Política

Inmigración

Llantos, cargas y caos en la última frontera hacia Estados Unidos

La caravana de inmigrantes de Honduras resiste en el río Suchiate pese a las presiones

Inmigrantes se lanzan al río Suchiate para tratar de sortear el cierre de la frontera/Reuters
Inmigrantes se lanzan al río Suchiate para tratar de sortear el cierre de la frontera/Reuterslarazon

La caravana de inmigrantes de Honduras resiste en el río Suchiate pese a las presiones

El caos, los llantos, las cargas de la Policía, los intentos desesperados por cruzar el río y las multitudes atrapadas en el puente sobre el río Suchiate en la ciudad de Tecún Umán, en la frontera entre Guatemala y México, conformaron un paisaje apocalíptico. La caravana de inmigrantes, proveniente de Honduras, había caminado 648 kilómetros desde San Pedro Sula, en la costa Atlántica. La mayoría llegaba desde Honduras. En cuya frontera también hay un goteo de escenas dramáticas. Y eso por no remontarse más al sur, a la impenetrable, terrible jungla del Darién que separa Panamá y Colombia, cruzada por prófugos del hambre y la violencia desde Venezuela, Cuba y, tal como explicaba la BBC en enero de 2018, incluso Yemen. Prófugos de la miseria, en suma, que en Tecún Umán esperaban cruzar hasta México y proseguir su marcha hacia EE UU. Una vez junto a la verja en México fueron recibidos por funcionarios de inmigración y policías antidisturbios. Un primer grupo, formado por unas cien personas, atendió a los requerimientos de la autoridad. Pero a medida que llegan más y más inmigrantes, lograron atravesar a la fuerza la raya y acabaron rechazados por la Policía federal. Las autoridades mexicanas han explicado que no permitirán el asalto a su territorio y que sólo concederán asilo a quienes cumplan los requisitos. A continuación, y sin abandonar el puente procedieron a repartir formularios y a comprobar los visados de los inmigrantes. «Como cualquier país soberano», aseguró el presidente saliente Enrique Peña Nieto el viernes, «México no permite, ni permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular y mucho menos de forma violenta».

«¿Pueden creerse esto?», había exclamado el presidente de EE UU, Donald Trump, vía Twitter. «¿Pueden creer lo que los demócratas tratan de hacer a nuestro país?». Quizá porque en vísperas de elecciones, todo vale. Si los demócratas usaron la candidatura del juez Brett Kavanaugh para agitar las aguas del feminismo y tratar de impedir que llegase al Supremo mediante la invocación de un supuesto crimen, los republicanos, con Trump a la cabeza, los acusan de fomentar, articular y organizar la épica y desesperada huída de quienes saliendo de Centroamérica, huyendo de las maras, la enfermedad, la corrupción, el paro, el despotismo y el crimen, sueñan con alcanzar el sueño americano. La invasión del vecino del norte. El asalto a una frontera que, números cantan, en realidad recibe menos personas que hace una década: según datos facilitados por el Pew Research Center, en 2016 había menos inmigrantes ilegales viviendo en EE UU que en 2009. 300.000 menos. Esto supone el 3,4% de la población de Estados Unidos. Un 0,6% menos de la cifra máxima histórica, 12,2 millones en 2007.