también se ha ganado la antipatía de los cientos de miles de manifestantes que han salido a las calles en los últimos tres meses para rechazar la reforma de pensiones. El ministro, apodado “el primer policía de Francia”, es el responsable mayor de la represión de las protestas. Es él quien da la orden de lanzar gas lacrimógeno y chorros de agua o de detener cientos de personas en las calles. Bajo su mando está la polémica brigada Brav-M, un cuerpo policial de élite que actúa en binomios de agentes motorizados y vestidos de negro, acusado de ser sumamente violento a la hora de poner orden. En redes sociales, abundan los videos donde la Brav-M se sirve sin piedad de la porra y los puños contra los manifestantes, incluso en situaciones donde hay una relativa calma. Los partidos de izquierda han solicitado el desmantelamiento de esta brigada pero Darmanin ha hecho oídos sordos.

Ante este panorama, sería de una enorme ingenuidad – y un verdadero contrasentido - pensar que reemplazar a la primera ministra Elisabeth Borne con Gérald Darmanin puede ayudar a calmar los ánimos en Francia.

Mientras tanto, la ambición de Darmanin se muestra discreta pero presente, incluso mucho más allá del puesto de primer ministro. Cuando la prensa le ha preguntado si quisiera lanzarse a la presidencia de Francia en un futuro, no ha dudado en responder con una frase folclórica pero reveladora: “¿Qué monaguillo no ha soñado con ser Papa?”