Ucrania

«La guerra me ha hecho darme cuenta de lo poco que valoramos nuestra vida cotidiana»

Un año después de la invasión rusa, LA RAZÓN reúne a tres ucranianos que narran sus duras experiencias

Una joven ucraniana acude al cementerio de Bucha, escenario de una de las mayores matanzas del Ejército ruso durante el primer año de invasión
Una joven ucraniana acude al cementerio de Bucha, escenario de una de las mayores matanzas del Ejército ruso durante el primer año de invasiónDaniel ColeAgencia AP

«Lo que más me impresionó es que nadie huyera. Cuando todo comenzó temía que la gente se diera pronto por vencida. En cambio, todos se juntaron, comenzaron a remolcar tanques rusos o derribar drones con botellas. Yo también me sorprendí por no tener miedo». Marina Rubizhanska, de 24 años, arriesgó todo durante el medio año que pasó bajo la ocupación rusa, pero cree que debía ocurrir para hallar el amor verdadero.

Cuando las bombas rusas comenzaron a caer en Járkiv, Marina decidió mudarse con sus padres, que vivían en Malyi Burluk, creyendo que sería más seguro. Pero el pueblo pronto se vio ocupado, volviéndose la vida más difícil para la familia, que nunca ocultó su identidad ucraniana.

Marina Rubizhanska
Marina RubizhanskaLA RAZÓN

«Acudieron a mi madre, que trabajaba como bibliotecaria, en busca de libros en ucraniano para quemarlos», relata. Con orgullo, dice que los rusos no pudieron encontrar varios libros sobre la historia de Ucrania y la bandera que su familia escondió en su jardín. Su padre, jefe de la aldea, fue llevado a un centro de detención ilegal donde lo golpearon brutalmente y amenazaron con matar a su esposa e hija si no decía dónde vivían los veteranos del Ejército ucraniano. Nunca se rindió y fue liberado después de varias semanas, cuenta Marina.

Estaba extremadamente feliz cuando los rusos huyeron ante la ofensiva ucraniana en septiembre. El pueblo, a algunos kilómetros de la frontera, es todavía bombardeado regularmente. Aun así, Marina podía respirar libremente. Se enamoró de Kostia, un soldado de Mykolaiv, con quien se casó. «La guerra me ha hecho darme cuenta de lo poco que valorábamos nuestra vida cotidiana, que ahora echo mucho de menos. Sin embargo, ha dejado todo más claro y ha mostrado la verdadera esencia de las personas, así como de nuestros vecinos rusos». Marina es optimista: «Quiero creer que pronto habrá muy buenas noticias».

Las buenas noticias son lo que el 16% de los ucranianos que permanece lejos de sus hogares por el miedo de bombardeos y ocupación necesita. Olena, de 63 años, que huyó a Leópolis desde Kramatorsk (Donetsk) ya experimentó la guerra una vez, cuando la ciudad estuvo ocupada en 2014. «Daba miedo incluso caminar por la call», dice. «Desearía que se hubiera hecho más para fortalecer nuestro Ejército. Sin embargo, nuestros líderes prometieron que todo estaría bien», recuerda.

Olena teje redes de camuflaje para el Ejército ucraniano
Olena teje redes de camuflaje para el Ejército ucranianoLA RAZÓN

El primer día de la invasión, fuertes explosiones sacudieron su casa y la hizo creer que su vida podía acabar. «Nos escondimos en el sótano, pero pronto nos dimos cuenta de que podíamos quedar enterrados allí si la casa se derrumbaba sobre nosotros». Su hijo insistió en que Olena huyera y ella cogió un tren hacia lo desconocido. Terminó quedándose en Leópolis. Cada día ayuda a hacer redes de camuflaje para los soldados. Incluso cuando decidió abandonar la ciudad, pensó que podría regresar pronto. «Era primavera y la gente se arrepentía de dejar sus jardines». No sabe cuándo podrá volver. «Espero que la situación en Bajmut, que está muy cerca de mi casa, se resuelva pronto. Me siento muy bien en Leópolis, pero cuando sea seguro volveré».

Mucho depende de si los soldados ucranianos reciben suficiente apoyo. Anatoliy Stasiuk, de 36 años, es uno de los que se ofrecieron como voluntarios para repeler los ataques rusos e hicieron posibles las contraofensivas ucranianas. Poco después, resultó gravemente herido por una mina cerca de Kreminna. Se está recuperando después de que le amputaron un pie. «Lo estamos pasando junto con compañeros soldados, mi esposa y familia», comparte. Le duele que cada vez quedan menos miembros de su unidad con vida.

«Los rusos tienen mucha gente a la que pueden movilizar, mientras nosotros empezamos a quedarnos no solo sin bastante equipo, sino también sin la gente, especialmente gente motivada», explica. Siente que los socios extranjeros están dando largas con las entregas de equipo y municiones que son demasiado lentas y demasiado pequeñas. «Parece como si Occidente no quisiera que ganáramos y solo nos dan lo que necesitamos para no dejar que los orcos [rusos] avancen más», lamenta Anatoliy.

A Anatoliy Stasiuk le amputaron un pie tras un bombardeo
A Anatoliy Stasiuk le amputaron un pie tras un bombardeoLA RAZÓN

Esto significa que la guerra continuará por mucho tiempo, cree el soldado. Subraya que los orcos no tienen forma de retirarse después de anexar territorios ucranianos. “No los entregarán así como así, mientras nosotros no tengamos fuerzas suficientes para recuperarlos”.

Anatoliy también indica que sería extremadamente importante para los ucranianos ver que se logran avances en la lucha contra la burocracia superflua y la corrupción. Dice que psicológicamente es muy difícil recuperarse de la lesión que le cambió la vida y sería aún más difícil si no fuera por el apoyo de la familia y su fe en Dios. Afortunadamente, también hay muchos voluntarios que visitan a los heridos en los hospitales y los asisten.

Subraya que no se arrepiente de nada. “Si pudiera hacer retroceder el tiempo, me volvería a ofrecer como voluntario para hacer lo que tenía que hacer. Proteger a la Patria lo mejor que pudiera”.