Francia, en la encrucijada
Iñaki Gil, autor de «Arde París»: «A Macron se le acusa de destruir un sistema y no construir una alternativa»
El veterano corresponsal se sumerge en su nuevo libro en la realidad de una Francia «desarticulada» por la desigualdad
Describía Manuel Chaves Nogales en La agonía de Francia el clima moral del país previo a la ocupación nazi, y trataba de despejar la gran incógnita: cómo pudo uno de los faros de la democracia liberal sucumbir de la forma en que lo hizo ante el avance aparentemente inexorable del totalitarismo. Casi un siglo después, el veterano corresponsal Iñaki Gil (Vitoria, 1958) toma el pulso de Francia con igual precisión en las páginas de Arde París. La nueva revolución francesa (Círculo de Tiza, 2023), un libro de referencia para comprender las profundas transformaciones sociales del país, que han cristalizado, por poner algunos ejemplos recientes, en el desvanecimiento de los partidos políticos tradicionales, la aparición desafiante de Emmanuel Macron y la normalización de la extrema derecha de Marine Le Pen, las revueltas de los chalecos amarillos y el estallido de la banlieue. Por no mencionar las secuelas del Covid-19 y la cruenta batalla de la reforma de las pensiones, que acabó con la subida de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. Gil, corresponsal en la ciudad de la luz en dos etapas con el diario El Mundo, la primera entre 1994 y 1998, y la segunda entre 2018 y 2021, cree que el país ha quedado desarticulado por la desigualdad, que responde entre otras causas a los efectos de la desindustrialización y su incapacidad para asimilar la inmigración.
«Es cierto que la derecha tradicional está tentada por las ideas extremistas de Le Pen y la izquierda tradicional prácticamente ha desaparecido», subraya. «Pero lo importante es que los electorados no están tan ideologizados. No es que en Francia haya tres grupos, como pueden ser los liberales, la derecha y la izquierda; es que hay dos: los optimistas, aquellos que están conformes con la situación económica y votan en masa a Macron, y las clases populares, depauperadas por la globalización, que se decantan mayoritariamente por Le Pen o por [el izquierdista Jean-Luc] Mélenchon». El periodista pone el foco en la franja de votantes de este último –entre el 13% y el 17%– que optan por la papeleta de Le Pen en segunda vuelta. «Es algo que aquí, por ejemplo, sería impensable». Para Gil, se trata de un voto de protesta que se canaliza hacia el candidato que más se oponga al establishment.
El sistema de valores del siglo pasado que enraizaban el cristianismo y el comunismo quebró. Emergieron en su lugar nuevas divisiones sociológicas que hoy condicionan la convivencia: centro vs. periferia, acomodados vs. agraviados, élite vs. clases populares. Así surgió en 2018 el extraño fenómeno de los gilets jeunes o chalecos amarillos, cuando una parte del país tomó por la fuerza las rotondas para protestar contra la subida de la tasa del gasoil. «Esa gente que vive en las periferias necesita el coche. No está en la miseria; está al límite», señala Gil.
—Y en ese ecosistema apareció Macron, a quien dedica varios capítulos del libro y define como un «bonapartista».
—Porque ejerce un poder vertical, reformista, dispuesto a hacer cambios de régimen por completo. También por ese gusto por la acción, por esa capacidad para tomar decisiones. Ahora bien, ¿qué hay después de Macron? No lo sé. Se le acusa de haber sabido destruir el sistema, pero de no haber sabido construir una alternativa. Faltan cuatro años, pero Le Pen se presentará y de momento lidera las encuestas.
La aceptación de la líder del antiguo Frente Nacional, hoy reconvertido en Reagrupación Nacional tras un convulso proceso de «desdiabolización», ha sacado rédito del último estallido de la violencia en el extrarradio francés tras el homicidio a manos de la Policía del joven Nahel. Aunque Gil sostiene que su gran problema es «la falta de altura presidencial», Le Pen ha visto cómo buena parte de su agenda ha ido calando en la sociedad francesa. «Ella sigue la estela de su padre [Jean-Marie Le Pen, fundador del partido], quien transforma los movimientos fascistas en populismos modernos, y el tema principal de estos populismos es la inmigración», explica. «Son temas que están ahí, que preocupan, como la islamización del barrio, la violencia callejera o el tráfico de drogas, ante los cuales Macron ofrece mano dura pero interpretada de una forma menos demagógica que Le Pen».
«Una cosa es acertar con los temas y otra, con las soluciones», puntualiza el periodista, que carga notas, gráficos y apuntes para desenmarañar una problemática que cíclicamente sacude los cimientos de la República. Gil pone énfasis en el elevado nivel de violencia y en la impotencia del Estado a la hora de integrar a los hijos de los inmigrantes que, al menos sobre el papel, son ciudadanos franceses de pleno derecho.
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