Guerra en Gaza

Israel impone su superioridad en Oriente Medio

El Ejército israelí ha logrado doblegar a Hamás tras dos años de guerra en la Franja de Gaza. En apenas tres semanas, líquidó a Hizbulá, la milicia chií proiraní que atacaba Israel desde Líbano

No Location (Israel), 06/10/2025.- Smoke rises as a result of an Israeli strike on the outskirts of Gaza City as seen from the Israeli side of the border, 06 October 2025. October 07 marks two years since the Palestinian militant group Hamas launched a surprise attack on Israel, taking dozens of hostages and killing nearly 1,200 people. In response, Israel began its war on Gaza, which has killed more than 66,000 people, displaced millions and destroyed the Palestinians enclave. EFE/EPA/ATEF S...
Combates en GazaATEF SAFADIAgencia EFE

Si el objetivo de Hamás al perpetrar la matanza terrorista del 7 de octubre era el de provocar una reacción militar israelí tan severa capaz que lograra interrumpir el proceso de normalización de relaciones del Estado judío con los países árabes y provocar su aislamiento regional, lo cierto es que transcurridos dos años desde el hito que marca el momento actual de Oriente Medio, el Gobierno de Benjamin Netanyahu puede hacer un balance más que positivo de lo ocurrido desde entonces al haber neutralizado a gran parte de las organizaciones enemigas.

Dos años después del 7-O, la guerra de los siete frentes librada simultáneamente por las Fuerzas de Defensa y la Inteligencia israelí contra Hamás y sus aliados regionales del «eje de la resistencia» ha sido la demostración de la superioridad regional de Tel Aviv. A pesar de que todas las incógnitas sobre el futuro político de la Franja permanecen sin resolver, Israel ha logrado doblegar a un Hamás que se había hecho con el control de Gaza a comienzos de 2006 tras imponerse en unas elecciones legislativas y gobernaba férreamente desde entonces la exigua franja costera levantina. Nadie da por muerta a la ideología islamista que inspira a la organización, pero los especialistas coinciden en que la organización terrorista ya no es hoy una amenaza militar para Israel, aunque el desarme definitivo sigue siendo una de las grandes cuestiones por abordar.

Mientras se cebaba en el castigo contra la organización islamista palestina en Gaza, Israel se lanzaba poco más de un año a golpear a la más sólida de las fuerzas «proxy» de la República Islámica de Irán en Oriente Medio, Hizbulá, que había salido en auxilio de Hamás tras el 7-O. Y lo hacía con la máxima eficacia: en apenas tres semanas a caballo entre septiembre y octubre de 2024, Israel liquidaba a la cúpula de la organización proiraní en sus feudos libaneses, empezando por el legendario líder, Hasan Nasra.

Desde entonces, la organización política y militar chií ha sido incapaz de recuperarse, y aislada políticamente y menguada militarmente, su futuro en la escena nacional es a día de hoy cada vez menos relevante. Presionado por Washington, el nuevo Gobierno libanés exige su desarme definitivo desde comienzos de año, aunque el nuevo liderazgo sigue resistiéndose a abandonar su razón de ser existencial.

Y sin la debilidad mostrada por Hizbulá no puede explicarse el otro gran acontecimiento ocurrido en el tablero geopolítico regional: el inesperado desmoronamiento del régimen de Bachar al Asad en Siria a comienzos de diciembre de 2024.

Una fulgurante operación liderada por los islamistas radicales de Hayat Tahrir al Sham desde su feudo rebelde de Idlib conseguía alcanzar Damasco casi sin resistencia por parte de un ejército desmoralizado en apenas diez días. A diferencia de lo ocurrido otras veces en los últimos años, la renuncia de los aliados del régimen baazista, Rusia, Irán e Hizbulá –debilitados por distintas razones– a implicarse en el conflicto aceleró el desmoronamiento de una de las dictaduras más sanguinarias de Oriente Medio después de más de medio siglo.

A su vez, el declive de Hizbulá, Hamás y resto de fuerzas del ‘eje de la resistencia’ no se explica sin la debilidad de la República Islámica de Irán, patrocinadora tradicional de toda una red de organizaciones armadas cuyo objetivo declarado no es otro que la destrucción del Estado del Israel, en los últimos dos años. Una debilidad e inferioridad especialmente manifiesta durante la conocida como «guerra de los 12 días» el pasado mes de junio. La campaña aérea de las fuerzas israelíes procuró un severo castigo al régimen de los ayatolás, que ha visto seriamente dañadas sus capacidades nucleares y eliminada a la cúpula militar y científica del país.

Castigada por años de sanciones y lastrada por la mala gestión, la teocracia iraní sigue optando, sin embargo, por el discurso de la resistencia a pesar del castigo sufrido por las fuerzas «proxy» que financió y entrenó durante décadas. Con todo, por primera vez en la historia Teherán se atrevió a atacar directamente territorio israelí, como ocurriera en abril y octubre de 2024 y en junio de 2025, aunque las agresiones fueron eficazmente neutralizadas por el sistema de defensa área de Tel Aviv.

Además, la ofensiva total lanzada por el Gobierno de Netanyahu a partir de octubre de 2023 ha menguado significativamente otras milicias chiíes con base en Siria y en Irak. También han recibido un duro castigo en forma de severos bombardeos contra sus feudos e infraestructuras los rebeldes chiíes de Yemen, el movimiento hutí –en control de la capital, Saná, y de otras zonas del oeste del país desde 2014– tras atacar repetidamente buques occidentales que transitaban las aguas del mar Rojo en solidaridad con Hamás y la «resistencia».

Así las cosas, a pesar de la presión doméstica –la opinión pública árabe desde Casablanca a Bagdad es profundamente solidaria con la causa palestina– por las consecuencias de la ofensiva israelí en Gaza, ni Egipto –primer país de la Liga Árabe en firmar la paz con Tel Aviv en 1979– ni la monarquía hachemí de Jordania –que hizo lo propio en 1994– han faltado a sus compromisos de colaboración con Israel en los dos últimos años. No en vano, Amán fue clave en la defensa aérea de Israel en las tres ocasiones que Irán ha dirigido misiles y drones hacia israelí al neutralizar las amenazas que cruzaban su espacio aéreo.

Lo cierto es que ninguno de los países firmantes o adheridos a los conocidos como Acuerdos de Abraham –suscritos en septiembre de 2020 por la primera Administración Trump, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y el propio Israel y apoyados posteriormente por Marruecos– ha roto formalmente con Israel en estos dos últimos años, lo que da cuenta de la solidez de los intereses compartidos. Con todo, el escenario del reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudí –la obsesión de la Administración Trump cinco años después de la firma de los Acuerdos de Abraham– se antoja en estos momentos lejano toda vez que Riad no contempla ninguna negociación hasta que no exista el Estado palestino.