Política

Relaciones internacionales

Los ayatolás y Trump asfixian a Rohani

Las sanciones de EE UU y la salida de las empresas occidentales agravan la crisis económica y social en Irán. El líder supremo Ali Jamenei insta al presidente a salir del pacto nuclear si es necesario.

El presidente iraní tuvo que comparecer esta semana para defender, ante los sectores más duros de la Cámara, sus medidas económicas contra la grave crisis que vive el país, acentuada por las sanciones de EE UU
El presidente iraní tuvo que comparecer esta semana para defender, ante los sectores más duros de la Cámara, sus medidas económicas contra la grave crisis que vive el país, acentuada por las sanciones de EE UUlarazon

Las sanciones de EE UU y la salida de las empresas occidentales agravan la crisis económica y social en Irán. El líder supremo Ali Jamenei insta al presidente a salir del pacto nuclear si es necesario.

El primer año del reelegido presidente iraní, Hasan Rohani, ha ido, desde el principio, cuesta arriba. Y no parece que el segundo haya empezado mejor. La presión le llega desde lo más alto, el ayatolá Ali Jamenei. El líder supremo advirtió ayer de la posibilidad de que Teherán renuncie al acuerdo nuclear firmado en 2015 si con él «no se pueden proteger los intereses nacionales». Por eso, según dijo el ayatolá, «si llegamos a la conclusión de que ya no puede proteger nuestros beneficios lo abandonaremos».

Para Jamenei, aunque no se opone al diálogo con la UE, tampoco puede esperar demasiado de sus socios europeos, por lo que instó al Gobierno a «dejar de esperar apoyo en materia económica tanto de Europa como del acuerdo nuclear». De hecho, ya ha comenzado la desbandada de empresas europeas por temor a las represalias de EE UU contra Irán, que sin duda afectarán a sus negocios en el país persa.

Por lo que respecta a la crisis económica iraní, el líder supremo conminó al Gobierno y al jefe del Ejecutivo a «trabajar duro, con resultados extensos y de calidad, y a promover la economía de resistencia e impulse la producción nacional».

Rohani, por su parte, reiteró la intención de Teherán de no negociar con EE UU. «En la actual circunstancia no hay ninguna solución política [para atajar la contienda con Washington], ya que el Gobierno que infringe todas las normas internacionales, reanudando las sanciones a Irán, no va a cumplir con ningún otro compromiso», sancionó.

De hacerse realidad la ruptura del acuerdo nuclear, no solo será el mayor batacazo de la diplomacia internacional, sino el fin del mandatario iraní, promotor del pacto con el ex presidente estadounidense Barak Obama. Tras años de fricciones y negociaciones, el compromiso firmado en Viena abrió una oportunidad para Irán de superar el aislamiento internacional y olvidarse de las sanciones económicas.

El segundo mandato de Rohani se ha transformado en una continua superación personal para demostrar que es el líder elegido capaz de hacer resurgir la economía iraní, acabar con la corrupción y abrir el país al comercio exterior. De momento, 2018 le ha traído las mayores protestas sociales de los últimos años, la rescisión por parte de Estados Unidos del histórico acuerdo nuclear, la restitución de las sanciones económicas y la caída estrepitosa de las exportaciones de crudo, que en agosto se sitúan por debajo de los 70 millones de barriles, por primera vez, desde abril de 2017. Por si fuera poco, este descenso ocurre mucho antes de la fecha de inicio del segundo paquete de sanciones estadounidenses contra el sector energético iraní, que entrarán en vigor el 4 de noviembre.

Ante este poco alentador panorama, el líder iraní tuvo que salir a la arena para defender todo aquello que prometió frente al revuelo de túnicas y clamores de sus señorías. Sin embargo, su puesta en escena no sirvió para bajar los ánimos. En lo que va de mes, Rohani ha tenido que lidiar con dos destituciones en su Gobierno. El 8 de agosto pasado, el ministro del Trabajo fue relevado por la Asamblea consultiva islámica, y el domingo fue el turno del responsable de Economía y Finanzas, Masud Karbasian.

Además de las divergencias internas, el moderado presidente tiene que enfrentarse a sus tradicionales opositores, los ultraconservadores, quienes le responsabilizan de todos los males que afligen al país.

Según las estimaciones del Banco Mundial, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Irán, que alcanzó el 13% en 2016, debería estancarse en el 4% para este año y los siguientes, muy por debajo de lo que necesitaría el país para desarrollarse.

Más allá de las sanciones, la decisión del Banco Central iraní de imponer una tasa de cambio fija frente al dólar perjudicó a la moneda, que perdió cerca del 66% de su valor en seis meses. Una medida que fue revocada recientemente frente al desarrollo incontrolable del mercado cambiario informal.

Los iraníes tienen que lidiar con el desempleo y el aumento constante de los precios, incluyendo los productos de la cesta básica de la compra. El banco emisor iraní reveló que el precio del pollo subió un 71%, mientras que los de los productos lácteos se incrementaron un 20%.

Y a la presión económica y social se suman ahora las teorías de la conspiración alimentadas por el ala más ultranacionalista. Las Fuerzas de Seguridad iraníes detuvieron ayer a decenas de «supuestos espías» que trabajaban en organismos del Estado, según anunció el ministro de Información, Mahmud Alavi, sin dar más detalles sobre el lugar de los arrestos ni sobre la nacionalidad de los detenidos. Las detenciones de ciudadanos con doble nacionalidad han ido en aumento desde que el ayatolá Jamenei denunciara una «infiltración» en el Ejecutivo iraní por parte de agentes occidentales. Durante los últimos años, al menos 30 personas con doble nacionalidad fueron detenidas bajo acusaciones de espionaje.