
Corea del Norte
Kim Jong Un: el titán atómico que forja un nuevo eje contra Occidente desde su trono de acero
El 80º aniversario del Partido de los Trabajadores confirma que Corea del Norte ha dejado de ser un estado marginal gracias al apoyo de China, Rusia y Vietnam

El 80º aniversario del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC) no es un colosal desfile nostálgico, es una operación geopolítica que consagra a Kim Jong Un como un estratega implacable. Con misiles de alcance global, pactos inquebrantables con China y Rusia, y un relato ideológico que galvaniza su régimen, las avenidas de Pyongyang vibrarán este viernes con un ultimátum: Corea del Norte ya no es un estado marginal, sino el fulcro de un nuevo bloque que reta al dominio occidental.
Y es que el mariscal ahora no negocia desde la debilidad, últimamente impone condiciones desde un trono de acero. En la víspera de las celebraciones, Kim recorrió el Museo de la Fundación del Partido, un enclave que él mismo elevó a «bastión sagrado» de la lucha norcoreana. Su alocución, catalogada por los medios oficiales como un «hito trascendental», honró a Kim Il Sung y a los guerreros antijaponeses como los forjadores de un baluarte inquebrantable.
Asimismo, indicó que el partido «seguirá consolidando un orden riguroso, con una gran disciplina, tratando de eliminar todos los elementos y actos que socavan su prestigio o su liderazgo».
Kim instó a «lograr un cambio en la actitud de los altos funcionarios del partido» y advirtió que existen «prácticas diabólicas como la ignorancia, la incompetencia, la falta de responsabilidad y el formalismo, además del abuso de poder». Este no es un gesto de reverencia al pasado; es una declaración de guerra ideológica. Kim fusiona la gesta anticolonial con su maquinaria bélica, transformando la memoria en un escudo que justifica misiles hipersónicos y drones de última generación.
El museo trasciende su función archivística: es un arsenal simbólico donde el legado revolucionario se convierte en combustible para la disuasión. Al proclamar la «inmaculada integridad» del PTC, Kim alinea a su nación bajo una doctrina de supervivencia que combina fervor ideológico con capacidad destructiva. En un mundo desgarrado por rivalidades, esta narrativa posiciona a Corea del Norte como un faro de rebeldía frente a la hegemonía occidental.
Las tribunas de Pyongyang acogerán a colosos como el premier chino Li Qiang, el exmandatario ruso Dmitri Medvédev y el líder del Partido Comunista de Vietnam, To Lam. Este cónclave no es un acto protocolario; es la cristalización de una alianza que blinda a el Reino Ermitaño con un triunvirato de poder.
China inyecta oxígeno económico, Rusia aporta tecnología bélica de vanguardia y Vietnam refuerza la cohesión doctrinal. La visita de To Lam, la primera de un líder vietnamita en dos décadas, es un movimiento calculado: Hanói, receptor de 92.000 millones de dólares en inversiones surcoreanas, busca apaciguar la península para salvaguardar su prosperidad. Los pactos que se sellarán durante su estancia consolidan a esta nación como un pilar estratégico en la región.
La reapertura de la embajada india en Pyongyang y la llegada del presidente laosiano Thongloun Sisoulith amplifican la jugada: Corea del Norte ya no es un exiliado geopolítico, sino un epicentro de un Asia en metamorfosis. Entretanto, Kim ha capitalizado la grieta global para erigirse en un actor pivotal, capaz de negociar con Washington desde una fortaleza apuntalada por sus camaradas. Su exhortación del 22 de septiembre, desafiando a EE UU a abandonar su «quimera desnuclearizadora», es una convocatoria a dialogar desde la supremacía.
La parada castrense será un cataclismo estratégico. Imágenes satelitales revelan preparativos para desvelar un misil balístico intercontinental (ICBM) de combustible sólido, armas hipersónicas y drones inspirados en las tácticas rusas en Ucrania. Este despliegue, potenciado por la ingeniería moscovita, marca el amanecer de una era de disuasión fulminante. El reciente ensayo de un misil de crucero de 1.500 kilómetros es solo el preludio; el mensaje es diáfano: Pyongyang puede proyectar devastación a escala planetaria, alterando las ecuaciones estratégicas de Washington, Seúl y Tokio.
El trueque con Rusia es una jugada maestra. Al despachar miles de tropas a Ucrania, Kim ha asegurado recursos económicos y avances tecnológicos que catapultan su maquinaria bélica al siglo XXI. La insinuación de Vladimir Putin de incluir a Pyongyang en las negociaciones de paz ucranianas reconoce el nuevo calibre de este último. Esto, sin duda, no es el ostracismo de antaño.
Kim ha convertido la marginación en una ventaja colosal. Mientras Occidente lo tilda de «tirano recluido», él danza con determinacion letal entre las superpotencias. Mientras EE UU y China libran una guerra fría por la supremacía y Europa se desangra en Ucrania, Kim entrega soldados al Kremlin, gestos de hermandad a Pekín y provocaciones a Washington. Su pragmatismo es un reloj atómico: cada maniobra multiplica su gravitación en un escenario multipolar. El riesgo es abismal. La dependencia de Rusia y China podría encadenar a Pyongyang a un rol subalterno, pero iniciativas como la política industrial «20×10» o la aspiración de integrarse en los BRICS podrían desatar fuerzas internas indomables. Kim apuesta por un filo imposible: usar su blindaje nuclear y sus pactos estratégicos para negociar con Washington sin ceder un ápice de soberanía.
El 80.º aniversario del PTC es el apogeo de Kim Jong Un. Ha entrelazado memoria, armamento y diplomacia en una sinfonía de poder. Si logra canalizar esta fuerza hacia la prosperidad económica, reescribirá la saga norcoreana, elevándola de proscrita a potencia estratégica. Pero si las sanciones estrangulan su economía o una apertura errática desata caos, su arsenal será el último fulgor de un régimen que solo resplandece al borde del abismo.
Kim enfrenta su juicio definitivo. Con un escudo nuclear impenetrable y aliados de hierro, tiene una ventana histórica. Su decisión –reforma audaz o confrontación eterna–forjará su legado y esculpirá los contornos de este siglo.
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