China

Xi Jinping destituye a su ministro de Exteriores, desaparecido desde hace un mes

China ha cesado a Qin Gang y lo ha sustituido por su predecesor, Wang Yi

La destitución oficial del ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, después de estar desaparecido más de un mes, ha puesto fin a su meteórico ascenso en las filas del sistema político chino. Se trata de una inesperada baja para un funcionario que había escalado posiciones en la diplomacia como prueba de su cercanía al todopoderoso líder, Xi Jinping. Su enigmática ausencia ha dominado los debates políticos internacionales y ha derivado en una de las peores crisis internas para el presidente chino desde que asumió un tercer mandato sin precedentes el año pasado.

Tras semanas de absoluto mutismo, la confirmación de su reemplazo por parte del principal asesor de Xi en política exterior, Wang Yi, se produce después de que el propio ministerio de Qin se negara a aclarar su paradero, y de que se especulara con la posibilidad de que estuviera gravemente enfermo, hubiera cometido graves errores políticos, e incluso que tuviera un escarceo amoroso con una conocida presentadora de televisión. Se trata de un inusitado escándalo político en el que se ha visto envuelto un leal a Xi.

Su cese se anunció el martes en una reunión convocada de forma precipitada y excepcionalmente escueta del órgano decisorio del Partido Comunista Chino, el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional. Dicha comisión no ofreció motivos para la fulminante destitución.

El ascenso de Qin en la jerarquía china fue inaudito, una estrella emergente en el firmamento político del gigante asiático. Había sido embajador de China en Estados Unidos durante menos de dos años antes de ser nombrado ministro de Asuntos Exteriores chino, y fue elevado a miembro de pleno derecho del XX Comité Central del Partido Comunista sin haber sido suplente. Además, en marzo de 2023 fue designado consejero de Estado, menos de tres meses después de su investidura como ministro. Sin embargo, su predecesor inmediato, Wang Yi, tardó 12 años en pasar de viceministro de Asuntos Exteriores a ministro titular, y otros cinco en ser ascendido a consejero de Estado.

Cuando fue proclamado nuevo titular de exteriores en diciembre, despertó expectativas sobre la diplomacia post-Covid, tras casi tres años de estricto aislamiento autoimpuesto. En sus tres primeros meses en el cargo, parecía haber cumplido algunas de esas expectativas, mientras Pekín intentaba relanzar su llamada diplomacia de grandes potencias para ayudar a mejorar su empañada imagen y salvar la maltrecha economía del país. Así, el día que asumió el cargo, Quin citó a Confucio afirmando que “en la diplomacia china no faltan la amabilidad y la buena voluntad, pero si se enfrenta a chacales y lobos, no hay más remedio que hacerles frente".

Han sido siete meses muy ajetreados para el destituido Qin, dado que, entre otras causas, le tocó defender a China de las acusaciones de espionaje relacionadas con el supuesto globo espía que surcó los cielos estadounidenses en febrero. Además, intentó presentar a Pekín como un mediador global para la paz, al tiempo que se mantenía firmemente comprometido con el apoyo a Rusia en la guerra de Ucrania. En cambio, durante este tiempo y en cuanto a las relaciones más importantes en política exterior, el triángulo Estados Unidos-China-Rusia, no se ha producido ningún viraje sustancial. Y, aunque Bruselas ha cobrado importancia para Pekín, su relación con Moscú es una prioridad diplomática.

Por otra parte, comenzó a entablar relaciones laborales con sus homólogos occidentales. Entre ellos, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, o el holandés, Wopke Hoekstra, fueron algunos de los que se encontraron con Quin tras la reapertura del país después de la pandemia.

No obstante, la primera señal sospechosa de la desaparición del diplomático se produjo cuando Pekín canceló una visita del jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, a principios de este mes, bajo la excusa de que había "dado positivo" en las pruebas del coronavirus.

Captado por los medios de comunicación estatales chinos, su última aparición pública fue durante la visita a Pekín del viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Andrey Rudenko, que tuvo lugar 48 horas después de la fallida rebelión del grupo mercenario Wagner contra Moscú. Tras este acontecimiento, ha estado notoriamente ausente a pesar de tener programados varios eventos de alto nivel.

Así pues, durante las últimas semanas, el hasta ahora director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores, Wang Yi, ha venido ejerciendo sus funciones. Este último ha asistido a una serie de actividades diplomáticas, como la cumbre de los BRICS que se está celebrando en Suráfrica o las reuniones con los ex secretarios de Estado estadounidenses Henry Kissinger y John Kerry, que tuvieron lugar en Pekín la semana pasada.

Pese a los rumores que circulaban en redes sociales y entre la diplomacia internacional, Pekín ha mantenido la ambigüedad sobre la situación y el paradero del controvertido político, atribuyendo su prolongada y misteriosa ausencia a "motivos de salud" no especificados, y sin desmentir las especulaciones sobre su destino. Ese secretismo con el que las autoridades chinas han manejado el escándalo ha suscitado fuertes críticas y ha puesto en tela de juicio su credibilidad y su opacidad a la hora de tomar decisiones. A su vez ha alimentado la incertidumbre en las turbulentas relaciones de China con el exterior.

Con todo, en China es habitual que funcionarios y empresarios desaparezcan bajo el pretexto de problemas de salud o incluso sin motivo alguno, y que semanas o meses más tarde reaparezcan sin dar explicaciones o bajo investigación penal. Y es que, desde su ascenso al poder en 2012, una de las políticas estrella de Xi ha sido la lucha contra la corrupción. El mandatario considera las corruptelas una amenaza existencial para su partido y ha proclamado su deseo de acabar con los "tigres" (altos funcionarios corruptos) y las "moscas" (cuadros de bajo nivel). De hecho, en su primer año en el poder sancionó a más de 180.000 funcionarios, y en la década siguiente, 3,7 millones de cuadros fueron castigados por el organismo de control antisoborno del partido.

En definitiva, los problemas de Qin parecen haber puesto de manifiesto un fallo de fondo en el estilo de gestión organizativa del personal de Xi. Para el presidente la lealtad política es el criterio más importante a la hora de seleccionar a sus altos cargos, aunque también busca proyectar una imagen de imparcialidad.