
Asia
India y Pakistán, al límite de una guerra de consecuencias imprevisibles
Los misiles indios fueron lanzados desde plataformas aéreas y terrestres en un patrón sincronizado, y portaban ojivas múltiples que impactaron simultáneamente en suelo paquistaní
India avanza con fuerza, golpeando el corazón del terrorismo paquistaní y sembrando el caos mientras lanza un mensaje tajante de que la impunidad ha llegado a su fin. En una operación de alto impacto denominada "Sindoor", desplegó la madrugada del miçercoles sus fuerzas armadas con sistemas de armamento de precisión desde tierra, mar y aire, alcanzando blancos en territorio paquistaní y en la zona ocupada de Jammu y Cachemira (PoJK). Las unidades de élite emplearon municiones de merodeo y tecnología avanzada para destruir nueve campamentos terroristas, seleccionados estratégicamente para eliminar a los cabecillas de Jaish-e-Mohammed y Lashkar-e-Taiba, responsables de sembrar caos y muerte en territorio indio.
La temida acción fue orquestada con inteligencia de alta fidelidad, que proporcionó las coordenadas exactas, permitiendo que el ataque se desarrollara íntegramente desde suelo indio sin necesidad de incursiones terrestres. Esta ofensiva refleja una postura de firmeza, enviando una advertencia clara a Islamabad: la paciencia se ha agotado, y el Estado indio está dispuesto a emplear toda su capacidad para neutralizar las redes terroristas y defender su integridad territorial.
Tras la masacre de 26 turistas en Pahalgam, ocurrida el 22 de abril, la respuesta india ha sido esta acción de fuego encarnizado contra objetivos terroristas en territorio paquistaní. La noche del martes, las fuerzas aéreas indias llevaron a cabo una serie de ataques tácticos que resultaron en la destrucción de varios campos de entrenamiento y logística de grupos insurgentes, incidiendo con dureza en sus infraestructuras clandestinas. La pérdida de cinco aviones de combate derribados en estas acciones evidencia la gravedad de la escalada y la intensidad de la respuesta. El gobierno de Narendra Modi declaró su intención irrevocable de eliminar a los elementos terroristas sin dejar margen a la misericordia, persiguiendo a los actores hostiles «hasta el fin del mundo» y castigando con furia implacable a los quienes les brindan apoyo.

En la misión de “justicia”, los efectivos indios “lograron eliminar a más de 70 terroristas, dejando a más de 60 heridos en su camino”. Gracias al seguimiento en tiempo real mediante drones de vigilancia, se confirmó la destrucción total del objetivo, “minimizando al máximo las víctimas civiles, en línea con los estándares éticos y operativos”, según medios locales. “Se emplearon municiones guiadas de precisión, incluyendo misiles láser y bombas de planeo satelital, para garantizar un impacto certero y eliminar cualquier resistencia con una eficiencia brutal”. Los misiles, lanzados desde plataformas aéreas y terrestres en un patrón sincronizado, portaban ojivas múltiples que impactaron simultáneamente, asegurando la neutralización definitiva de los campamentos terroristas. “
Por otra parte, las incursiones aéreas paquistaníes, en respuesta a las ofensivas indias, causaron daños sustanciales en localidades clave, incluyendo la destrucción de cuatro mezquitas y una clínica, con un saldo mortal de al menos 13 civiles, entre ellos mujeres y niños. Con todo, el ministro de Defensa, Khawaja Asif, articuló con claridad la postura de Islamabad: "Pakistán no busca la guerra. Nuestras fuerzas están capacitadas y listas para responder, pero también estamos predispuestos a actuar con moderación, siempre que India cese su actual campaña militar. Si ellos se detienen, nosotros también lo haremos".
La situación en la frontera indo-pakistaní se encuentra en un punto crítico, donde las intervenciones diplomáticas, aunque reiteradas, permanecen estancadas en la búsqueda de una vía efectiva para frenar la escalada militar y evitar un conflicto de mayores proporciones. Washington, Pekín, Dubái y Riad han intentado mediar mediante negociaciones de pausas temporales, pero estas acciones apenas contienen el ímpetu de una confrontación que requiere respuestas contundentes.
El régimen de Xi Jinping, por su parte, insiste en la «máxima moderación», aunque sus vínculos con Nueva Delhi se perturban y su capacidad de intervenir de forma decisiva queda limitada por las tensiones en la región y su interés en mantener una postura equilibrada. En el ámbito multilateral, instrumentos como el Tratado sobre las Aguas del Indo, actualmente suspendido, ofrecen una vía potencial para la revitalización del proceso; sin embargo, su uso dependerá de la presión de actores internacionales como el Banco Mundial y los Estados río abajo, quienes podrían aceptar clasificar la suspensión como «temporal» en un intento de salvar la fachada de un acuerdo.
Desde una perspectiva económica, las partes también claman por la calma. La amenaza del cierre del paso de Wagah impactaría negativamente en el comercio y la estabilidad regional, al igual que la crisis en la industria agrícola pakistaní, que requiere fertilizantes de la India. La memoria de los daños económicos tras Pulwama y la pandemia refuerza la urgencia de evitar una escalada potencialmente devastadora.
No obstante, una real y efectiva desescalada sólo será posible si ambas partes dan pasos concretos y simultáneos en el menor plazo posible. Nueva Delhi deberá reabrir oficinas consulares y relajar los corredores aéreos, mientras Islamabad debe intensificar sus acciones contra la financiación del terrorismo, ajustándose a las recomendaciones internacionales del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
Además, la invitación a inspectores de la ONU para verificar campamentos del LeT en el valle de Neelum sería un gesto tangible que devolvería la crisis a un terreno diplomático, sin que ninguna parte tenga que realizar movimientos de retirada unilateral. Solo mediante una serie de acciones coordinadas, visibles y medibles, será posible evitar que el conflicto avance a mayores, donde los costos—militares, económicos y humanos—serían incalculables.
Amenaza nuclear en la rivalidad Indo-Pakistaní
Ambos gobiernos son plenamente conscientes de los riesgos de escalada militar, y potencias globales han intervenido para disuadirlos de intensificar las hostilidades, sabiendo que cualquiera podría activar sus arsenales nucleares. La relación entre los dos territorios está marcada por un legado de conflictos y desconfianza. Desde su independencia de Gran Bretaña en 1947, estas potencias han estado atrapadas en una serie de trifulcas, siendo la disputa por Cachemira el núcleo de sus hostilidades
India, que se proclamó potencia nuclear en 1974, ha desarrollado un arsenal compuesto por aproximadamente 164 ojivas nucleares. Su capacidad de disuasión se fundamenta en un triángulo de lanzamiento que abarca plataformas terrestres, marítimas y aéreas. El país ha mantenido una política de No Primera Utilización (NFU), lo que implica un compromiso de no iniciar el uso de armamento atómico en un conflicto. Sin embargo, su reciente reconsideración de esta política plantea interrogantes sobre futuros escenarios.
Por su parte, Pakistán, que realizó sus pruebas nucleares en 1998, posee cerca de 170 ojivas, cifra que supera las proyecciones iniciales de la comunidad internacional. Este país ha optado por no adoptar una política de NFU, priorizando el desarrollo de este tipo de armas tácticas para contrarrestar la superioridad convencional india.
La posibilidad de un conflicto nuclear, aunque considerada remota, no es descartable. Un intercambio limitado podría resultar en pérdidas humanas devastadoras, con estimaciones que sugieren hasta 20 millones de muertes en una semana. Además, la amenaza de un invierno nuclear podría afectar a miles de millones en el mundo en desarrollo, aumentando el riesgo de hambruna y crisis humanitaria.
Desigualdad estratégica en el gasto militar
La actual confrontación trasciende los enfrentamientos fronterizos tradicionales; se trata de un choque impulsado por la tecnología, con las huellas de potencias globales claramente marcadas. India se beneficia de un arsenal moderno, respaldado por equipos provenientes de Estados Unidos y Europa, mientras que Pakistán depende de armamento de origen chino. Este escenario no evoca tanto una Guerra Fría, sino más bien un "frío desdén", donde ambas naciones se aferran firmemente a sus respectivas posturas, con ciertos visos por parte de Islamabad de retroceso.
Un informe reciente del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo arroja luz sobre la disparidad en el gasto militar de ambos países. India se posiciona entre los cinco principales países en términos de inversión en defensa, mientras que su rival ocupa el puesto 29 de un total de 40 naciones analizadas. El informe revela que el régimen de Modi destinó $86.1 mil millones a su presupuesto de defensa en 2024, lo que representa un incremento del 1.6 % respecto al año anterior. Por otro lado, Pakistán, con un presupuesto de $10.2 mil millones, experimentó una caída del 5.1 %. Esta diferencia en la asignación de recursos indica que Delhi gasta nueve veces más en defensa que su contraparte.
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