Yihadismo

Los gobiernos del Sahel centran sus ataques en eliminar líderes yihadistas

Más de seis comandantes yihadistas han sido neutralizados por las fuerzas militares del Sahel en lo que llevamos de 2024

Ghaly, cabecilla del JNIM de Al Qaeda en el Sahel
Ghaly, cabecilla del JNIM de Al Qaeda en el SahelArchivo

Descabezar a la serpiente es una estrategia habitual de los gobiernos africanos a la hora de combatir al yihadismo. Cada pocas semanas se conoce así que un líder radical ha sido abatido por las fuerzas de seguridad de Mali, Burkina Faso o Nigeria, descabezando a la serpiente y entorpeciendo su capacidad operativa.

El último líder yihadista abatido fue Hassane Idrissa Boly, conocido comandante de Grupo de Apoyo al Islam y los Hermanos Musulmanes (JNIM). Boly, que fue eliminado el 20 de febrero junto con algunos de sus lugartenientes en una combate contra las fuerzas burkinesas, saltó a la infamia en 2019, al tratarse de uno de los responsables del bloqueo de la localidad de Nouna y del pillaje de varios pueblos en Kossi y Banwa. Además, en 2020 planeó y ejecutó una serie de ataques contra civiles y miembros del ejército de Burkina Faso en la zona de Barani. Su final puede leerse como un duro golpe a las capacidades operativas del JNIM y tanto el gobierno burkinés como la Alianza de Estados del Sahel (AES) comunicaron su muerte en redes sociales con el acento de la victoria.

Boly no es el único líder yihadista en ser abatido en los últimos meses. El ejército burkinés también neutralizó en una operación aérea ejecutada el 21 de enero al número dos del Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS), Harouna Oulel. Oulel ejecutaba su influencia en la zona conocida como las tres fronteras y estaba considerado como un jefe de operaciones de gran relevancia para los objetivos yihadistas. Abdoul Wahab Ould Choghib, miembro destacado del EIGS, también fue abatido por el ejército maliense durante un combate en Inarabane a finales de enero, igual que ocurrió en el mes de noviembre de 2023 con su hermano, Alwan Ould Choghib. La muerte de Abdoul Wahab, que servía de enlace entre el EIGS y varios pueblos de la zona, además de considerarse uno de los instigadores de las matanzas de civiles acontecidas en la región Gao durante los últimos años, puede leerse como una victoria más de las fuerzas armadas del Sahel contra los principales líderes yihadistas. Habría que sumarle también la muerte de Hamadjiré Bah, líder local de la Katiba Macina y que fue abatido por las FAMA el 14 de febrero.

El líder más destacado que ha sido eliminado en las últimas semanas sería, sin embargo, Ba'a Shuwa, líder del Estado Islámico de África Occidental en Nigeria y percusor de numerosas operaciones en la zona del Lago Chad, que conecta los territorios de Nigeria, Camerún, Chad y Níger. El liderazgo de Shuwa comenzó en 2021, después de que el cabecilla anterior de la región, Abubakar Shekau, se suicidara, y su influencia se extendía dentro del eje Tombuctú y Alagarno, en el sur de Borno, cubriendo una extensa área donde los ataques yihadistas y la virulencia de los mismos están a la orden del día. Su final vino de la mano de un ataque aéreo ejecutado por el ejército nigeriano.

El uso de drones Bayraktar TB2 de fabricación turca, adquiridos en los últimos años por los gobiernos maliense, nigeriano y burkinés, facilitan en primer lugar la selección y posterior erradicación de líderes yihadistas como objetivos clave. Aunque la falta de efectivos sobre el terreno que puedan valorar y verificar los objetivos ha llevado en ocasiones al bombardeo de civiles por error, un correcto desarrollo operativo permite que los drones bombardeen allí donde las tropas terrestres no tienen acceso. Igualmente, en Burkina Faso se está desarrollando una ofensiva determinada dentro del marco de una “guerra total” y que ha provocado un drástico aumento de fallecidos en todos los sectores de la población, ya sean yihadistas y militares, o civiles que son hostigados por medio de matanzas y masacres efectuadas tanto por los yihadistas como por las fuerzas de seguridad burkinesas. Esta ofensiva, liderada por Ibrahim Traoré, vuelve más frecuentes los enfrentamientos directos entre los muyahidines y las fuerzas de seguridad, aumentando notablemente las posibilidades de eliminar a un mando de importancia (como ocurrió con la muerte de Boly).

Beneficios y retos

El resultado inmediato de decapitar a la serpiente puede traducirse como una importante traba operativa para los yihadistas. Sujetos como Idrissa Boly se encargan de organizar los ataques para buscar un mayor impacto en términos militares pero también propagandísticos, mientras que las operaciones de venganza por la muerte de sus líderes, como aquella realizada por el JNIM el 21 de febrero contra el campamento militar de Niono (Mali), reflejan la desorganización que acompaña a la eliminación de la cabeza pensante. El ataque de Niono se saldó entonces con un fracaso, una retirada desorganizada y decenas de yihadistas abatidos por las FAMA.

Aparte de los jugosos resultados que ofrece en términos propagandísticos a los gobiernos implicados, donde las juntas militares del Sahel sostienen su influencia popular en este tipo de acciones, diez años de lucha antiterrorista en el Sahel han obligado a adaptar las estrategias a la realidad del terreno. En los años previos se ha demostrado que eliminar a muyahidines “rasos” no llevará necesariamente a la erradicación de la amenaza yihadista, porque la maquinaria de reclutamiento e incentivos que ofrecen los diferentes grupos armados permiten reponer rápidamente las pérdidas que puedan sufrir. Decapitar a la serpiente parece ser, sin embargo, una alternativa viable para los gobiernos africanos que buscan reorganizar su estrategia tras la salida de Francia de la región.

Dos retos a los que se enfrenta esta alternativa estratégica serían, primero, que los grupos yihadistas no tardan en reorganizarse y buscar nuevos liderazgos que sustituyan a los caídos, por lo que la intensidad con que se abate a estos líderes tendrá que ser superior a la capacidad de los grupos terroristas de reorganizarse. Por otro lado, se ha percibido un aumento en los ataques terroristas contra objetivos civiles de forma proporcional a las muertes de los dirigentes mencionados. Y segundo, que esta falta de organización, aunque sea temporal, impide a los yihadistas acometer misiones demasiado complejas, como pueden ser los ataques a puestos militares, mientras que enfocar la violencia contra objetivos civiles constituye un resultado (ampliar el terror) fácil de conseguir y sin apenas riesgo.

La guerra contra el yihadismo en el Sahel, aunque silenciada por los medios de comunicación occidentales, está en marcha: las matanzas de civiles se registran casi semanalmente, los combates y los ataque son diarios en las naciones afectadas mientras avanza la campaña que pretende erradicar las bases del liderazgo yihadista. Cada acción cuenta en este enfrentamiento crucial para la estabilización de África Occidental.